16 de febrero de 2013

Corea del Sur - Busan - Templo de Yonggungsa



El templo del mar

Dicen que el templo de Yonggungsa (entrada gratuita) es de obligada visita en Corea,  y por eso lo mantuvimos en el tour,  porque tuve mis dudas entre visitar este templo o el que visitan la mayoría de los turistas que llegan a Busan, el templo de Beomeosa, uno de los más grandes del sureste y que también es de visita obligada, pero al final posiblemente nos decantamos por el menos arquitectónico pero con una característica especial que lo hace diferente; y es que de nuevo había que elegir. 


El templo está situado en el extremo sur del Mar del Este, siendo construido en 1376 con el nombre de Bomoon durante el reinado del rey Koming, de la dinastía Goryeo, siguiendo las indicaciones de uno de sus asesores, el venerable monje Naong, que cuando practicaba el ascetismo en el templo Bunhwang una sequía brutal abrasaba los pastos y las cosechas por todo el país, lo que hacía que la gente rogara la bendición de la lluvia a un Boddhisattva.

Un día, durante un sueño, el Divino Mar de los Mares del Este reveló a Naong que si rezaba por la fundación de un templo en la cima del monte Bongrage, la nación se haría más grande y estable, y además se recibiría la bendición de la lluvia y el viento, y el monje buscó el lugar apropiado para su construcción (y el lugar elegido por azar o por inspiración o por designio divino realmente es bueno).

El templo se incendió durante la ocupación japonesa de 1592 y a comienzos de 1930 se comenzó la restauración y además se le cambió el nombre por el actual, Hadong Yonggungsa.

En el camino de entrada, dos figuras de monjes, uno enfadado y otro con cara triste piden limosna. 


Tras ellos surge una calzada repleta de puestos de comida y de venta de objetos budistas, para nosotros más souvenirs…si en España lo hacemos en las plazas frente a las catedrales e iglesias ¿por qué no en Corea en los caminos de acceso a los templos?


Pasados los puestos  a un lado del camino se encuentran las doce estatuas de los doce signos zodiacales orientales, y por supuesto los turistas buscamos el nuestro para hacernos la foto. Se cree que estas figuras pertenecían a algún túmulo (tumba) -como la de Gwaerung en Gyeongu, aunque en esta los signos se encuentran en el muro que rodea la tumba- y que se encontraban a su alrededor custodiándolo. Son bastante grandes de tamaño, presentando cuerpo humano y cara de animal: rata, buey, tigre, dragón, conejo, serpiente, caballo, carnero, mono, gallo, perro y cerdo. Este templo es el primero en Corea en el que se sitúan estas figuras. 


Estos doce signos son considerados como el origen de la filosofía oriental y la verdad final del universo (lo que se aprende viajando, leyendo y escuchando, jamás pensé que el zodíaco tuviera tanta importancia, siempre me ha parecido un aspecto banal). Además son deidades guardianes que están junto a nosotros. Hay pinturas budistas en las que se encuentran estos signos zodiacales con el fin de evitar los malos espíritus y orar por la suerte de los seres humanos. 


Enfrente hay una hilera de esculturas de manos, que no sé si son manos de Buda, esculturas sin significado definido o unos curiosos asientos, porque parece que te van a masajear las posaderas si te sientas en ellas. No vimos a nadie jugar con ellas así que nosotros tampoco lo hicimos.


Se llega hasta un primer patio donde se alza una pagoda.


En este patio se abre una primera puerta custodiada por dos animales dorados de gran tamaño, un león-dragón que evoca a China a primer golpe de vista. 


Tras la puerta comienza un camino de descenso ligero pero bastante estrecho para la cantidad de personas que subimos y bajamos al mismo tiempo. 


Se pasa una especie de segunda puerta sin puerta, ya que tiene forma de arco de piedra. 


Tras unos pasos, a la izquierda surge la figura de Yacksayeorae, un estatua de Buda con capacidad para curar enfermedades mentales y físicas, que debido a su gran sombrero tradicional coreano recibe el nombre de Buda in Gat, y creo que no me equivoco al nombrarle, pero era y es raro que con sus poderes no tuviera una multitud de gente a sus pies, a lo mejor éramos todos turistas y ningún fiel.


