6 de noviembre de 2013

Chile - Isla de Pascua - Cueva Ana Kakenga



Dos ventanas 

Continuamos el paseo, con la compañía de un perro que se nos ha unido, por la costa desde el Ahu Tahai y llegamos hasta un conocido ya por nosotros, el moái Hanga Kio'e




Pasamos a su lado y continuamos el camino. 




Dejamos a nuestras espaldas, aunque siempre echaremos una mirada hacia atrás, el ahu y Hanga Roa. Nos encontramos con un amable excursionista que nos dice que el lugar al que vamos no está lejos, que continuemos, que vamos bien…




Hacia delante el mar y un destino al que llegar, que la noche anterior no pudo ser. Al fondo los islotes Motu Tautara




Algunos disfrutan de una tarde de pesca en los acantilados. 




El paisaje en algún momento se convierte en un paisaje lunar, o lo que consideramos nosotros que debe ser este tipo de paisaje (y es que en Chile no en pocas ocasiones nos hemos sentido en la Luna y lunáticos). 




Más o menos por este punto vemos a una pareja a la que nos acercamos a preguntar, ¡oño!, son de Madrid y van a nuestro destino, aunque parecen más perdidos que nosotros, así que aumentamos el número de excursionistas, y es de estas ocasiones en las que cuando piensas que tú necesitas ayuda, te encuentras a alguien a quién se la puedes ofrecer, y nosotros fuimos la ayuda para esta pareja, que a lo mejor no hubiera terminado el camino sin nosotros. 




Aunque hay un camino de tierra por el que seguir nosotros nos sentimos atrapados por la visión del océano y vamos andando junto al acantilado. 




A pesar de tener los cuatro la duda al no saber la distancia del lugar al que vamos, y no encontrar señalización del mismo, continuamos caminando. Salimos al camino, por aquello de encontrar alguna indicación, que no la hay. 



Al tiempo que la mirada hacia delante, por supuesto también hacia atrás. 




El paseo por sí solo ya merece la pena, con destino final o sin él. Nos encontramos con una pareja brasileña que vuelve y nos dice que bien, que sigamos, que no nos queda demasiado, con lo que tras algunas dudas, pero nunca tan fuertes como dejarlo, ya que tanto el tiempo horario como el meteorológico es favorable. 




El camino se puede seguir haciendo por el borde del acantilado, pero se convierte en bastante dificultoso por el terreno rocoso en el que poco a poco se va convirtiendo cada vez con mayor asiduidad y con poco terreno llano.




Tras dos horas de caminata desde Hanga Roa (controlada por las fotografías), y habiendo realizado una intensa y extensa parada en el Ahu Tahai llegamos hasta la cueva Ana Kakenga (mirar mapa), señalizada en el camino con un panel como los que hemos visto por la isla pero que está casi completamente borrado. 

Ana Kakenga es una cueva de las llamadas tubos de lava, como la de Ana Te Pahu, y como las que visitamos en Corea del Sur, las de Hyeonpjae y Ssangyong en Hallim Park, y la cueva Manjanggul


Para entrar a la cueva es aconsejable llevar una linterna, y hoy la llevamos, ayer nos hubiera hecho falta tanto para entrar en la cueva como para volver caminando por el sendero que hubiera estado más que oscuro. Del grupo de cuatro entramos tres, a la mujer de la pareja que hemos conocido le impresiona la entrada y decide no intentarlo siquiera. 




La entrada es bastante estrecha, hecho que me condicionaba la visita por mi claustrofobia, ya declarada varias veces en este blog, pero ya que hemos llegado nada mejor que hacer el intento. Claustrofobia superada rápidamente, y es que el trecho estrecho es muy corto, sólo al comienzo, que se hace más dificultoso por el tráfico de gente que entramos y salimos, con lo que aparte de la estrechez de la cueva se une la estrechez y la cercanía de personas. 


Es curioso pero con linterna creo que solo entramos nosotros, la gente accedía a oscuras, palpando las paredes… y lo que hubiera a mano, y os aseguro que sin linterna, y en ocasiones hasta con ella, no se veía nada de nada sobre todo en ese tramo de entrada estrecha, luego la luz llegaba…



Y es que Ana Kakenga significa la cueva de las dos ventanas, dos ventanas que dan al océano. La primera ventana la disfrutamos casi en soledad ya que el resto de visitantes  estaban concentrados en la segunda. 




Esta relativa tranquilidad nos posibilita volver a hacer “el gamba”. 




Las dudas durante el camino, el sol en ocasiones abrasador y el cansancio se ven recompensados por las vistas, que son las mismas que desde arriba realmente pero con la ventana o marco fotográfico que las hacen algo más especiales. 




Nos acercamos hasta la segunda ventana, cruzándonos con los que van hacia ella (hacía falta un semáforo o un guardia de tráfico). 





De nuevo otro marco igual de bonito, sobre el océano y los islotes Motu Tautara. 






Salimos los tres felices de la cueva, y supongo que por las palabras de las personas que salieron antes que nosotros y por nuestras sonrisas y palabras, ahora la mujer que se quedó fuera esperándonos decide que también quiere entrar… y yo la entiendo, todo lleva su proceso, y aunque dice que no es claustrofóbica algo tendrá. 


Así que durante la espera del matrimonio, por supuesto el marido la acompaña de nuevo al interior de la cueva, un paseo hasta el borde del acantilado, desde donde se pueden ver las ventanas de la cueva. 




Desde aquí parece que Hanga Roa no está lejos, y realmente no lo está, pero como no teníamos claro la distancia desde la ciudad a la cueva, el camino nos pareció más largo. 



Emprendemos el camino de vuelta. 




En esta ocasión nos dejamos de encontrar un atajo y además no tenemos que encontrar la cueva, con lo que directamente salimos al camino llano, por el que transitan los vehículos. 




Hoy de nuevo nos quedamos con las ganas de un atardecer sobre la costa y sobre los moái. A partir de mañana dejan de dar nubes y claros para dar solamente claros y sol, pero a nosotros nos toca marcharnos. 




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