Una histórica y coqueta ciudad
Emprendemos la salida de Niagara Falls dejando atrás las maravillosas y lúdicas cataratas del Niágara, y atravesamos parte de la localidad, donde viven los locales sin atracciones, ruidos y olores de comida, donde hay bonitas casas de madera de principios de siglo XIX o en imitación a este estilo, muchas de ellas reconvertidas en alojamientos. Y aunque parezca increíble hasta resulta un oasis de tranquilidad, tan cerca del bullicio y tan alejada de él.
Pasamos
junto al sorprendente Ten Thousand Buddha Temple, y escribo sorprendente
porque nunca hubiera imaginado un templo budista precisamente en esta
localización.
También pasamos por la entrada a los Botanical Gardens, que seguro que tiene un agradable paseo por ellos.
Por la Sir Adam Beck Hydroelectric Power y finalmente desde el autobús podemos captar con la cámara de refilón el Floral Clock.
Salimos de Niagara Falls y entramos en Queenston Heights, donde parece ser que se encontraban originalmente las cataratas (impresionante el retroceso en 12.000 años, retroceso que provocará su desaparición en miles de años más). Queenston Heights fue un lugar muy disputado durante la guerra de 1812 con los estadounidenses.
Estamos en la península del Niágara, situada en el paralelo 43, aproximadamente a la misma latitud que el norte de California y algo más al sur que Burdeos; con estas pistas solo queda mencionar que en esta península se cultivan viñedos, favorecidos por el clima moderado del lago Ontario, las montañas del Niágara y la riqueza del suelo. Desde los años ochenta del siglo XX las explotaciones de la región se han desarrollado y algunos de sus vinos han sido galardonados en certámenes internacionales.
Estamos en la península del Niágara, situada en el paralelo 43, aproximadamente a la misma latitud que el norte de California y algo más al sur que Burdeos; con estas pistas solo queda mencionar que en esta península se cultivan viñedos, favorecidos por el clima moderado del lago Ontario, las montañas del Niágara y la riqueza del suelo. Desde los años ochenta del siglo XX las explotaciones de la región se han desarrollado y algunos de sus vinos han sido galardonados en certámenes internacionales.
En Ontario, y en la península del Niágara, se elabora el llamado vino de hielo: durante la vendimia algunas uvas se dejan en la vid, que se cubre con una red para protegerlas de los pájaros, y si las tormentas o el moho no las destruyen, las uvas adquieren un sabor más dulce y concentrado, hasta que el frío invierno las congela durante los meses de diciembre y enero, tras los cuales se recolectan a mano y en las horas previas al amanecer para que el calor del sol no mezcle el hielo con su jugo; a continuación se prensan y se guarda el mosto en cubas madurando durante varios meses, a veces incluso un año; después se decanta y se obtiene un vino de sabor intenso con un grado de alcohol superior al habitual. Lo malo de este vino es su alto precio, pero es que tiene un alto coste, se necesita más uva para elaborarlo, el proceso de elaboración es costoso y además hay un alto riesgo de perder la cosecha.
Entramos y paramos en la bonita localidad de Niagara on the Lake, una de las poblaciones mejor conservadas de Norteamérica, que refleja muy bien lo que sería la vida en el siglo XIX. Originalmente fue llamada Butlersburg en honor al coronel John Butler, luego pasó a llamarse Newark y fue la primera capital del Alto Canadá (ahora provincia de Ontario) de 1792 a 1796, siendo un sitio militar británico y de refugio para los legitimistas británicos que huían de los Estados Unidos.
En 1796, ante el temor de un ataque estadounidense por su proximidad a la frontera, la capitalidad pasó a York (hoy Toronto). Los temores estaban bien fundados, ya que en 1813 los estadounidenses cruzaron el río Niágara e incendiaron la ciudad, destruyendo algunas de las mansiones más elegantes de Ontario. Tras ello, la reconstrucción empezó casi de inmediato y desde entonces el aspecto de la ciudad se mantiene casi intacto.
En torno a 1880 cambia su nombre de Neward por el actual, Niagara on the Lake, para diferenciarse de Niagara Falls.
Estacionamos cerca del centro, junto a la St Vicent de Paul Church, en Picton St, construida en 1835, aunque lo que vemos en su entrada octogonal, un añadido en 1965.
