De siete estrellas, eso dicen
Para nuestra estancia de una noche en Dubái, y teniendo en cuenta que
por la ciudad pasaríamos más bien poco tiempo, el calor no favorecía
para hacer turismo y no queríamos empezar el verdadero viaje, que es Myanmar, ya cansados, con lo que consideramos esta escala larga y forzada por los horarios de los vuelos como un placentero tránsito, elegimos el hotel Burj Al Arab, uno de los
edificios insignia de la ciudad, con su característica forma de vela,
construido en 1999 y de 321 m de altura, propiedad del jeque del emirato, Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, como
también lo es la compañía aérea Emirates y el imponente edificio del Burj Khalifa.
Hay un control en el camino para tomar el puente de acceso en coche, en el que piden nuestros nombres para confirmar la reserva, parece que aquí no se entra para cotillear, o duermes, o comes o bebes, pero siempre con reserva.
Hay un control en el camino para tomar el puente de acceso en coche, en el que piden nuestros nombres para confirmar la reserva, parece que aquí no se entra para cotillear, o duermes, o comes o bebes, pero siempre con reserva.
No hay duda que el edificio, cuyo nombre significa "la torre de los árabes", situado por supuesto en una isla artificial, es bonito con su forma de vela, tanto en la lejanía como en la cercanía, en esta última se ve mucho más "rechoncho".
Desde el camino de acceso (hay un lateral para peatones), así como desde el propio hotel se tiene una buena vista del hotel Jumeirah Beach Hotel, también propiedad del jeque, que cuenta con su playa privada.
Desde este camino, vimos en
la lejanía entre la neblina de calor y arena como surgía la ciudad y sus
rascacielos, destacando el impresionante Burj Khalifa cual coloso que
liderara el grupo casi fantasmagórico de edificios, como sombras desvaneciéndose o a punto de hacerse realidad (a gusto del que los vea).
Hacia el otro lado, también surgen entre la neblina los
edificios de Marina Dubai, donde hay algunos rascacielos muy
interesantes para conocer, toda la zona en sí merece una visita, pero
aunque estaba casi programada su visita (consideramos firmemente el uso del autobús turístico hop on hop off), finalmente lo dejamos pasar en favor de la calma.
En
recepción nos atiende una amable señorita, que nos ofrece una toallita
fría para refrescarnos (y estamos a primera hora de la mañana, ocho más o menos) y unos zumos, ambos los cogimos con gran
satisfacción. Con nuestros pasaportes y referencia de reserva va a
realizar los trámites, y siendo tan temprano, lo que estábamos pensando era en la posibilidad de que nos dejaran dar una
ducha y cambiarnos de ropa, para recorrer algo de la ciudad en la espera
de poder entrar en la habitación, cuyo check in es a partir de las 15 h.
En la zona de recepción
y vestíbulo hay una pequeña fuente con pequeños saltos de agua, a cuyos lados hay
dos escaleras mecánicas, la de subida pasa junto a un acuario, que
supongo que es el que se encuentra en el restaurante de Nathan Outlaw at
Al Mahara.
La decoración interior del edificio estuvo a cargo de la diseñadora china Khuan Chew, siguiendo las instrucciones que el jeque le dio para el diseño de las suites y el atrio, que eran las de
impactar e innovar. Khuan y su equipo utilizaron grandes cantidades de mármol, terciopelo y hojas de oro
para adornarlo. Seis meses antes de la inauguración, el jeque visitó el
hotel para dar su opinión; la majestuosidad de las suites cumplió sus
expectativas de demostrar lujo y grandeza, pero al ver el atrio pintado de un blanco minimalista, lo rechazó. Se rediseñó añadiendo brillantes colores en el techo, fuentes de aguas danzantes, un espectáculo de luces multicolores y acuarios gigantes (para gustos los colores y las fuentes).
Disfrutamos de la bella composición arquitectónica y decorativa del interior, con gran luminosidad.
En los laterales de este triángulo, los pasillos por los que se reparten las habitaciones, en el centro se sitúa la recepción de cada uno de los pisos.
Somos
afortunados y nuestra habitación está disponible, ¡bien, bien, bien!,
así que la señorita de recepción nos acompaña a ella, por lo que subimos
por la escalera mecánica que lleva a un amplio distribuidor en el que
hay tiendas, el acceso a una cafetería y a algún restaurante, y a los
ascensores. De nuevo, una fuente con saltos de agua, ahora ya horizontal, alegra el espacio.
Vista de los pasillos en los que se reparten las habitaciones.
Nuestra
habitación está al fondo de un pasillo, una One Bedroom
Panoramic Suite, que de tamaño es descomunal, aunque este tamaño también
es parte de su desventaja porque da la sensación de estar medio
decorada, sobre todo si el uso es para dos personas únicamente, y no es
que nos gusten precisamente las habitaciones abigarradas de mobiliario, pero tan espaciosas al final es un espacio algo desangelado.
Frente a la puerta de entrada a la habitación, un escritorio con su ordenador Apple, y en un armario hay una máquina de café de cápsulas, y un calentador de agua para el té. A continuación, como parte del relleno de mobiliario -eso nos parece- un rincón con dos butacas y una mesa. Pero lo que es más llamativo sin lugar a dudas es la amplia cristalera.
Frente a la puerta de entrada a la habitación, un escritorio con su ordenador Apple, y en un armario hay una máquina de café de cápsulas, y un calentador de agua para el té. A continuación, como parte del relleno de mobiliario -eso nos parece- un rincón con dos butacas y una mesa. Pero lo que es más llamativo sin lugar a dudas es la amplia cristalera.
A continuación una mesa con cuatro sillas y finalmente una chaiselongue en la esquina.