Comienzan a verse los edificios del templo, que a primera vista no presentan diferencias con los templos visitados hasta el momento en el país, quizás más concentrados si acaso. 


Con unas diferentes pagodas o campanas de piedra al fondo. 


Para finalmente descubrir que es lo que hace especial a este templo, su situación en la costa rocosa frente al mar, ya que la regla general es que los templos se ubican en las montañas, y la razón de ser el templo elegido para visitar. 


A nuestra izquierda, frente a nosotros y de espaldas al mar se encuentra la figura de Haesu Gwaneum Daebul, la Gran Diosa de la Misericordia del Mar. 


Desde el puente de piedra que hemos visto desde arriba se pueden lanzar monedas o bien a la figura con coletas tirantes, que ya vimos en el Templo Songgwansa en el Parque Provincial Maisan, o a la más cercana y fácil de atinar figura de una tortuga. Una cesta de los deseos en las que no probamos nuestra suerte ni nuestros deseos.  


Se llega a la explanada donde se sitúa en un nivel superior el santuario principal del templo, Daeungjeon. 


En el altar, tres figuras de Buda, y en el techo, el colorismo aportado por los farolillos con los nombres de sus donantes. 


El templo Yonggungsa es el palacio del Rey Dragón y por ello las pinturas exteriores de los edificios de los santuarios representan al mítico animal, este se encuentra en Daeungjeon. 


Estas pinturas de dragones se encuentran en el exterior del santuario Yongwangdang, situado al lado del Daeungjeon. Tienen algo de cómic estas pinturas, o eso me parece.



Para rematar la fiesta del dragón, el mismísimo Rey Dragón custodiando el templo, eso sí, con la particularidad de que le han adosado unos pequeños Budas, que en esta ocasión son de colores, con túnicas azules y se me asemejan a “Buda Barriguitas”. El dragón nos recuerda al que vimos a los pies de la Torre Busan.


El "Buda Barriguitas" mayor se encuentra a un lado del santuario principal, es el Buda que nosotros llamamos Buda Feliz.


En la pequeña explanada que se extiende ante los santuarios hay dos estatuas simpáticas, dos cerditos, dorados pero menos dorados que el Buda. Ante estos cerditos los turistas asiáticos se hacen infinidad de fotos, pero no vemos a ninguno dejar wons en el limosnero delante de ellos y es que claro, se supone que los cerdos dorados atraen la fortuna, no que te la dejas en ellos.  


A los cerditos (queda mejor aplicar el diminutivo a pesar de que no le corresponde por tamaño) no les falta detalle.


Tras los cerditos, a la derecha, se encuentra un altar que más parece un tenderete y por detrás de él la entrada a la cueva del santuario Gulbeop, una pequeña cueva iluminada o santificada o venerada con muchas velas. 

Frente a los santuarios y de cara al mar se levanta una pagoda de tres pisos, sobre una roca que se llamó Yongduam, que este nombre ya nos suena de la isla de Jeju-do, es decir, roca con forma de cabeza de dragón, que en el templo del dragón no podía faltar, pero las rocas se desmoronaron durante la invasión japonesa y sólo queda su historia. 


La pagoda se sustenta en cuatro leones, que son sus guardianes y representan la tristeza, la ira, la alegría y la felicidad. En el interior de la pagoda se conservan siete huesos de un monje de Sri Lanka. 


Unas escaleras llevan hasta la parte superior del templo, donde se encuentra la estatua del Boddhisattva de la Misericordia. 


Como el camino de ascenso es estrecho se ha bifurcado en dos, uno de subida y otro de bajada, así se evitan los atascos, para señalizarlos un cartel de esos que me parecen tan simpáticos y tanto me gustan. 


Al lado del Bodhisattva una estela de un monje como las que nos son tan familiares en los templos, nos siguen admirando pero ya no nos producen tanta sorpresa decorativa y de filigrana. 


Y finalmente el Boddhisattva de la Misericordia.


