9 de diciembre de 2015

Uzbekistán - Historia

Crisol de culturas

Comenzamos la narración del viaje del verano de este año 2015 con bastante retraso, y por supuesto lo hacemos por un breve repaso por la historia del país que hemos tenido la fortuna de conocer, Uzbekistán, del que ya adelanto que nos ha sorprendido y encantado. 

Lo primero que hay que decir es que Uzbekistán es un país interior, rodeado por cinco países de los que terminan en “istán” y que tantos quebraderos de cabeza nos producen a algunos de nosotros para ubicarlos correctamente en el mapa (yo reconozco que no lo haría bien todavía) y también para pronunciarlos: Turkmenistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Afganistán (la sola mención de este último país a nuestras familias y amigos les producía temor, pero nosotros no nos acercaríamos a su frontera, y desgraciadamente está demostrado que si quieren actuar los terroristas lo harán donde quieran, sin necesidad de acercarnos a ellos). Todos estos países conforman Asia Central o Eurasia Central (un poco de Asia, un poco de Europa, mezcla de culturas como lo fue la Ruta de la Seda, que es la que nos ha hecho llegar aquí por todo lo que desborda en nuestra imaginación el solo pronunciarla), que también puede llamarse Asia Interior o Turquestán, o con el exótico nombre de Transoxiana... una Asia Central que como veremos gobernó no solo este territorio sino que se expandió por zonas inimaginables. Y todos estos países acabados en “istán” surgieron del desmembramiento de la URSS producido entre 1990 y 1991. 

 

Fuente: lahistoriaconmapas.com

Geográficamente hay que tener en cuenta que en Asia Central los ríos no desembocan en mares sino en lagos o mares interiores, y para muestra, el precario y extinto Mar de Aral (un desastre ecológico de dimensiones estratosféricas) o el Mar Caspio.

Uzbekistán ocupa 447.400 km2, una superficie similar a la que ocupa Marruecos o Suecia; de este a oeste hay 1.425 km, y de norte a sur, 930 km. Está dividido en 12 provincias autónomas, una ciudad (Tashkent) y una república autónoma (Karakalpakistán). 

 

Fuente: wikipedia.org

Asia Central representa como pocas zonas del mundo un fabuloso entramado de antiguas civilizaciones y migraciones de los pueblos que alcanzaron un mayor desarrollo cultural en la Antigüedad. Está habitada por aproximadamente sesenta millones de personas, casi la mitad viviendo en Uzbekistán.

La historia de Asia Central es un continuo llegar de pueblos, que conquistan para luego ser conquistados por otros, y con ello se produjo una mezcolanza cultural que enriqueció la región. Aunque se podrían pasar por alto algunos datos históricos, creo que cuanto mejor quede reflejada esta sucesión de pueblos en esta reseña histórica será más adecuado e instructivo.

Las últimas investigaciones realizadas muestran que el ser humano llegó a la región del actual Uzbekistán hace unos 40.000 o 50.000 años, lo que la convierte en una de las regiones habitadas más antiguas. Hacia el tercer milenio a.C. penetraron en la región pueblos indo-iranios procedentes desde el sur de Rusia que se dirigían hacia India. Los vestigios más antiguos hallados en Uzbekistán se remontan a la Edad de Bronce, alrededor del 2000 a.C., con pueblos llegados desde China, no indoeuropeos e indoarios, que comenzaron a asentarse de forma permanente.

Los dos pueblos principales iranios fueron los sogdianos, ubicados en las regiones de Samarcanda y Bukhara, y los bactrianos, situados más al sur, entre el sur de Uzbekistán y el norte de Afganistán. Posiblemente en el siglo V a.C. los sogdianos fundaron Maracanda, la actual Samarcanda, considerada como una de las cunas del idioma persa. Ambos pueblos fueron mayoritariamente agricultores, desarrollando técnicas de irrigación, aprovechando el gran caudal de los ríos Syr Darya y Amu Darya, agrupándose en comunidades de un tamaño importante y trabajaron la artesanía del metal. Más al norte, al este del mar de Aral, habitaban los escitas -que tenían un elevado desarrollo militar- y los masagetas, ambos también de origen iranio.

Alrededor del año 540 a.C., Ciro II, fundador del imperio persa, se lanzó a la conquista de Asia Central, integrando Sogdiana, Bactriana, Corasmia y Partia en el Imperio Aqueménida; Ciro II fue asesinado por orden de la reina masageta Tomyris. En este tiempo ya hay noticias de importantes ciudades como Samarcanda y Bukhara, donde se alternaban el poder bactrios, sogdianos y otros reinos, escindidos del Imperio Aqueménida de Persia. Para ir mezclando más la etnia y la cultura, desde las estepas del norte llegaron grupos de etnia turca.