Giramos por la principal King St, pero no nos detenemos en este cruce importante, aunque sí disfrutamos bajo la fina lluvia de lo que vamos viendo en esta localidad que parece anclada en el tiempo, con sus bonitas y elegantes casas de madera.
Ángel nos lleva directamente a paso acelerado a Queen’s Royal Park, un pequeño parque donde se alza un pabellón o gazebo que fue instalado para la filmación de la película La zona muerta, dirigida por David Cronenberg, basada en una novela de Stephen King y protagonizada por Christopher Walken. El parque y principalmente el pabellón están concurridos de turistas.
El parque se sitúa en la desembocadura del río Niágara en el lago Ontario, y por esta vista es por lo que hemos comenzado aquí la exploración de la ciudad.
Desde el parque se divisa la orilla perteneciente al estadounidense estado de New York, donde se sitúa Fort Niagara.
En territorio canadiense, a nuestra derecha se encuentra Fort Mississauga, y a nuestra izquierda, Fort George, pero como cualquiera de estos dos paseos y visitas nos llevarían demasiado tiempo, desistimos de intentarlo y decidimos, ya por nuestra cuenta, ir al centro, tomando de nuevo King St, donde en su cruce con Front St se encuentra un Bed and Breakfast que por su nombre supongo que antaño alojaría un banco, The old bank house.
En el cruce de King St con Queen St se encuentra The Niagara Apothecary, una antigua farmacia que data de 1866, aunque posiblemente el edificio sea de 1820.
Como farmacia dejó de funcionar en 1964 y ahora es una tienda de artículos varios, aunque afortunadamente se ha mantenido su decoración, con frascos, carteles, vitrinas, instrumentos (la campana es un dispensador de perfume que funcionaba con un penique, donde se colocaba en la campana un pañuelo que era rociado). No cobran por hacer fotografías, pero agradecen un donativo. Lo más importante es encontrar el momento adecuado para que al menos su interior esté lo más despejado posible de visitantes.
Caminamos por King St hasta la torre del reloj.
Aprovechamos para entrar en una de las muchas tiendas que hay en esta calle, en este caso, de vinos, donde compramos ese famoso vino de hielo, pero sí no os va este líquido elemento hay otra tienda de mermeladas caseras a la que nos quedamos con las ganas de curiosear. Ya no queda tiempo para mucho más, pero una necesidad física nos lleva a entrar en el hotel situado en el cruce de King St y Queen St, frente a la farmacia, Prince of Wales.
Hacemos un tres en uno, conocer el interior del hotel (cuyas fotos no han salido porque al intentar no sacar a las personas que disfrutaban de sus cenas y bebidas no se ve nada significativo en ellas), que es muy británico, con madera y cristaleras; evacuar y rellenar con unos capuccinos.
Después de conocer esta coqueta localidad de Niagara on the Lake creo que es una buena alternativa para pasar un día entre viñedos, casas del siglo XIX, fuertes y tiendas. Hay 30 explotaciones vinícolas que pueden visitarse, y para ello, ir con alguien que no beba o mejor contratar un tour, despreocuparse y disfrutar.
Como es la última noche del tour, Ángel nos entrega la típica encuesta para rellenar con nuestras impresiones, y por lo que vimos y luego comentamos, todos nos dedicamos a escribir, y eso que normalmente nosotros solemos ser comedidos en estas valoraciones, pero en esta ocasión, hubo varios despropósitos logísticos, Roberval y L'Isle aux Coudres, que no se podían dejar por alto en el intento de favorecer a posteriores turistas. Eso sí, en lo que creo que hubo unanimidad fue en valorar la labor de Ángel, tanto en el aspecto cultural del país, como en su buen hacer para que el grupo funcionara.
Como es la última noche del tour, Ángel nos entrega la típica encuesta para rellenar con nuestras impresiones, y por lo que vimos y luego comentamos, todos nos dedicamos a escribir, y eso que normalmente nosotros solemos ser comedidos en estas valoraciones, pero en esta ocasión, hubo varios despropósitos logísticos, Roberval y L'Isle aux Coudres, que no se podían dejar por alto en el intento de favorecer a posteriores turistas. Eso sí, en lo que creo que hubo unanimidad fue en valorar la labor de Ángel, tanto en el aspecto cultural del país, como en su buen hacer para que el grupo funcionara.
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