Tras la parada en Phaung Daw Oo Paya y su mercado, continuamos la
navegación por el lago Inle, viendo algunos puentes que comunican las orillas de los
canales.
Vida
tranquila, vida en marcha, es lo que vemos en las aguas, esta vida
flotante siempre produce unas sensaciones muy especiales.
En el paisaje no dejan de aparecer pagodas y monasterios, y es que la fe budista las levanta por doquier.
Pasamos
junto a aldeas con casas de diferentes tamaños, construidas con madera
y bambú principalmente, en perfecto estado o en abandono total; alguna
debe acoger algún organismo oficial a tenor de la bandera que ondea.
En ocasiones hay que bajar de las barcas para realizar el trabajo, en esta ocasión en los llamados huertos flotantes.
Paramos
en una fábrica y tienda de ropa en el pueblo de Innpawkhon, ropa elaborada con
seda (importada de China), algodón y lo que nos parece más llamativo, loto. La empresa está dirigido por la cuarta generación de la
familia que la fundó.
Nunca
había pensado, más después de haber visitado algunos países de Asia en
los que creo que no lo hemos visto, que con el loto se realizaran
prendas, así que esta visita nos resulta interesante por la novedad, y nosotros somos de esos raros que les gustan visitar talleres y fábricas, sin importar que tras ello hay un rato de compras o intento de ventas de los propietarios.
Dicen que el loto es un ejemplo de
cómo nosotros mismos podemos llegar a ser algo más de lo que a primera
vista parecemos, y con esta elaboración lo demuestran; además dicen que
usar una prenda realizada con este tejido ayuda a absorber la energía
negativa de nuestro cuerpo y trae la buena suerte. Yo estaba convencida antes de emprender el viaje que compraría alguna prenda de este material, pero con estas palabras el convencimiento es mayor.
El tallo del loto se deshilacha pacientemente y luego se pasa por el huso para ir creando la madeja. Para un pequeño pañuelo se necesitan 4.000 flores de loto y 8.000 si es más grande, así que plantar, recoger, desmenuzar, hacer madejas y pasarlas por los telares lleva una buena dosis de trabajo y tiempo.
El tallo del loto se deshilacha pacientemente y luego se pasa por el huso para ir creando la madeja. Para un pequeño pañuelo se necesitan 4.000 flores de loto y 8.000 si es más grande, así que plantar, recoger, desmenuzar, hacer madejas y pasarlas por los telares lleva una buena dosis de trabajo y tiempo.
En el lago crecen diferentes clases de lotos, siendo el más famoso el Kyar Padonmar, que es considerado una flor sagrada. Hace más de ciento cincuenta años, Daw Sar Ou confeccionó una túnica realizada con este loto y se lo regaló a un monje muy venerado, y así comenzó la tradición del tejido.
Todo el trabajo se realiza manualmente, lógicamente ayudados por pequeñas máquinas, como el huso para formar las madejas de hilos con los que trabajar; uno de estos husos lleva una rueda de bicicleta, lo que demuestra que todo puede valer para todo con imaginación y tesón. Se tiene que trabajar con el hilo mojado para evitar roturas, ya aunque a primera vista parece fuerte y resistente, como una cuerda, realmente es frágil.
Los
tintes utilizados para colorear los tejidos, excepto los de flor de
loto, se crean a partir de elementos naturales como cortezas de árbol,
pétalos de flores, hojas y frutos.
Pasamos por la zona de los telares, con sus bastidores y lanzaderas.
En el exterior las madejas y las telas se secan al aire.
Pasamos
a la tienda y un despliegue de productos (pañuelos, camisas,
pantalones, bolsas, monederos…) se despliega ante nuestros ojos: de
algodón, de algodón y seda en diferentes proporciones, de seda únicamente, y sobre
todo los pañuelos de loto, a los que me voy directamente con la
intención de comprarme uno, pero primero me para el precio, a partir de
180$ (que no digo yo que no lo valga, por todo, por producto, trabajo y
calidad), y principalmente el color, es natural, no lleva tintes, así
que son de un color crema, que no entra en mis parámetros de vestimenta,
con lo que no es una buena inversión; malo para mí, bueno para la
cartera de mi pareja. Por supuesto no pregunté por otras prendas porque
su precio sería demasiado alto. Finalmente salimos con varios artículos para
regalar a la familia, y alguno para nosotros, pero ninguno elaborado con lotos.
Ya hemos visto que las mujeres realizan todo el trabajo, también el de dependientas, que están constantemente pendientes de ti, lo que me produce cierta incomodidad, ya sé que es así siempre, pero yo soy más libre, de llamar cuando necesito ayuda; y a la salida vemos cómo los hombres colaboran en las tareas (actitudes demasiado generalistas en todos los países que en este momento no voy a entrar a valorar).
Ya hemos visto que las mujeres realizan todo el trabajo, también el de dependientas, que están constantemente pendientes de ti, lo que me produce cierta incomodidad, ya sé que es así siempre, pero yo soy más libre, de llamar cuando necesito ayuda; y a la salida vemos cómo los hombres colaboran en las tareas (actitudes demasiado generalistas en todos los países que en este momento no voy a entrar a valorar).
A nosotros nos resultó una visita muy entretenida, sobre todo por conocer el trabajo con el loto, del que no conocíamos su existencia.
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