3 de marzo de 2011

Camboya - Salida de Siem Reap


Peregrinación aeronáutica de vuelta (1)

Después de la preciosa puesta de sol en Phnom Bakheng nos llevan al hotel y allí nos toca hacer maletas, se acabó desgraciadamente nuestra pequeña aventura camboyana y hay que sacarlo todo para empaquetarlo bien, mañana es día de aviones y queremos facturar todas las maletas,  nada de llevar un trolley de mano, sólo nos quedaremos con una pequeña mini maleta de mano con ropa de por si acaso algo va mal.

Hoy no nos toca paseo, cenamos en el hotel tranquilamente, y paseamos por el hotel y sus bonitas instalaciones, con patios bonitos perfectamente iluminados.




Tiene lugares muy curiosos y apetecibles donde descansar.


Alann y el chófer nos recogen la mañana siguiente en el hotel a las 9 h para dejarnos en el aeropuerto, les damos las gracias y su propina por lo bien que se han portado con nosotros a pesar de que Alann hablaba y hablaba sin parar, de todo lo que se le ocurría, de hecho hemos conocido a su familia y amigos con sus palabras, y también sus planes de futuro con un hipotético marido…pero también hablaba sin parar de los templos, de sus detalles y se lo ha trabajado muy bien con nosotros.

No puede faltar música para acompañar esta salida, es de Sin Sisamouth, un cantante muy famoso en los años 60-70. Preparando la guía descubrí que Camboya tuvo una época dorada en estos años de pop, y una de las voces más conocidas era la suya, que fue silenciada  por los jemeres rojos. 





 Y un guiño especial para nuestro país:


Si os ha gustado, o por lo menos sorprendido, os animo a conocer más sobre la música popera camboyana, que fue en sintonía con un boom en el cine, medio en el que incluso el propio rey Sinahouk se involucró en demasía, llegando a escribir, producir y dirigir nueve películas entre 1965 y 1969, y no solo esto, sino que además se reservaba el papel de protagonista. Lástima no haber encontrado ninguna de estas películas para pasar un buen rato, pero yo os dejo el dato por si os interesa indagar sobre ello.

En el aeropuerto se pueden plastificar las maletas, detalle con el que no contaba, así que lo hacemos como lo hicimos a la ida, y en esta ocasión vino muy bien para protegerlas, porque a su llegada a Madrid el plástico estaba hecho un asquito de los golpes que les habían metido, con lo que seguridad para ellas por dentro y por fuera.

A la hora de facturarlas hay problemas, la fecha del vuelo salió equivocada con lo que tuvieron que volver a pesarlas y emitir los billetes, pero con un nuevo fallo, una de ellas no va a nuestro nombre sino al de otra pasajera, se lo decimos al azafato encargado y dice que no nos preocupemos, mi marido no lo hace pero yo durante todo el viaje pienso en mi maleta y si esa pasajera anónima se intentará quedar con nuestra maleta…sí, soy mal pensada pero no están los tiempos para confiarse de todos y de todo.

Para salir ahora no hay que hacer trámites de papeleo ni colas en mostradores llenos de funcionarios como a la entrada en el país, lo que hay que hacer es pagar 25$, y así ya pueden construir el aeropuerto tan chulo que han hecho.

Cotilleamos las pocas tiendas que hay en el aeropuerto, hablamos con unos compañeros de viaje asturianos que conocimos en Saigón y con los que nos encontramos por el Mekong, y pasamos el rato a la espera de que salga nuestro vuelo en la sala VIP, que es una de las más pequeñas en las que hemos tenido la oportunidad de estar (aunque hay otras más grandes que no resultan tan acogedoras y tranquilas -e incluso con escasez de suministro de comida a pesar de ser en ciudades importantes, como Barcelona o Santiago de Chile-).


El avión se toma en pista, como también lo haremos en Isla de Pascua, que tiene su punto de encanto porque te hace ir a los viajes del pasado, a esas imágenes en blanco y negro de viajeros, nada de fingers ni de autobuses para acceder al avión; contacto directo en tierra. La compañía con la que volaremos a Singapur, haciendo una escala en Phnom Penh es Silk Air, filial de Singapore Airlines.


Dejamos Siem Reap y sus campos de arroz con la esperanza y la creencia que volveremos a este país.


Brindamos por el viaje y ¿por qué no?, ¡por nosotros!. 


Sobrevolamos el Mekong con sus múltiples cabezas de dragón y que tantas imágenes, pensamientos y emociones nos ha ofrecido.

 

Llegamos a Phnom Penh, la capital camboyana, donde tenemos hora y media de espera para continuar el viaje, que se hace pesada, poco cotilleo en las tiendas, nuevas compras  (un auténtico imán, distraccion y consuelo en ratos perdidos) y mi marido aprovecha para cambiar algo de moneda camboyana de recuerdo, que ya nos íbamos sin ella al utilizar dólares.

 
Decimos hasta pronto al país de escritura bella, Camboya.


En el vuelo de Phnom Penh a Singapur nos toca comida, una ensalada y un pollo rebozado con croquetas y vegetales. 



Continuamos nuestro vuelo, y yo siempre asomada a la ventanilla, costumbre que no perderé durante vuelos y viajes futuros, pero que de alguna manera no me tendrá tan concentrada, y no porque no lo disfrute sino porque intento descansar más ya que los años no pasan en balde y las oportunidades de viajar cómoda hay que aprovecharlas en el momento que se tienen. 




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