En el año 330 a.C. las tropas de Alejandro Magno derrotaron al último emperador aqueménida Darío III, y tres años más tarde arrebataron Samarcanda y Bukhara a Sogdiana, reino que controlaba las tierras entre los ríos Syr y Amur Darya, y la región habitada por Bactriana. Anteriormente, Alejandro Magno ya había fundado una ciudad de nombre Termez, que en la actualidad es la ciudad más meridional de Uzbekistán.

Alejandro se casó con Roxana, hija de un caudillo bactrio y continuó su poderoso avance hacia India. El matrimonio fue también el preludio de las conocidas como bodas de Susa, en las que 10.000 griegos contrajeron matrimonio con 10.000 orientales en el 324 a. C.

Alejandro falleció en Babilonia en el año 323 a.C. sin designar heredero, a pesar de tener un hijo con Roxana; así que a su muerte, sus generales se repartieron sus dominios y se convirtieron en sátrapas (gobernadores, nombre del que derivó el adjetivo sátrapa para designar a personas déspotas) de diversos territorios donde se fusionaron elementos culturales. 

La parte nordeste de su imperio, conocida como Transoxiana, más allá del río Oxus -antiguo nombre del río Amu Daria-, pasó a manos de su general Seleuco I Nicátor, fundador de la dinastía de los seléucidas, gobernador y posteriormente rey de Babilonia. Durante su reinado, Bactriana recibió una masiva inmigración de griegos exiliados, lo que convirtió la región en la más helenizada de todas las conquistadas.

Entre el siglo I a.C. y el II d.C., el territorio grecobactriano fue invadido por los yuezhi y los saka, pueblos nómadas originarios de China. Los partos ocuparon en el 115 la zona oeste de Bactriana, reemplazando a los sakas, que habían emigrado hacia el actual Afganistán.

En el año 138 a.C. el emperador de China envió un emisario, llamado Zhang Qian, para lograr alianzas con los yuezhi, que controlaban Sogdiana y Bactria, en lo que se considera el primer hito de lo que posteriormente sería la Ruta de la Seda.

Hacia el año 200 d.C., Sogdiana cayó en poder de la nueva dinastía del Imperio Persa, los sasánidas, que convirtieron al zoroastrismo como la religión oficial, y que se caracterizaron por una fuerte centralización del poder, un urbanismo ambicioso y una agricultura de técnicas avanzadas. Bajo su reinado, el arte y la cultura persa llegaron a un nivel destacado y su fuerza militar fue capaz de desafiar a la pujante Roma.

Entre el siglo I a.C. y el III d.C. la dinastía Kushán, una rama de los yuezhi, dominó la región de Sogdiana situada en el sur de Uzbekistán, Afganistán y el norte de India. La dinastía había adoptado el budismo y lo expandieron con fuerza a través de las caravanas que ya recorrían la Ruta de la Seda hasta China y el Tíbet, la ruta comercial terrestre y marítima más larga de la antigüedad; en esta ruta no sólo se transportaba seda, también especias, papel y porcelana, además de creencias religiosas, ideas y cultura, enriqueciendo con ello a las ciudades por las que pasaba.

En los siglos III y IV, los sasánidas intentaron conquistar Transoxiana, pero su progresiva expansión provocó la sublevación de los kushán, con los que tuvieron numerosos combates.

En el siglo IV, los hunos capitaneados por Atila arrebataron Asia Central a los sasánidas, llegando hasta Irán y prosiguieron su avance hacia Europa, pero en el año 559 los persas sasánidas recuperaron el poder gracias a una alianza con los llamados Turcos Azules, logrando la expulsión de los hunos; entre ambos se repartieron el territorio del actual Uzbekistán, incluyendo la zona de los sogdianos, que no tardaron en rebelarse.

La Guerra Santa que brotó en Arabia en las primeras décadas del siglo VII conquistó Persia en el 642, terminando así con el imperio sasánida, encontrando una fuerte resistencia en la Transoxiana uzbeka, y finalmente en el 709, el caudillo árabe Qutaybah ibn Muslim conquistó Bukhara, y tres años más tarde Samarcanda, asentando de esta manera el Islam en Asia Central y desbancando al zoroastrismo.

Los sogdianos que aceptaban convertirse al Islam quedaban exentos del pago de impuestos. Ante el gran número de conversiones, se produjo una importante reducción de la recaudación fiscal, así que los árabes decretaron que los nuevos conversos debían circundarse y demostrar un amplio conocimiento del Corán, medida que provocó una rebelión.

Casi al mismo tiempo, una incursión china se apoderó del kanato turco de Tashkent, al que incorporó al imperio de la dinastía Tang, para perderlo en el 751, cuando turcos árabes, que se unieron a los árabes en su lucha contra los tibetanos, hicieron retroceder a los chinos en la Batalla de Talas hasta la actual frontera de China, y aquí fue cuando capturaron a comerciantes chinos que conocían el secreto del papel, convirtiendo a Samarcanda en el primer centro de producción de papel del mundo musulmán, mejorando incluso la fabricación al incorporar tela en la preparación. El papel llega a todo el mundo islámico y a Occidente gracias a las conquistas árabes en Asia Central, llegando a Játiva (sí, a España) en el 1056 y a Francia en los inicios del siglo XIV.

