El regalo de Angkor (de Alann y del chófer)
Con la visita de Sra Srang todo lo que estaba programado en el tour que había que visitar está visitado pero Alann nos hace una propuesta adelantándose a la idea que me rondaba la cabeza. Ya que el día está despejado podríamos intentar tener una puesta de sol en Angkor, lo malo es que vamos mal de tiempo porque la entrada a los templos las cierran a las 17.30 h y son casi las 17.20 h, ella no tiene voto para esto porque depende del conductor, pero él amablemente dice que lo vamos a intentar y para ello va más rápido de lo normal, y no solo esto sino que además tendrá que esperarnos más de lo que su horario del día establecía.
Llegamos justos de tiempo al templo de Phnom Bakheng, con cientos de turistas que comienzan también la ascensión para la puesta de sol y a buen paso comenzamos la subida que se hace rodeando la montaña donde se encuentra.
Hay un camino más recto pero con más riesgos, las antiguas escaleras que conducían al templo, con escalones demasiado desnivelados y cubiertos de vegetación resbaladiza.
El templo está siendo tomado por los turistas, estamos llegando en masa, aparte de todos los que han llegado ya.
Hay un medio de transporte alternativo a las piernas, que recuerda a los primeros turistas de Angkor, pero para el cual hay que reservar con antelación porque están muy solicitados.
Del templo no vemos nada, no tenemos tiempo para descubrirle, con lo que no voy a contar nada sobre él, me gusta hacerlo sobre los lugares conocidos y este se ha quedado pendiente. Lo que tenemos que hacer es buscar un sitio para contemplar el atardecer y no movernos para no perderlo, ya que esto es la jungla del turista y el que se mueve pierde la vez. Las vistas sobre Angkor Wat son magníficas pero altamente solicitadas.
Hay gente pululando por todas partes, algunos deben llevar en sus posiciones más de una hora e incluso los hay altamente preparados con sus equipos fotográficos.
Tenemos que elegir entre ver Angkor Wat en el atardecer o directamente el atardecer y elegimos esto último que es donde hay más posibilidades de tener un buen sitio y por lo menos ver un ocaso completo en este viaje.
Alann no entiende la pasión que tenemos por ver la puesta de sol, a ella le parece una solemne tontería y no entiende lo maravilloso del momento, la belleza del ocaso en sí mismo y del lugar, aunque la intento hacer entender que si en lugar de estar rodeados de cientos de personas estuviéramos solos mi marido y yo sería más romántico y mágico pero como es lo que hay que lo disfrutamos de igual manera, lo de romántico lo pilla un poco mejor pero poco, es una mujer demasiado práctica.
Aquí algunas fotos del bonito momento, que como comprenderéis fue un contínuo click click.
Posiblemente no sea la más bella puesta de sol que hayamos contemplado, sin irnos tan lejos en Extremadura sobre el Tajo o en Bayona (Galicia) sobre el mar han sido maravillosas, pero Angkor le da el triple de valor y la dosis necesaria de magia, exotismo y espiritualidad.
Camboya no nos podía dejar mejor regalo de despedida, han sido cuarenta y cinco minutos de alegría y a pesar de la gente y el tumulto, de silencio, porque pocas veces se oían voces, como mucho algún suspiro, y no solo mío.
Lo malo es que ahora hay que bajar y cuanto antes mejor que la noche cae y bajar por la ladera a oscuras no va a ser lo mejor, con lo que este templo que pinta muy interesante en su construcción, con muchas torres en los niveles que lo componen, no podemos ni echarle un vistazo rápido, así que se queda pendiente para una próxima visita a Angkor.
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