El arco desde la carretera
Por la N-II dirección Zaragoza y Barcelona en multitud de ocasiones hemos pasado por el desvío a Medinaceli, pero nunca hemos parado para conocer uno de los arcos romanos más famosos de España, con lo que un día decidimos visitar la localidad y conocer in situ el arco.
Un antiguo castro fortificado de tribus celtíberas fue el orgien de la Occilis romana, estratégico enclave defensivo en la calzada que conducía de Zaragoza a Toledo, y de la Medina Selim árabe.
Almanzor la convirtió en cuartel general de sus duras incursiones, y la tradición o la leyensa le supone enterrado en las proximidades de la localidad (incluso se llega a afirmar por algunos que debajo del arco).
Si por aquí estuvieron los árabes también lo estuvo el Cid Campeador y sus huestes. Tras la reconquista cristiana, Alfonso VII le dio un fuero. A partir de la mitad del siglo XII, con Enrique II como rey castellano, la ciudad vivió su época de esplendor, siendo elegida como residencia por numerosas familias de abolengo, llegando al culmen con la creación de un ducado por los Reyes Católicos. Desde mediados del siglo XVI la zona cayó en decadencia y muchas iglesias fueron derribadas por no poder atenderlas.
A la villa se llega por una carretera en ascensión ya que se encuentra en un pequeño cerro en la cuenca del río Jalón.
Plaza Mayor, amplio y clasica castellana con soportales en algunos de sus laterales.
En la plaza se halla al frente el edificio con arcos de la antigua Alhóndiga, hoy Juzgado de Instrucción, el Ayuntamiento (¿dónde sino ?), y el edificio donde se halla el Aula Arqueológica, y donde se pueden ver los antiguos mosaicos que se encontraron debajo de la plaza y de otras calles, y que corresponderían a viviendas.
En otro lateral de la plaza se encuentra el Palacio Ducal, del siglo XVIII, que cuando lo visitamos en Diciembre de 2010 estaba en fase de restauración.
En su interior acoge el Centro de Arte Contemporáneo, con cuadros y esculturas distribuidos por varias salas y en el patio, en el que estaban instalando una cubierta de cristal que parece que ya se ha terminado.
Si hay algo que hacer en Medinaceli, y en cualquier ciudad con pasado medieval, es callejear y disfrutar.
Si se está en Medinaceli hay que ir hasta el Arco Romano, arco del Triunfo de los siglos II-III, cuya triple arcada lo convierte en un ejemplo único en España. A través de sus arcos vista de los campos castellanos.
Siguiendo por este camino se encuentran lienzos de muralla y se llega hasta el castillo, ya en las afueras de la ciudad.
Continuando el camino de las murallas se disfruta de las vistas a pesar del viento que empujaba con fuerza.
Se continúa el camino de las murallas y despunta la torre de la Colegiata.
Para llegar hasta la puerta árabe, por la que volvemos a entrar en la ciudad por una plaza donde se encuentra la Ermita del Beato Julián, levantanda sobre la casa donde nació.
Caminamos de nuevo hacia la Plaza Mayor para llegar hasta la Colegiata de Santa María, del siglo XVI.
Fue el panteón de los duques, y está necesitada de obras de rehabilitación urgentes, porque sus muros tenían humedades. El retablo es del siglo XVII.
Si hay algo típico de Soria es la mantequilla, con lo que no puede faltar la fábrica y tienda de la misma, donde tampoco falta la bollería variada.
Saliendo nuevamente hacia la zona de las murallas, hacia el norte, se encuentran el Beaterio de San Roman, posiblemente construido sobre una antigua sinagoga, y un nevero árabe medieval, donde se almacenaba el hielo.
Es curioso cómo el viajar va acercando las culturas por mucho que los hombres parece que se dedican a distanciarlas. En nuestro viaje a Corea, en la ciudad de Gyeongju fuímos a visitar una de estas neveras, el Seokbinggo y la razón fue por esa cercanía y por nuestro recuerdo de este nevero.
Para terminar el recorrido en el Convento de Santa Isabel, habitado por monjas clarisas, el único que queda de los tres que existían en la villa, y a la adyacente Iglesia de San Martín.
Para terminar el recorrido en el Convento de Santa Isabel, habitado por monjas clarisas, el único que queda de los tres que existían en la villa, y a la adyacente Iglesia de San Martín.
La visita a esta ciudad no estaría completa sin un buen lugar donde yantar, en este caso fue en el Asaldor de la Villa El Granero, por recomendación del amable señor de la oficina de información, que al preguntarle por un sitio donde ir a comer, nos recomendó su casa, pero ante la imposibilidad que su señora no admitiera nos dio algunas sugerencias, y nosotros nos decantamos por esta. El restaurante, como su propio nombre indica, se encuentra en un antiguo granero.
Compartimos unos ricos puerros con vinagreta.
Un revuelto de setas de campo, muy rico también.
Y para cada uno un plato de alubias de la ribera del Jalón, con su chorizo y tocino, todo muy light.
Del postre no hay fotos, creo que nos lanzamos a él de forma convulsiva, para mi marido una masa de hojaldre con chocolate (para chupetearse los dedos) y para mí un helado con mantequilla de Soria (rico pero algo pesado por el sabor persistente de la mantequilla).
Compartimos unos ricos puerros con vinagreta.
Un revuelto de setas de campo, muy rico también.
Y para cada uno un plato de alubias de la ribera del Jalón, con su chorizo y tocino, todo muy light.
Del postre no hay fotos, creo que nos lanzamos a él de forma convulsiva, para mi marido una masa de hojaldre con chocolate (para chupetearse los dedos) y para mí un helado con mantequilla de Soria (rico pero algo pesado por el sabor persistente de la mantequilla).
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