Entre el 750 y el 850, período del califato abasí, la ciencia conocida como árabe-musulmana alcanzó su máximo esplendor. Los soberanos pagaban precios exorbitados por cualquier libro traducido y, por eso, desde el siglo IX, casi todos los libros escritos en Grecia estaban disponibles en árabe.

Entre los siglos IV y VIII, los sogdianos crearon una red comercial que unía Constantinopla con China central, y desde las estepas mongolas hasta Indonesia. También establecieron comunidades mercantiles en las principales ciudades chinas y concentraron tanto poder que An Lushan se convirtió en general del ejército imperial y se proclamó emperador en el 756. Se enviaron embajadas al Imperio Bizantino, estuvieron presentes en Vietnam e India… estas relaciones internacionales están representadas en el fresco del palacio de Varkhuman, que se conserva en el Museo Afrosiab de Samarcanda.

En el 861 una dinastía persa ya islamizada, los safáridas, toma el poder en el este de Persia, Afganistán y el sur de Uzbekistán, enfrentándose además al califato abásida de Damasco. Durante el reinado de los safáridas floreció la cultura persa, sobre todo la poesía.

En el año 900, otros persas rivales, los samánidas, aliados de los árabes, derrotaron a los safáridas en la Batalla de Nalkh (Afganistán) y en recompensa los abasidas les cedieron el control desde Afganistán hasta la franja oriental del actual Irán y desde el Estrecho de Omán hasta el centro del actual Kazajastán, estableciendo sus principales centros de poder en Herat (Afganistán), Samarcanda y Bukhara.

Los samánidas permanecieron en el poder hasta 999 y con ellos surgió un gran apogeo cultural, desarrollando el urbanismo y la arquitectura funeraria, crearon piezas de cerámica con decoraciones caleidoscópicas o jaspeadas, etc. Atrajeron filósofos, poetas y científicos islámicos prominentes, como el persa Avicena, natural de Bukhara, matemático considerado el médico medieval más importante, o el gran astrónomo Al-Biruni, el primero en calcular a distancia de la Tierra a la Luna con un error de sólo 20 km; o Al Khorezmi, inventor del álgebra y los algoritmos, que supuestamente nació en Khiva. Durante la época samánida se tradujo en su totalidad el Corán al persa, lo que determinó la masiva conversión al Islam en Asia Central, incluyendo los turcos, que terminarían su periplo nómada en la península de Anatolia. Durante este tiempo, Bukhara llegó a rivalizar en esplendor e importancia cultural con Bagdad, lo que muestra su gran desarrollo. 

En el 999, el último emir de los samánidas, Abd-al-Malik II, fue derrotado por dos ejércitos, los Ghaznis por el sur, y por el Sultán Satuq Bughara Jan, caudillo de los Karajánidas, considerados como los ancestros de los uzbekos, que ocupó Bukhara. De esta forma, el antiguo reino samánida se dividió entre ambos clanes turcomanos, que instalaron definitivamente el Islam en la región. El río Oxus, el actual Amu Darya, marcó la frontera entre ambos emiratos o kanatos.

Aprovechando las continuas luchas entre karajánidas y ghaznis, los turcos selyúcidas, llegados de Persia, derrotaron a ambos a mediados del siglo XI, extendiendo un imperio que en su máximo apogeo, hacia el año 1090, comprendía Asia Menor, Palestina, Persia, Irak y gran parte de Asia Central hasta China. Pero en el siglo XII, un estado vasallo, el kanato de Khorezm, los derrotó y se erigió como nueva superpotencia en Asia Central.

En 1218, el gobernador de Khorezm en Otrar recibió una delegación de los mongoles para establecer relaciones comerciales, pero el gobernador asustado por la terrible amenaza en la que se estaban convirtiendo las huestes de Gengis Kan, asesinó a traición a los miembros de la delegación, lo que provocó la ira del emperador mongol, que un año más tarde, al mando de 200.000 hombres partió hacia Otrar y la conquistó –vertió plata derretida en los ojos del gobernador-, así como la mayoría de las ciudades del Khorezm. Bukhara fue salvajemente saqueada al estilo mongol, como más tarde ocurriría con Bagdad, Damasco y otras ciudades de Siria, para después incendiarlas.

Samarcanda, Termiz y Urgench fueron rápidamente conquistadas y saqueadas. Además, los mongoles emprendieron un genocidio contra la población persa, que era mayoría, pero que con este exterminio dejó de serlo.

A la muerte de Gengis Kan en 1227, su vastísimo imperio fue dividido entre sus cuatro hijos, y fue su segundo hijo, Chagatai, el que heredó el actual territorio de Uzbekistán, además del sur de Kazajastán, Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán, el norte de Afganistán y el Xinjiang occidental de China, fundando así el kanato de Chagatai como un reino autónomo en el seno del imperio mongol, con el que comenzó una época de estabilidad política en la antigua Transoxiana, aunque con cierto declive económico, cultural y arquitectónico.

