¡Pura
Vida!
Hoy comienza el viaje
que nos llevará por todo el país, descubriendo todo lo que podamos de sus
bellezas naturales, que son muchas. El desayuno lo tomamos en el hotel, es tipo
buffet, sin grandes alardes gastronómicos, pero tienen un plato que es un clásico
tico, por lo que decido probarlo, el gallo pinto: arroz con frijoles negros
guisados con cebolla, pimentón dulce, cilantro. Hay que alimentarse bien, y
para acompañarlo un zumo de tamarindo (ricoooooo).
Como no soy capaz de
desengancharme de mi té de la mañana, continúo mi rutina diaria, y no pruebo el
café costarricense, que parece que no estaba malo, sobre todo conociendo los
cafés de los hoteles por regla general.
Los transportes que
tenemos contratados son en minivans principalmente, en este caso de la empresa
Interbus, donde pueden viajar hasta diez pasajeros. Hoy nos toca recoger en
otros hoteles de San José a una americana y a una pareja de alemanes, así que
hacemos un pequeño tour por la ciudad, pasando por el barrio de Amón y por el
barrio de Otoya, que nos llama la atención, pero solo fotografiamos los grafitis y
no las bonitas casas que tienen.
Salimos de San José,
y esta foto me resulta muy curiosa: las vías del tren, las casas con paredes de
latón, con pintadas o graffitis, y dos hombres con traje, y seguramente con corbata.
A las afueras de la
ciudad vemos lo que ocurre en todas las ciudades del mundo, poblamientos de
chabolas, en un caos arquitectónico total. Si en la ciudad es donde se encuentra el trabajo hay que acercarse a ella. Lo que tampoco suele faltar en estos poblamientos son las antenas parabólicas.
Una parada de autobús
simpáticamente decorada, estamos en la autovía 32 en dirección noreste.
Toca pagar peaje,
aunque me parece que solo en este sentido, para entrar a la ciudad no recuerdo
que se hiciera ninguna vez, pero es un dato confuso sin seguridad.
El día no es
precisamente soleado, pero el verde del paisaje comienza a rellenar nuestras pupilas.
En la carretera vemos
puestos de frutas y verduras: plátanos –curioso que no le llamen banana-, pejibayes (que
no tengo muy claro si se trata del fruto del palmito, o de una zona del tronco
del cogollo del árbol del que se extrae el palmito conocido), yuca y mamones (de
estos hablaré más adelante).
Atravesamos el Parque
Nacional Braulio Carrillo, dividido por esta autovía 32, y el paisaje nos gana
definitivamente, y eso que no pudimos tomar buenas fotografías, pero en los
ojos momentáneamente lo conservamos.
En Guápiles hacemos
una parada para desayunar, los que no lo hayan hecho; para descansar, los que
estén cansados de dos horas de viaje; o para tomar una bebida, que es lo que
hacemos nosotros.
Durante todo el
viaje, por todo el país hemos visto puestos de policía en los pueblos y
ciudades, y coches patrullando por las carreteras.
Y aquí tenemos el
mamón, que es como llaman al rambután, ese fruto tan rico que conocimos en
Vietnam, que nos gustó mucho allí. Suele tener varios precios, el de menor importe es para los frutos en peor estado, si se
quieren de mejor presencia, y seguramente mayor sabor, hay que pagar algo más, aunque
supongo que el regateo estará a la orden del día.
Pasado Guápiles
giramos en dirección sureste, acercándonos a la costa, y comenzamos a ver las
típicas palmeras, aparte de ir descubriendo eventualmente rayos de sol.
El paisaje verde y
los ríos siguen deleitando nuestros ojos.
Llegamos a la
población de Puerto Limón, a la entrada se encuentra el cementerio, dividido en
dos por la carretera. Conocida como Limón, conoció su auge con la exportación
de bananas, que partían en barcos desde su puerto, y gracias a la llegada del
ferrocarril, para cuya construcción llegaron afrocaribeños de las Antillas, por
lo que en sus calles todavía se pueden ver descendientes de ellos,
proporcionando un curioso ambiente, aunque la lástima es que tiene la lacra de
no ser una ciudad especialmente segura, con una alta tasa de delincuencia,
detalle que podemos notar en que la mayor parte de las casas, unifamiliares
principalmente, están protegidas por verjas.
Salimos de Puerto
Limón para tomar la carretera 36 en dirección sur, cruzando ríos que desembocan
en el Mar Caribe, que en algunos tramos ya se deja ver y nos emociona.
En Cahuita o sus
alrededores comienza el desalojo de viajeros de la minivan, entrando en caminos
de tierra que parecen conducir a la nada, aunque finalmente aparecen los
hoteles perdidos entre la vegetación, ¿un oasis?, lo que es seguro que se tendrá infinita tranquilidad.
Nos quedamos los
últimos en la minivan, y tras algo más de cinco horas de viaje llegamos a
Puerto Viejo de Talamanca, que nos produce buenas sensaciones, con su playa,
sus árboles costeros, su ambiente...y lo primero es dejarnos en el hotel en el que pasaremos dos noches.
¡Pura Vida!, este es el saludo de los ticos, ya sea para saludar o para despedirse; luego ya pueden preguntar qué tal estamos, o cómo hemos dormido o descansado o comido... En San José nunca lo escuchamos, pero a partir de este momento será una bonita expresión que adoptaremos con cariño y respeto. Y es que en Costa Rica la vida es muy pura, muy verde, muy natural, y sobre todo como ya iremos viendo, ¡muy animal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario