Un poco más tarde de las seis en punto
Si estás frío,
Te calentará;
Si estás caliente,
Te enfriará;
Si estás triste,
Te animará;
Si estás cansado,
Te calmará
William Gladstone, Primer Ministro de Gran Bretaña
Para el último día de nuestra estancia navideña en Londres hicimos una reserva a las 18.30 h para disfrutar de un típico afternoon tea en el hotel donde nos alojamos durante nuestra primera visita a la ciudad en 2009, el Brown's Hotel, bien situado en el barrio de Mayfair. Con este acto estamos haciendo costumbre, porque el año pasado lo tomamos en el Langham Hotel.
El hotel abrió en 1837 y ha alojado a importantes huéspedes, entre ellos Rudyard Kipling, que escribió aquí algunas de sus novelas; además se cree que The English Tea Room fue la inspiración de Agatha Christie para escribir At Bertram’s Hotel (traducido al castellano tal cual, En el hotel Bertram), con la infalible y algo cargante Miss Marple como protagonista.
A principios del siglo XIX el consumo de té aumentó considerablemente, ya que en estos años lo normal era tener dos comidas al día, el desayuno y la cena (esta alrededor de las ocho de la tarde), y la duquesa de Bedford, dama de compañía de la Reina Victoria, comenzó a tomar unas tazas de té acompañadas de alguna comida ligera en el transcurso de la tarde, de forma privada en sus habitaciones (el hambre es así, te da y tienes que atacar y contraatacar). Luego la duquesa comenzó a invitar a amigos a tomar el té y a dar un paseo por los jardines (nada mejor que un paseo tras una comida, bueno sí, lo mejor es una buena siesta pero es más recomendable lo primero que lo segundo). Otros anfitriones tomaron nota de la idea (las ideas buenas hay que seguirlas "a la de ya"), por lo que la práctica privada llegó a ser tan respetada y respetable que el acto pasó a realizarse en el Drawing Room; y así, en poco tiempo, la sociedad de moda estaba bebiendo té y comiendo sándwiches a media tarde (como nosotros pero sin ser nobles ni de la alta sociedad).
Como el té no es una ciencia totalmente exacta, tenemos que esperar a que despejen una de las mesas para poder entrar al salón, no demasiado el tiempo de espera la verdad, pero este tipo de situaciones supongo que son incómodas a tres bandas: clientes sentados (aunque estos no tienen conciencia de los que esperan porque las puertas impiden la visión de la cola), clientes a la espera y trabajadores expectantes… Finalmente somos conducidos a nuestra mesa, que está situada en un bonito rincón junto a la chimenea…quizás demasiado calor… para él sí, para ella, el adecuado para la fría tarde-noche londinense.
Elegimos el Rose Champagne Festive Afternoon Tea, por lo que comenzamos con dos copas de champán rosado de Ruinart, que daban ganas de pedirse la botella y olvidarnos del té (se podía elegir media botella pero sinceramente ya el precio se desbordaba de la copa y de la taza).
Dos tipos de té, él, Assam Gold, y ella, Cornish Grown Tea, ambos té negro. La parafernalia de la tetera y el colador son siempre un plus decorativo (en los desayunos en el Hotel Halkin ya nos hemos acostumbrado).
Comenzamos con una selección de sándwiches, los que llaman finger sandwiches: de pepino (ya no nos sorprendemos), de salmón, de huevo, y de pavo, todos muy ricos, pero gana el del salmón (hasta al que no le gusta se dio un buen atracón de este rico producto escocés). Como nuestra intención es que sea una típica merienda-cena (nada que ver con la idea original de la duquesa) y se puede pedir todas las rondas necesarias, ya sean convenientes o inconvenientes, pedimos una ronda más, de modo que son como dos sándwiches para cada uno, que tampoco queremos llenarnos a sandwiches y que no entren los dulces siguientes.
En la mesa colocan la típica bandeja de tres niveles, y los platos de sandwiches son colocados en el inferior.
La segunda tanda es un plato de scones, colocados en el segundo nivel de la bandeja. El scone es un dulce típico inglés que consiste en un bollo algo consistente, y al que por si fuera poco por él solo se le acompaña con clotted cream, (nata coagulada, que se obtiene evaporando muy lentamente nata, de forma que se condense, y al
enfriarse le quedan coagulos mantequillosos en la superficie); su sabor es a mantequilla muy cremosa, y jalea de fresas (con fresas enteras). Tanto la crema como la mermelada estaban increíbles de ricas.
Se abre el scone se unta de crema y jalea-mermelada y se come sin pensar… mejor sin pensar porque es toda una bomba de calorías… deliciosos. Algunos de los scones llevaban pasas. De este plato no pedimos doble ración aunque dimos buena cuenta de la que teníamos, y en este momento es cuando agradecimos nos haber pedido una tercera ronda de sándwiches.
La tercera ronda, colocados en el tercer nivel de la bandeja, es una selección de pastelería, con formas curiosas y de diferentes sabores. Como solo había uno de cada en lugar de pedir doble los partimos por la mitad para probarlos todos: de naranja, galleta rellena, de frambuesa y bizcocho, y un macaroon. Tras el exceso de grasa, un exceso de azúcar (menos mal que el té nos lo tomamos sin ella). Muy ricos, muy suaves y a pesar de su apariencia nada contundentes, por lo menos en solitario, que otra cosa es comerse todos enteros.
Nos llega la segunda tetera, y es que el exceso de comida hay que acompañarlo de líquido para que no se haga masa en el estómago. Y por si todavía nos faltara azúcar en el cuerpo se remata con una porción de tarta a elegir del carro de los postres, creo recordar que había tres opciones, y las nuestras fueron de chocolate (aunque no era completamente de chocolate, que llevaba bizcocho alternándolo) y de zanahoria con pasas.
Con esto acabamos, aunque podríamos haber continuado en el bar que se encuentra por la parte de atrás del salón de té, y cambiar esta bebida por unos gin tonics, pero en lugar de esto, decidimos hacer caso a la duquesa de Bedford y nos dimos un paseo por las tranquilas calles del elegante barrio de Mayfair iluminadas para la Navidad, y de este modo aligerar el exceso de calorías perpetrado.
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