Mubarak Shah fue el primer kan de Chagatai que se convirtió el Islam, y con él se extendió sobre la población mongola, aunque la resistencia de ciertos sectores de la sociedad a la conversión provocó la escisión del kanato en dos a mediados del siglo XIV. Los mongoles musulmanes y con más raíces turcas se quedaron con la zona más occidental, con un estilo de vida sedentario; y los más tradicionales y mongoles más puros con las regiones fronterizas con China, Tian Shan, Kashgar, las planicies al norte y al este del río Syr Darya,  con un estilo de vida nómada.

El kanato de Chagatai duró hasta 1347, cuando el jefe de la tribu de los Karnau, Kazagha, asesinó al último kan y se proclamó emir. Tras el asesinato de Abdallah, hijo de Kazagha, el país se vio sumido en el caos. Los nómadas mongoles, mejor formados militarmente, aprovecharon la situación y organizaron numerosos ataques; fue entonces cuando una tribu turco-mongola, los barlas, empezaron a cobrar importancia en la región.

A mediados del siglo XIV un militar nacido en Shahrisabz (realmente en una aldea cercana), a unos 80 km al sur de Samarcanda, Timur (1336-1401), descendiente lejano de Gengis Kan, conocido como Tamerlán (del inglés Timur the Lame, Timur el cojo), formado a las órdenes del kan de Chagatai, fue ganando prestigio hasta convertirse en caudillo, primero de los barlas y más tarde de las tribus de la zona. En 1369, en la ciudad afgana de Balkh se proclamó soberano y subió al trono en Samarcanda, ciudad en la que instaló su capital, resucitándola tras la devastación que sufrió a manos de los mongoles en 1220, aunque nunca utilizó el título de kan, sino el de Amir, el emir árabe.

Durante los siguientes 35 años, Timur se reveló como un genio militar y anexionó grandes territorios, pero su visión política fue muy deficiente y no logró establecer administraciones fieles en estas conquistas, lo que se tradujo en constantes rebeliones. Comandante despiadado y orgulloso, al final de sus días les pedía a sus hombres que le llevaran a hombros al combate para poder seguir luchando, ya que su cojera le impedía mantenerse en pie con altivez y resistencia.

En 1398 Timur atacó el Sultanato de Delhi y saqueó la capital, ordenando asesinar a 100.000 prisioneros antes de partir y de dejar la ciudad en ruinas; para ello alegó la permisividad del sultanato hacia los hindúes y otros infieles, pero la razón real fue la codicia y las riquezas de la ciudad. Además capturó una ingente cantidad de esclavos que utilizó en la construcción de la mezquita Bibi Khanym en Samarcanda.

En 1399 atacó a los ejércitos del sultán otomano y del mameluco mandatario de Egipto, a causa de la disputa sobre los territorios turcomanos en Anatolia. Finalmente invadió Siria y saqueó Alepo y Damasco.

Posiblemente para resarcirse de las acusaciones del mundo musulmán de asesinar a miles de sus correligionarios, en 1400 Timur atacó las cristianas Armenia y Georgia, capturando unos 60.000 esclavos que fueron llevados a Samarcanda.

En 1402 derrotó al Sultán otomano en la batalla de Ankara, devastando la península de Anatolia y masacrando a sus habitantes.

En sus últimos años de vida, Timur conspiró con los mongoles, de los que descendía, que habían sido expulsados por la dinastía Ming de China, con la intención de reconquistar y devolver a los descendientes de Gengis Kan el Imperio Celeste. A finales de 1404 emprendió su marcha hacia China, pero cayó enfermo de peste en un campamento cerca del río Syr Darya y murió en Otrar sin haber alcanzado la frontera china.

En tiempos de la mayor expansión de su imperio, gobernó un territorio que hoy ocupan Turquía, Siria, Egipto, Irán, Irak, Asia Central, Afganistán, Armenia, Georgia, Azerbaiyán, Pakistán y los territorios de las ciudades chinas de Turfan y Kashgar. Este sería el dato “positivo”, pero para ello causó más de 17 millones de muertos. El Imperio Timúrida se amplió por el norte y el noroeste hasta el Mar Caspio y las riberas del Volga y el Ural, mientras que por el suroeste se anexionó Persia y la mayor parte de Irak, y finalmente, por el sur comprendía Afganistán y llegaba hasta el Golfo Pérsico.

Durante sus campañas, Timur capturó un gran número de arquitectos, artesanos y artistas que embellecieron las ciudades, en especial la capital, que estableció en Samarcanda. También floreció la literatura, la pintura y otras artes. Los viajeros, como el español Rui González de Clavijo en 1404 (con este dato me quedé tremendamente sorprendida), enviado de Enrique III de Castilla para que Timur mantuviera alejados a los otomanos de Europa, quedaron asombrados con el esplendor de Samarcanda, tanto como con la crueldad del emir. La misión de González de Clavijo fue un fracaso, ya que cuando llegó, Timur partió a la campaña en China de la que no regresaría, por lo que no se puedo entrevistar con él.

El imperio de Timur duró tan sólo un siglo, en el que se realizaron grandes obras culturales, artísticas y científicas, sobre todo en Samarcanda y en Herat, por lo que en el siglo XV el actual Uzbekistán era conocido como el del renacimiento de Tamerlán. En 1507 el imperio cayó en manos de los uzbekos de la dinastía de los Chaibanidas.

Durante la época soviética de Uzbekistán no existía en ninguna ciudad una plaza o estatua dedicada a Amir Timur, pero con la independencia de la república y la necesidad de reafirmar una identidad nacional, los gobernantes tuvieron la extraña idea de encontrar un héroe en su figura, que realmente no era uzbeko, ya que esta tribu llego casi un siglo después de su muerte, que además consideraba como sus enemigos, y que fueron quienes desalojarían a los mongoles. Hay estatuas de Timur en Tashkent, Samarcanda y Shahrisabz, pero ni la mínima referencia en la región del Khorezm, en Khiva por ejemplo, ya que la ciudad fue arrasada por él y con las cabezas de sus habitantes hizo una torre de gran altura.

A la muerte de Timur, el imperio se dividió entre sus hijos. El legítimo heredero, su nieto Pir Muhammad, hijo de Jahangir, murió antes que el propio Timur, y este al no considerar aptos a sus otros hijos, designó a este nieto para gobernar su imperio. Pir Muhammad fue asesinado por su primo Khalil Sultan, que gobernó cuatro años. Finalmente, Shah Rukh, hijo de Timur, tomó el poder, siendo el hijo que alcanzó mayor gloria.

Shah Rukh gobernó la zona oriental del imperio de su padre y trasladó la capital desde Samarcanda a Herat (Afganistán), a la que llegaron músicos, poetas, miniaturistas y arquitectos, para tener su propio renacimiento cultural. Shah Rukh se mantuvo en el poder desde 1407 hasta su muerte en 1447, consiguiendo en este tiempo continuar con la prosperidad de la región, en parte por la mayor seguridad de las caravanas en la Ruta de la Seda, cuyas ciudades principales en Asia Central dominaba. Al contrario que su padre, no se embarcó en sangrientas campañas militares e incluso llegó a establecer relaciones cordiales y diplomáticas con el Imperio Ming, al que intentó conquistar su padre cuando le llegó la muerte.

A la muerte de Shah Rukh en 1447 le sucedió su hijo Ulugbek, que ya era gobernador de Samarcanda desde 1409. Ulugbek fue un insigne matemático y sobre todo astrónomo, que dotó a la ciudad de un importante observatorio y destacó más por su patronazgo científico que por sus cualidades políticas, ya que cometió muchos y graves errores, como la masacre de la población de Herat, y que perdió parte de su territorio en luchas contra los reinos vecinos.

Durante el reinado de Ulugbek se construyeron las madrazas de Samarcanda y Bukhara, modelo de inspiración para las decenas de escuelas coránicas y mezquitas que se construirían en los siglos posteriores. Pero la vida cultural se concentró en Herat durante la segunda mitad del siglo XV, donde vivió y trabajó el célebre poeta y filósofo uzbeko Mir Ali Shir Nava’i, fundador de la lengua uzbeka moderna.

En 1449, solo dos años después de su ascensión al trono, Ulugbek fue decapitado cuando se encontraba de peregrinación a La Meca, por las órdenes de su propio hijo Abd al-Latif, y con ello llegó el inicio del fin del imperio timúrida, que acabaría roto en pequeños emiratos. Abd al-Latif solo permaneció en el trono seis meses, ya que fue asesinado por su primo Abdullah. En esta espiral de violencia familiar, Abdullah fue depuesto y ejecutado en 1451 por un bisnieto de Timur, Abu Said Mirza, que previamente había tomado Samarcanda y Bukhara.

Entre 1313 y 1340 gobernó uno de los kanatos formado por el norte de Kazajastán y los territorios rusos adyacentes, Uzbek u Özbeg, miembro de un clan de descendientes de Gengis Kan. Sus súbditos, unas tribus nómadas procedentes del Mar de Aral adoptaron su nombre como referencia nacional y un idioma de raíz turca, y se expandieron hacia el sur. Las luchas internas y traiciones entre los descendientes de Timur impulsó a los uzbekos a la batalla por el decadente imperio y en 1468 el caudillo Mohamed Shaybani se apoderó de la mayor parte de Transoxiana, surgiendo con él la dinastía Shaybánida. En 1501, la práctica totalidad del territorio que es hoy Uzbekistán estaba en manos de los uzbekos y ya nunca lo abandonarían. En 1511 tomaron posesión de Khiva, aunque el kanato no aseguró su territorio hasta 1512, tras vencer a los mogoles de Babur. Hacia 1512, el kanato uzbeko fue gobernado por cuatro kanes.

