9 de marzo de 2011

España - Elciego (Álava) - Bodegas Marqués de Riscal

Aprendiendo de vino

Estando en la localidad de Elciego no se puede dejar pasar una visita a unas bodegas, en nuestro caso las del Marqués de Riscal. Lo normal es reservar la visita por internet o por teléfono, para tener una hora concertada y que ellos manejen los grupos, así no hay que depender de que puedan colarte cuando se llega.

Entramos en la tienda de las bodegas, con un buen surtido de productos propios y de la tierra en genreral, como habas, espárragos, pimientos, alcachofas...Al fondo de la tienda un bar donde tomar una copa, un tentempié y esperar a que llegue nuestro guía. 

La visita comienza con un vídeo donde cuentan la historia de los primeros marqueses, aunque al actual marqués no tenemos muy claro si le vimos o no, porque como marqués no se presentó, había directores de producción, de fabricación, de marketing...pero marqueses ninguno a primera vista.

De la sala de vídeo a una sala donde en las paredes hay unas fotografías de las maquetas para la construcción del hotel, y si el hotel es una pasada, creo que las maquetas lo son aún más, tuvo que ser un shock ver el proyecto de Gehry en marquetería, al tiempo que se quedarían prendados de la idea. 


En un lado de esta sala se encuentra la sala , hipercerrada, de control de los toneles, ssupongo que su temperatura, detección de pérdidas...parecía una sala de la NASA en pequeñito. 

Desde esta sala se ven los toneles de aluminio que contienen las uvas que se van prensando. Estamos en la zona más moderna de las bodegas.


Todo está brillante, limpio se queda corto, deben tener a alguien continuamente sacando brillo a esos toneles y al suelo. Bajamos a la zona de estos toneles, en algunos de los cuales hay unas pequeñas pizarras con datos sobre su contenido.   

Cuando se ha exprimido y fermentado las uvas, el líquido se pasa a estos otros toneles con prensa para quitarles más impurezas (esto nos suena más aunque no sea para los pies).

 
El ollejo que se queda aquí se vende a otras bodegas para la elaboración de orujos. Y el vino se pasa a otros toneles que están en el piso inferior; en el suelo se pueden ver los "grifos" por el que se trasvasa. 



Con este vino los expertos van realizando catas y los que salen realmente buenos son los que irán a las barricas de roble para producir los reservas, y el ollejo vuelve a ser vendido, creo que para fabricación de alcohol (no de beber), pero esto no lo oí bien y luego se me pasó el preguntarlo.

Pasamos por una zona de almacenaje de barricas de madera, y tuve la sensación de estar en una corrida de toros, eran toros sangrando por las heridas de las banderillas. 


En estos toneles ya hay vino esperando a madurar y ser consumido .


Salimos al exterior de esta pequeña ciudad, que tiene su pequeña plaza, que no puede tener otro nombre que Plaza del Reloj .

  
En ella se encuentran varios edificios de las bodegas, el moderno de Gehry, uno de mediados de los 50 del siglo XX, otro de mediados del siglo XIX, que es donde continuamos la visita. 


En su interior una sala con barricas grandes de madera, que están en alto sobre un muro de piedra, en el espacio que queda entre el suelo y el tonel se encendía una hoguera que servía para mantener el calor en la sala y en las barricas, ya que esta zona en invierno es demasiado fría para la producción de vino.


Salimos de este edificio y nos vamos hacia las bodegas más antiguas, donde comenzó todo, y son como te esperas unas bodegas, no tan limpias, no tan brillantes, pero con ese encanto que las hace especiales y donde te apetece tomarte los vinos.


Para hacer el trasiego se bajan los toneles uno a uno, se vacía, se lanza rodando al fondo del pasillo donde se lava y se seca quemando en su interior una pastilla de azufre, y se vuelve a enviar otra vez pasillo arriba para meter el vino en el mismo tonel, una vez que se le ha quitado el poso, y se vuelve a colocar, aunque no tiene que ser en su sitio, porque el trasiego que tienen que tener de tonel va, tonel viene tiene que ser agotador.  

Entre los toneles destaca uno:


De un barril salen más de 300 botellas y creo que a la Casa Real le envían más de 20 barriles...

Los pasillos cubiertos de moho hablan de años y parecen mazmorras del vino, con sus telarañas y todo, que esta oscuridad es la que le da que sea bueno.  


Hay una sala, la antigua botellería, donde hay instrumentos antiguos y sobre todo uno, un degollador para las botellas con más años, ya que no se pueden ni deben abrir con sacacorchos. Hay que calentar el cuello de la botella y luego romperlo. Frank Gehry no tenía muy claro el hacerse cargo del proyecto de las bodegas y el hotel, le llevaron un fin de semana para conocer la finca, la zona, el proceso de fabricación del vino y por supuesto entraron a este lugar, donde abrieron botellas de muchos años, y cuando digo muchos pueden ser casi cien, y se quedó enamorado de todo lo que vió. El resultado es que aceptó el proyecto entusiasmado y se involucró con el vino y los viñedos.


Detrás de esta sala unas verjas custodian estos vinos incunables.


Donde descansan las botellas en el sueño eterno hasta que alguien se decida a degollarlas, pero nosotros no somos los afortunados.


Salimos de las bodegas casi místicas para volver a entrar en la modernidad, en este caso en la planta de embotellado y empaquetado.


Pasando entre miles (no me atrevo a decir millones pero un montón sí que había) de botellas dispuestas a ser vendidas y consumidas. Eso sí, bien guardadas para que no sea posible llevarse ninguna en un descuido de los guías. Que allí estaban las más caras, las del Barón de Chirel. Esta zona es la más moderna, está justo debajo del hotel.


En una visita a unas bodegas no pueden faltar los viñedos, aunque están peladitos ellos, a principios de septiembre tiene que ser un esplendor de uva.


En la visita está incluida una degustación   con clase incluida; nos enseñan a encontrarle los colores y los sabores al vino, estuvo curioso e interesante, aunque no dí muchas en el clavo. Nos dieron una copa de vino blanco, Rueda Verdejo, y sorprendentemente una copa de un tinto Reserva 2006, que de este escancieron un poco menos en las copas   La pena es que lo único que había para picar eran palitos tostados de pan, para eso de quitar un sabor de vino para poder descubrir el siguiente, aunque para los hambrientos era ¡comida!.

Ha sido nuestra primera visita guiada a unos bodegas y el resultado ha sido totalmente satisfactorio, y no solo por la degustación, sino por la propia vida del vino. 

PD: Mis disculpas por si no he contado algo bien sobre el proceso de fabricación. 

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