25 de julio de 2014

Irlanda - Dublín - Pub The Brazen Head - Pub The Long Hall

La gran noche irlandesa



Salimos de The Old Jameson Distillery y cruzamos el río Liffey por el Father Mathew Bridge en busca del pub The Brazen Head (20 Bridge St Lower), que reclama ser el pub más antiguo de la ciudad, fundado en 1198, aunque el local actual es de 1750. Al pasar por la puerta se llega a un patio con mesas, que en la primavera y el verano seguro que se llena hasta la bandera. 

La primera sala es encantadora, en un ambiente íntimo y con una chimenea encendida que favorece mucho, en sus paredes fotografías antiguas. Aquí sí que dan ganas de tener una reunión de amigos hasta que el cuerpo aguante.
Hay gente que está cenando pero todavía no tenemos hambre a pesar de la contundencia y el buen olor de los platos que pasan ante nuestras narices, pero casi acabamos de comer en los Collins Barracks, con lo que solo nos pedimos nuestras pintas de Guinness (este Sir Arthur me está buscando la ruina). 

Terminadas nuestras pintas, antes de salir me dispongo a cotillear el lugar, en esta vez no me detienen e incluso me siguen. Hay otra sala más luminosa con mesas más altas, en sus paredes tropecientos billetes de dólar y de otros países, y de posavasos. Menos gente, también acogedora, pero la chimenea le da el ambiente especial a la otra sala. 

A la salida del pub, caminamos por la orilla del río Liffey y volvemos al pub Long Hall, en South Great George St, que por fuera parece más una barbería, y por el que ya habíamos pasado el día anterior pero no entrado por ser demasiado temprano y no estar operativo, a estas horas de la tarde-noche no puede estar cerrado a no ser que esté cerrado definitivamente o por vacaciones o clausurado, pero afortunadamente ninguna de las tres cosas. 

El interior del pub es muy elegante, decorado con lámparas de araña de cristal, con mucha madera y el rojo iluminando sus paredes como color predominante.

La entrada del pub es un pasillo largo, este pub tiene el secreto de estrecho (aunque no tanto) y largo, donde se encuentra la barra y taburetes en la pared de enfrente. Está lleno de gente, la cerveza es un buen negocio en esta ciudad.


Al fondo del pasillo una especie de puerta sin puerta (vamos, un arco) con un reloj, y detrás unas cuantas mesas en un salón algo más amplio donde ya no hay barra. Al entrar todas las mesas están ocupadas pero vemos una que parece libre, con lo que nos sentamos,  mi marido se va a pedir nuestras pintas, y en ese momento viene un señor con su cerveza en la mano diciendo que esa mesa era suya, en estas vuelve mi marido, con lo que educadamente hacemos el ademán de levantarnos y buscar otro sitio diciéndole que "excuse me", ya sabemos que esos irlandeses salen y entran para el cigarrillo, pero él dice que no importa, que nos quedemos y hace el gesto de irse a otro lado, así que me lanzó y le digo "If you don't mind sit down with us" (¡ay Maca que lanzada estás!) , y él dice que no, que seguramente nos apetecerá estar solos, a lo que volvemos a ofrecerle el asiento y nuestra compañía, ¡allá vamos con el inglés y con el irlandés! 

Finalmente se sienta y empezamos a intentar tener una conversación, entendiéndonos cómo buenamente podemos. Había leído que en Irlanda les encanta el "craic" o el "crac", que traducido es conversar con todos en los pubs, con conocidos y desconocidos, así que no podíamos desperdiciar la ocasión. Esta es la parte más difícil de contar, porque hay muchas emociones que no se pueden describir, y la mía fue muy especial, este hombre tenía algo, tenía un feeling.

Nuestra conversación giró en torno a muchas cosas, incluso del terreno personal de todos, y de un modo muy fluido, incluso siendo en inglés, se interesó por nuestra relación de pareja porque le llamó la atención, supongo que el verme tan lanzada le extrañó, nos contó de su vida (había perdido a su mujer filipina por un tumor cerebral, y no creo que hiciese mucho tiempo), de su trabajo (había recorrido mucho mundo al volante de un camión). Posiblemente en aquel momento él necesitará compañía y nosotros también.  

Acabamos la pinta y quiso invitarnos a otra, pero lo invitamos nosotros, hicimos bromas, pasamos hasta por Japón (mencionó aquello de donde fueras haz lo que vieras y yo me hice el harakiri gestualmente como un ejemplo de la frase), creo que pensó que estaba bastante locuela, se reía de mis ocurrencias pero dijo cosas muy bonitas de mí, de lo que ofrecía a mi marido, de lo que nos depararía la vida y que la aprovecháramos....

En un momento que mi marido se fue al baño él me enseñó un anillo con las letras JC, y me dijo "Yo Jesucristo", entiendo con ello que es un católico empedernido, pero él me dice que es su nombre y me río, así que se presenta, James Cameron. Las risas fueron tremendas.

Durante la conversación, que suele ser una tónica general en nuestros viajes, cuando yo no lo entendía se dirigía a mi marido (tiene mejor oído y pronunciación que yo con diferencia) y si no al revés, pero hacía todo lo posible porque le entendiéramos y entendernos.

Cuando se acabó la segunda pinta dijimos que nos marchábamos, insistió en que nos quedáramos y que nos invitaba ahora él, pero ya llevábamos tres (contando la del pub anterior) y sin comer con tanto alcohol, con lo que declinamos su oferta y solo pedimos un vaso de agua, que vino con mucho hielo. En un momento James pide su cazadora, rápidamente saca una botellita de whisky (whisky y no whiskey como aprendimos en The Old Jameson Distillery, porque el líquido elemento era de origen escocés) y nos echa un buen chorretón en el vaso, así que como seguimos hablando seguimos bebiendo....(ya sé, nunca hay que fiarse de estos actos, que pueden traer consecuencias, pero James nos había conquistado y no pensamos nada malo, que todo podría haber sido y ocurrido) ¡Madre mía!. James terminó pidiéndole la cazadora a mi marido para guardarle la petaca de whisky.

Sin terminamos el copón de agua con whisky nos vamos y nos despedimos de James, que para rematar la noche nos ofrece dos regalos: una piedra azul para la suerte para mi marido y un llavero para la salud para mí (adivinó que no andaba yo muy bien en este viaje). Sin palabras. 

Emprendemos el camino de regreso al hotel, y el frío viene bien para bajar el calor alcohólico,  lo hacemos por Temple Bar y paramos en el pub del mismo nombre para cenar algo, ahora ya es algo más que necesario, un rico sándwich acompañado de por supuesto otra Guinness.  
Aquí sí que se acaba la noche porque ya no nos queda hueco para nada y hoy el descanso va a ser total, como un tronco a la cama y seguro que con una gran sonrisa. James, su conversación y amabilidad quedan grabados en mi memoria y en mi corazón, y es que al final de los viajes te quedas con muchos lugares, muchos monumentos, muchos paisajes, pero las experiencias humanas son las que nos enriquecen y nos abren al mundo, con todo lo bueno y todo lo malo, y de las que aprendemos más de los demás y de nosotros mismos.
Gracias James. 
El recorrido en un mapa:
 

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