El último kan descendiente de Shaybani, Abdullah II, reinó en Bukhara entre 1538 y 1598, y con él, el kanato conoció un freno intelectual debido al aumento de la influencia religiosa en el estado.

A comienzos del siglo XVII la Ruta de la Seda cae en desuso, y durante este siglo y el siguiente los kanatos uzbekos vivieron en continuas luchas con sus vecinos. Durante la segunda mitad del siglo XVII, el kanato de Bukhara conoció un cambio dinástico y fue gobernado por los jánidas, y una gran parte de las tribus uzbekas se reunieron en el norte, dando origen a la etnia de los kazajos.

Sobre los restos de uno de los emiratos en los que se rompió el imperio de Timur, Babur, su tataranieto, fundó el Imperio Mogol (no lleva “n”) o Imperio Mongol de la India, que regiría el Indostán hasta mediados del siglo XIX. En 1497 trató de tomar Samarcanda, ya que consideraba tener un derecho legítimo hereditario, pero finalmente tuvo que retirarse. En 1501 lo volvió a intentar y volvió a fracasar, derrotado por el poderoso kan de los uzbekos. En 1504 tomó la fortaleza de Kabul y desde allí centró sus esfuerzos en la invasión del subcontinente. En 1510, tras la muerte de Shaybani, Babur reclamó sus posesiones originales, y en 1511 consiguió entrar triunfalmente en Samarcanda, pero en 1514 fue nuevamente derrotado por los kanes uzbekos y tuvo que regresar a Kabul. En 1526 en su conquista hacia el sur derrotó al sultán de Delhi.

Durante casi dos siglos, los emperadores mogoles ampliaron sus conquistas hasta abarcar los actuales Afganistán, Pakistán, India y Bangladesh. El imperio era musulmán y se caracterizó por fomentar las artes y el embellecimiento de las ciudades con impresionantes mausoleos, fuertes y templos.

Así, en Uzbekistán tenemos tres kanatos: Khiva, Bukhara y Kokand, cuyos kanes gobernaban como señores feudales.

El kanato de Khiva existió entre 1512 y 1920, estaba situado al sur del Mar de Aral, con capital en Kunya-Urgench, que tuvo que ser trasladada a Khiva tras un cambio inesperado en el curso del río Amu Darya en 1598. Durante algunos siglos, Khiva se convirtió en uno de los centros del mundo islámico.

El kanato de Bukhara, el más prominente de los tres, existió entre 1599 y 1920, e incluía la ciudad de Samarcanda. Hasta 1785 fue kanato, fecha en la que pasó a denominarse emirato. El tráfico de esclavos fue notorio en Bukhara, y se estima que en 1820 había entre 25.000 y 40.000 cautivos persas.

El kanato de Kokand, en el valle de Ferganá, existió entre 1709 y 1876 en un territorio que ocupaba parte de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán. A principios del siglo XIX se anexionó la ciudad de Tashkent.

Acosado por las tribus turcomanas y kazajas, el kan de Khiva ofreció su vasallaje al zar ruso Pedro el Grande a principios del siglo XVIII a cambio de protección. Pero cuando llegaron las tropas rusas en 1717, el kan había cambiado de idea y tras una gran y hospitalaria acogida a la delegación rusa, los 4.000 soldados y oficiales fueron asesinados, tal y como había ocurrido en 1218 con la delegación de mongoles recibidos por el gobernador de Khorezm.

Posiblemente por las turbulencias de la política rusa, el crimen quedó sin venganza, pero en 1801 el zar envió una fuerza de 20.000 cosacos para expulsar a los británicos de la India y de paso liberar a los esclavos rusos en los kanatos uzbekos; todo ello en el contexto de la lucha de los poderes imperiales británico y ruso en esta zona de Asia, en lo que se llamó el Gran Juego. Sin embargo, el zar murió cuando la caballería estaba en Kazajastán y la misión se suspendió.

El siguiente intento por entrar de los rusos fue en 1839, cuando el zar Nicolás I envió un ejército a Khiva, con el pretexto de liberar a los prisioneros rusos y contener a Gran Bretaña, que ya se había apoderado de Afganistán. De nuevo la expedición tuvo que retirarse debido al frío del invierno antes de alcanzar su destino. Mientras tanto, los astutos británicos habían convencido al kan para que liberara a los esclavos rusos y dejaran de esta forma al zar sin pretexto para la invasión.