Hay una barra de bar con dos taburetes, con una botella de vino
de cortesía, pero hay que tener cuidado con los delicatesen en cajitas
que contienen frutos secos y almendras, u otros objetos, que son de
pago. Eso sí, algunas de las cajas son monísimas, con la forma del
edificio.
El espacio del salón se completa con un amplio sofá frente al que se encuentra la pantalla de televisión.
En
esta planta también hay una habitación en la que guardar maletas -o los
cojines y decoración de la cama, que es lo que hicieron-, para que no estorben ni con la visión, además hay un
pequeño aseo -sin bañera ni ducha-, muy útil para evitar tener que subir las escaleras para
acceder al baño principal.
Desde la cristalera tenemos vistas del hotel Jumeirah Beach y de su playa homónima, así como de un pequeño atracadero de barcos.
Una lujosa escalera, que parece de una mansión de película o serie de televisión, conduce al piso superior, donde se encuentra el dormitorio.
La cama por supuesto que es muy amplia y muy cómoda, con el “detallito” del espejo sobre ella.
El
espacio cuenta con sus propios inmensos ventanales, no en vano la
habitación recibe el nombre de panorámica, y también cuenta con un
pequeño diván, un galán de noche, un mueble del que por detrás surge la
televisión (no vaya a ser que oculte las vistas, mejor ocultarla a ella)
y una cómoda butaca con reposapiés. Sitio para sentarse no falta en la habitación, hay para elegir de todos los tipos.
Por detrás
de la cama hay un inmenso vestidor con amplios armarios, que resultan ridículos para los cuatro trapos que sacaremos de nuestras maletas para
pasar el día. El baño es un esplendor visual con mosaicos y dorados,
aunque creo que el acceso a la bañera de hidromasaje se queda algo corto, tenía que ser
ésta más exenta para que el conjunto no desmereciera el tamaño; y además los
mandos de la grifería no son precisamente cómodos, con las manos
mojadas cuesta accionarlos o pararlos (mira que soy quisquillosa).
Aparte
de la poca funcionalidad de los mandos, nada que objetar a la amplia
ducha con un buen canal de agua, así como la posibilidad de activar los
chorros de masaje; pues mira sí voy a buscar
un detallito, no estaría mal un banco de piedra para sentarte y disfrutar
más y mejor de los chorros, y es que hay espacio para él.
Aparte de las
amenities de rigor: cepillos de dientes, gorro de ducha, peine… tenemos
dos pequeños frascos (de cristal) de colonia Hermes, uno para cada uno, que por
supuesto se han venido con nosotros.
Ya que han nos han permitido el acceso a la habitación (por lo que supongo que no estaban a plena ocupación, aunque no estuviera situada en las plantas más altas, por lo que nos pidieron disculpas, asombro total ¡¡¡¡!!!!), aprovechamos el tiempo del que disponemos para acomodar la ropa que utilizaremos estos dos días, ducharnos con tranquilidad y redesayunar algo de fruta con la que nos obsequiado, con lo que dejamos para otra ocasión lo de conocer la ciudad, que hubiera sido casi forzoso si hubieran mantenido la hora de entrada.
Ya que han nos han permitido el acceso a la habitación (por lo que supongo que no estaban a plena ocupación, aunque no estuviera situada en las plantas más altas, por lo que nos pidieron disculpas, asombro total ¡¡¡¡!!!!), aprovechamos el tiempo del que disponemos para acomodar la ropa que utilizaremos estos dos días, ducharnos con tranquilidad y redesayunar algo de fruta con la que nos obsequiado, con lo que dejamos para otra ocasión lo de conocer la ciudad, que hubiera sido casi forzoso si hubieran mantenido la hora de entrada.
Una vez listos
salimos a la calle, recibiendo un soplo de calor sobre nuestros cuerpos, y en un taxi vamos a
la visita concertada al Burj Khalifa, que una vez realizada comemos y curioseamos un poco por el Dubai Mall, y volvemos al hotel, que esta
tarde disfrutaremos un rato de la piscina antes de la cena -que tendremos en el piso 27, en el restaurante Al Muntaha- . Hacemos uso de la bolsa que el hotel pone a nuestra disposición
(si, estuve a punto de echarla en la maleta, pero solo pensar en que me
pararan para reclamarla me producía tal vergüenza que me arrepentí al
momento, que otra cosa es que hubiera tenido el cartelito de complementary, pero no parecía un souvenir de regalo).
El hotel cuenta con varias piscinas, una para niños, otra con profundidad pero no demasiada, que no estaba muy ocupada.
Y la piscina-playa, ya que el suelo ha sido sustituido por arena, con vistas al mar, en la que hay alta ocupación. Cuenta con hamacas individuales o para parejas.
Se pueden alquilar unas “cabañas” para pasar el día, en las que hay un
sofá, una televisión y cuentan con aire acondicionado; tienen su precio, el lujo se paga.
Una
vez instalados en nuestra hamaca doble, nos han colocado y desplegado las
sombrillas para tener la mayor sombra posible, somos obsequiados con una
bolsa con cuatro botellas de agua casi congelada, dos toallas mojadas
con agua fría y un spray pulverizador de agua para refrescarnos. ¡Toma
ya! Esto sí es complementary.
Ya podemos bañarnos en esa piscina con
vistas al golfo, donde hay unas hamacas sobre el agua que son un placer.
A cada lado de la piscina además hay un jacuzzi.
Desde la piscina además tenemos vistas del edificio en su parte trasera, menos conocida.
A la mañana siguiente el vuelo era muy temprano, así que optamos por pedir el desayuno en la habitación, incluido en el precio, y disfrutar de ella y de sus vistas con tranquilidad.
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