Para nuestro segundo día en la zona decidimos hacer una ruta a pie, desde Bolvir ya que se está rodeado de un bonito paisaje ¿que mejor que adentrarse en él? Además a pesar de que hace frío el sol nos acompaña y merece la pena salir a caminar. En el hotel nos dan todo tipo de indicaciones para no perdernos y continuar por otros caminos si nos apetece.
Lo primero es parar en el pueblo para el avituallamiento, comida y bebida, y ya desde allí emprendemos la ruta, que en teoría parte de la Ermita del Remei, pero al bajar al pueblo para las compras ya no volvimos a subir; además la ermita está localizada en subida, con lo que mejor evitar esta subida del final por si las fuerzas llegaran exiguas.
Cruzando la carretera N-260 se entra en un camino al principio asfaltado y después ya de tierra. No recuerdo si al principio de este camino se encontraba el letrero de "Molí" (molino), pero en las notas que tengo lo mencionan y por si acaso es un dato a tener en cuenta para estar seguros de la ruta elegida lo menciono. De todas formas nosotros paramos en una pequeña casa a preguntar al encontrarnos un trabajador en la faena, ya que no nos encontramos a nadie más en nuestro paseo hasta bien adentrados, con lo que era mejor asegurarnos que íbamos bien.
Estamos andando por una parte del Camino de Santiago, pero a pesar de que tenía que haber postes indicandolo yo no ví ninguno al comienzo (también es cierto que no los iba buscando constantemente, que soy muy despistada y sin gafas veo pero no todo lo que debería ver).
Deberíamos habernos encontrado al burro catalán, pero en su lugar nos encontramos con unos caballos robustos, por las patas tan anchas tipo percherón (digo yo, pero de animales y de botánica poco entiendo, por no decir nada).
Caminamos parte del recorrido al lado del Segre.
Afortunadamente encontramos un cruce de camino señalizados que nos indicaban que íbamos bien, con lo que continuamos hasta divisar a lo lejos nuestro primer destino, la Ermita de Quadres.
En lugar de intentar salir por un camino hacia la derecha, continuamos por el nuestro, pensando que si el cartel lo indicaba como válido así sería, y efectivamente se puede llegar pero el río y las lluvias habían hecho algo embarrado el camino, la maleza también se había adueñado por algunos lugares, y la vuelta para llegar a la ermita fue más larga y costosa. Nada realmente importante como para decir que la cosa fue terrible, que los de ciudad somos así de quejicas, podemos con los baches, con los semáforos, con los atascos infernales pero si salimos al campo estamos en territorio desconocido (y para mí en ocasiones inhóspito por sus habitantes) pero en el que nos encanta entrar y en el que disfrutamos mucho.
Después del rodeo llegamos hasta la ermita, donde justo al lado hay una cafetería-restaurante, que será de agradecer y que para las romerías también será un buen lugar, pero que sinceramente desentona con el bucolismo que tenía que tener el lugar, y eso que parece que está levantado sobre un antiguo hospital de peregrinos.
Como nosotros llevamos nuestros propios víveres aprovechamos la parada para recuperar fuerzas.
En lugar de dar media vuelta, ahora tomamos el camino por el que no venimos, como si volviéramos al inicio, pero no queremos terminar la ruta, sino volver hacia el cruce de caminos bien señalizado y tomar otro.
El camino va paralelo al río, que se va notando más ancho y caudaloso.
Para llegar hasta donde queríamos, la Palanca del Segre, un puente de reciente construcción, en acero y madera.
Al cruzarlo se bamboleaba bastante, con lo que fue de agradecer, por primera vez en este camino, que no hubiera muchos senderistas cruzando con nosotros.
Una vez cruzado el puente solo disponemos de las indicaciones que tan bien nos habían dado en el hotel, unas piedras que nos cortarían el paso, pero que se pueden sortear, la maleza que nos taparía el camino, con lo que seguimos el curso del río como podemos, es nuestra única guía.
En un momento el camino se convierte en demasiado impracticable, que no era como para no poder seguir, sino demasiado incómodo y con la inseguridad de si llegaríamos a algún lugar no demasiado lejos como para seguir caminando hasta Bolvir, porque la idea sola de tener que desandar lo andando a mí me preocupaba, más que nada por mis fuerzas, aunque en el hotel nos dijeron que no seríamos los primeros en llamar para que les recogieran en algún punto, pero no es lo que me apetecía.
Por eso, cuando vimos el campo de golf de Fontanals, una indicación de la recepcionista del hotel, giramos hacia él, pero tuvimos que dar un gran rodeo para poder salir a las instalaciones del mismo.
Eso si, el paisaje que nos rodea es una maravilla.
En este campo de golf hacemos la parada definitiva de avituallamiento, damos buena cuenta de nuestros bocadillos porque la idea es hacer lo que queda de camino de una vez, si nuestros cuerpos aguantan. Antes de emprender el camino aprovecho el paso de una furgoneta para preguntarles y nos indican que debemos hacer para volver a Bolvir, que está como a unos 4 km pero ya será por camino asfaltado.
Primero alcanzamos la pequeña localidad de Talltorta.
En ella me llama la atención la existencia de un restaurante que tiene buena pinta, se ve cuco, Les Heures d'en Didac, pero sin haberlo catado no puedo ni recomendarlo ni dejar de hacerlo, solo mencionarlo porque me parecio atractivo.
Continuamos en dirección a Bolvir, con el bonito paisaje a nuestro alrededor y con un tiempo estupendo.
En un momento del camino se nos unen dos perros en nuestro caminar, aunque solo uno de ellos nos acompañó hasta casi el cementerio de Bolvir, como custodiando nuestros pasos, porque no dejaba de mirar hacia atrás, ¿querría asegurarse que nos íbamos?.
Por fin llegamos de nuevo a la N-260 y al pueblo, donde cogemos el coche para acercarnos ya motorizados a la Ermita del Remei, una pequeña capilla modernista de finales del siglo XIX.
Aquí finaliza nuestra excursión y nos vamos a descansar al hotel, que nos lo hemos ganado. No puedo decir con exactitud los kilómetros recorridos, pero supongo que unos 15 más o menos.
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