Bajo la amenaza de un ataque por parte del kanato de Bukhara que se preparaba para anexionarse Tashkent, el general ruso Mijail Cherniayev aprovechó la ocasión para realizar una ofensiva sobre el kanato de Kokand, con tropas dirigidas por los generales Von Kaufman y Mijail Skobelev, y en 1876 fue anexionado a Rusia, abriendo el camino de los rusos hasta el resto de Asia Central.
Entre 1865 y 1875, el ejército imperial ruso se hizo por fin con Tashkent, Samarcanda, Bukhara, Khiva y Kokand, pasando a ser protectorados o colonias
 
Con el advenimiento de la Revolución Bolchevique, los opositores al emir de Bukhara pidieron a los rusos su destitución, y en 1920 el Ejército Rojo convirtió el emirato en la República Socialista de Bukhara.

En 1924, la República Popular Soviética de Bukhara se integra en la República Socialista Soviética de Uzbekistán. Las autoridades rusas consideraron necesario que las personas pertenecieran a Estados-Nación antes de integrarse en la Unión Soviética. Durante las décadas siguientes, Moscú modificaría varias veces el mapa de la República de Uzbekistán, sustrayendo Tayikistán, añadiendo Karakalpakistán y algunos territorios de Kazajastán…

Durante los años 1937-1938 se realizaron grandes purgas por el régimen de Stalin, ejecutando numerosos funcionarios y nacionalistas uzbekos, entre ellos el antiguo primer ministro, Fayzullo Xojayev. El Islam también fue objeto de represión, ya que se buscaba conseguir una Unión Soviética completamente atea; la mayoría de las mezquitas y madrazas fueron cerradas y muchos activistas musulmanes ejecutados.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Uzbekistán acogió a miles de familias soviéticas que huían de la invasión de Hitler, lo que aceleró la “rusificación” de la República, sobre todo de su capital, Tashkent. Una parte de las industrias pesadas rusas también fue evacuada, ubicándose algunas en Uzbekistán, lo que contribuyó a la industrialización de la zona.

La lucha para conseguir la emancipación de las mujeres uzbekas fue un éxito, en los años 1950 eran muy pocas las que aún llevaban el chador, y todas las jóvenes recibían la misma educación pública que los hombres. El analfabetismo, casi total en 1924, fue erradicado por completo en la misma década.

En el aspecto económico, la principal consecuencia en la nueva república fue la imposición de un monocultivo de algodón –el país es el cuarto exportador del mundo- durante el periodo 1960-1980, con el terrible impacto de la irrigación masiva en la desecación de la mayor parte del Mar de Aral, provocado por el uso desproporcionado de abonos químicos y de defoliantes, que envenenaron la tierra y el agua, y por el drenaje acelerado de los ríos Amu Darya y Syr Darya. Cuarenta años más tarde, el Mar de Aral pasó a tener la mitad de su superficie. De telón de fondo del algodón: corrupción y falsedad de estadísticas.

El 26 de abril de 1966 Tashkent y su región se vieron seriamente afectados por un terremoto, tras el cual se inició un programa de reconstrucción gracias a la participación de todas las repúblicas soviéticas, lo que provocó una nueva oleada de inmigración rusa en el país.

En 1989, durante las últimas convulsiones de una Unión Soviética que se deshacía, surgieron los primeros movimientos de oposición organizada a Moscú en Tashkent. El grupo de intelectuales que lideraba este movimiento, pese a contar con un gran apoyo popular, se vio prohibido para participar en las elecciones para el Soviet Supremo de Uzbekistán en 1990, y el ganador fue el Secretario del Partido Comunista de la República, Islam Karimov.

La mayoría de las repúblicas soviéticas, incluida Uzbekistán, aceptaron un nuevo tratado que constituía una URSS renovada, que convertía a estas repúblicas en soberanas dentro de una federación con un presidente, una política exterior y una política militar común. El tratado debía firmarse el 20 de agosto de 1991, pero las reticencias de Ucrania hicieron que los dirigentes uzbekos adoptaran una postura de espera. Rusia declaró entonces la supremacía de las leyes rusas sobre las soviéticas, y anticipándose a la ruptura de la antigua URSS, el Soviet Supremo de la República Socialista Soviética de Uzbekistán declara la independencia del país el 31 de agosto de 1991, ratificada más tarde en un referéndum que obtuvo una mayoría aplastante a favor de la independencia.

El Partido Comunista de Karimov pasó a llamarse Partido Popular Democrático de Uzbekistán. En diciembre de 1991, el partido de Karimov obtuvo el 86% de los votos en las primeras elecciones presidenciales, mientras que el líder de la oposición, el poeta Mohamed Solih, fue enviado al exilio. Otros partidos importantes opositores no pudieron presentarse a las elecciones, y todavía no pueden hacerlo. Además, los medios de comunicación y todos los aspectos de la vida social, política y económica, así como la propia cultura, se encuentran bajo una estrecha tutela y censura por parte del Estado.

En 1995 Karimov logra extender su periodo de gobierno hasta el 2000, a través de un controvertido referéndum. En las elecciones del 9 de enero de 2000 es reelegido presidente con el 91,9% de los votos; Estados Unidos calificó estas elecciones como fraudulentas, ya que además no había otra alternativa de voto permitida.