Aparte de ver tan de cerca al Boddhisattva lo que se obtienen son vistas sobre el templo y sobre su localización costera desde esta pequeña elevación de terreno. 




Entre las piedras y la vegetación de la pequeña colina hay estatuas de monjes en piedra y de nuevo más figuras coloridas de Buda en pequeño, parecen realmente juguetes, como si fueran parte de una gran colección en la que cada uno de estos Budas realizara una tarea o una actividad. Simpáticos son sin lugar a dudas.  Impresionante el despliegue que hay de estas figuras tipo "muñecos" de Budas, no dejamos de sonreír ante ellos, más que ante el Gordito Buda Feliz.



Sin haber escudriñado todos los rincones y sin haber descendido por las rocas al lado del mar emprendemos el camino de vuelta, aunque yo me hubiera dado un chapuzón como si me cayera al agua, por la humedad y el calor tan tremendo que pasamos. 


Este templo, con menos turistas pululando por él tendría un encanto especial, porque su situación ya es especial, pero al amanecer o al atardecer tiene que ganar puntos extra, precisamente por esa cercanía del mar, y a estas horas recomiendan su visita. 

En el camino de vuelta nos fijamos en una figura que con la prisa al entrar y seguir a Sonia no vimos, la de Deuknambul, con una panza bien sobada ya que se le asocia la virtud de ayudar a tener descendencia. 


Otro Buda con poderes, al que no le hicimos fotografía, es Hakeupbul, que bendice con el éxito en los estudios, también sobadito él. 

Volvemos a salir por la bulliciosa calle o camino comercial con más bullicio y actividad que a la entrada; es increíble el ajetreo comercial a la entrada del templo...si Buda apareciese como Jesucristo...


En algunos puestos nos paramos con algo más de detenimiento a ver los productos alimenticios que ofrecen, que personalmente en este caso no nos apetece nada, visto así sea lo que sea en la salsa viscosa o con gochujang, que otra cosa es ver un platillo pequeño de banchan con estos alimentos. 


Pero un puesto sí nos llama la atención, para ser sincera, me la llama especialmente a mí, pero no consigo enterarme con el vendedor de lo que se puede comprar y a qué precio, afortunadamente Sonia sale al rescate, ¿Vd. Quiere?, pues sí, yo quiero probar, así que amablemente ella compra una docena y nos invita a gukhwappang, unos pequeños dulces con forma de flor de crisantemo (flor que nuestra mente asocia a los cementerios pero que aquí es dulce) que son una herencia culinaria dejada por los japoneses y aunque allí los llegué a probar no conseguí que me gustarán ni mucho ni poco, indiferencia. 


Una vez pedidos al ir a pagar se produce un momento desconcertante, sobre todo porque se me hace inimaginable que esto pueda ocurrir aquí en España: como la señora está cocinando y empaquetando los pedidos, no toma el dinero, nos señala una caja y con la mirada dice que dejemos allí el dinero y que tomemos el cambio…ante unos turistas occidentales aunque acompañados por una coreana, pero me da que esto es normal entre ellos, la confianza del negocio realizado y entre las personas. 

El gukhwappang se realiza con una masa de harina como la de las tortitas pero más espesa, que se coloca en moldes con forma de crisantemo, se rellena con pasta de judía roja y se termina de cerrar con más pasta. Tras hacer un “vuelta y vuelta” en el molde el dulce ya está listo. 


Resultó estar muy rico, a lo mejor fueron las ganas y la hora pero viajar y probar gastronomías varias me está despertando el paladar, aunque después de la opípara comida con la barbacoa a la coreana lo que se dice hambre como que no había, pero ciertamente son pesados como para comerse esa bolsa, con dos o tres se tiene bastante. Entre Sonia y el chófer dieron buena cuenta en un mano a mano de gukhwappang.


2 comentarios:

  1. Muy interesante este templo, pequeño en espacio, pero con gran profusión de esculturas, muchas de ellas, curiosas y agradables.

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  2. Yo creo que lo mejor de este templo es su ubicación, un amanecer o un atardecer sobre las rocas y los tejados tiene que ser una bonita experiencia.

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