Desde la independencia, Karimov y su gobierno han realizado una estrategia de reformas económicas graduales destinadas especialmente a conseguir la autosuficiencia energética y alimenticia del país, y atraer a los inversores extranjeros. El gobierno retardó la liberación de la economía y las privatizaciones por miedo a sus consecuencias en la sociedad ya muy deteriorada (un 27% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza). La ofensiva, a partir de 2004, contra la economía sumergida (para nuestros ojos, el verdadero motor incomprensiblemente del país) ha provocado numerosas protestas sociales.

La represión de las autoridades uzbekas de todo lo relacionado con el islamismo provocó que algunas corrientes extremistas llevaran a cabo atentados con bombas. El 16 de febrero de 1999 Tashkent sufrió seis explosiones, una frente al Parlamento, que explotó poco antes de la llegada de Karimov; causando 16 muertos y 130 heridos, además de daños en edificios gubernamentales. En 2004 se produjeron dos actos terroristas también en la capital, realizados por un movimiento islamista: a finales de marzo en el bazar de Chorsu, y a finales de julio contra las embajadas de Estados Unidos y de Israel. A partir de entonces, la policía (militsia) está omnipresente en todo el país, se reforzaron los controles en los lugares más populares y en las salidas de la ciudad (es algo a lo que te acostumbras a ver).

En medio de las críticas internacionales por las violaciones de los derechos humanos, Karimov se dio un buen respiro gracias a los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, ya que se unió inmediatamente a la guerra contra el terror comandada por EEUU y cedió las bases de Termiz y Karshi a Bush y a la OTAN en su guerra contra Afganistán, reportando una distensión en las críticas internacionales y una buena contraprestación económica en ayuda estadounidense.

Las elecciones del 26 de diciembre de 2004 permitieron prolongar a Karimov su mandato, aunque las elecciones fueron criticadas por los veinte observadores de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), de la que es miembro Uzbekistán.

Los sucesos en Andijon, en el valle de Ferganá el 13 de mayo de 2005, acabaron con la relación idílica de Uzbekistán con EEUU. El asunto comenzó cuando empresarios locales (una veintena) fueron detenidos por su pertenencia a un partido islámico extremista e ilegal (Akramiya) y se celebró una gran manifestación en su favor a las puertas de la cárcel donde se encontraban retenidos y en la plaza principal de la ciudad, asaltaron la alcaldía y establecieron una tribuna en la que numerosos habitantes hablaron, criticando al gobierno y a los servicios de seguridad por la presión ejercida. La policía y el ejército atacaron a los manifestantes y se produjeron aproximadamente 1.000 muertes de civiles, aunque el gobierno negó esta versión alegando que se trataba de un intento de desestabilización y solo admitió 187 muertos. Las organizaciones en defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos alertaron sobre estos hechos y pidieron a la comunidad internacional que actuara.

El 14 de noviembre de 2005 se dictó el veredicto de los quince acusados con penas entre los 14 y 20 años. Observadores de varias ONG’s reiteraron las acusaciones de tortura.

El gobierno se negó a abrir una investigación internacional, por lo que EEUU retiró la ayuda y la Unión Europea dictó un embargo de armas así como decretó sanciones económicas, que se prolongaron hasta 2009, además de vetar la entrada en territorio de la Unión a algunos altos cargos uzbekos (no incluyendo a Karimov). Karimov, por su parte, expulsó a los estadounidenses de la base de Karshi, aunque permitió a las fuerzas alemanas de la OTAN que permanecieran en Termiz. Además, expulsó del país a la mayoría de las ONG’s occidentales y se apoyó en los sucesos de Andijon para reprimir más todavía a las organizaciones islámicas. El gobierno reorientó su política exterior, inclinándose hacia Rusia, que no critico la represión de Andijon y firma un acuerdo militar de asistencia mutua en caso de agresión.

Las relaciones con los vecinos centroasiáticos siguieron siendo tensas debido a las contiendas históricas, económicas y políticas (principalmente el problema de los límites fronterizos, sobre todo en el valle de Ferganá).

En los últimos años ha habido un nuevo acercamiento por parte de EEUU y Karimov, ya que este último ha permitido el paso de suministros para sus fuerzas en Afganistán, así como la utilización para usos no militares, solo logísticos, de la base de Navoi.

Karimov fue reelegido en diciembre de 2007 con el 88,1% de los votos, para un periodo de siete años, ya que se amplió en dos años el mandato por un referéndum realizado en el año 2002.

Las elecciones celebradas en marzo de 2015 nuevamente las ganó Karimov, con el 90,39% de los votos.

La hija de Karimov, mujer de negocios y diplomática, Gulnara Karimova, estaba destinada a ser su sucesora, pero su posición se ha debilitado tras la investigación de unos casos de corrupción realizada en 2013 por Rustan Inoyatov, director del Servicio de Seguridad Nacional de Uzbekistán. Además, Karimova, parecía estar más interesada en el mundo de la canción. 


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