4 de abril de 2011

Japón - Tokio - Parque Ueno

Nuestros destinos
Siempre vivos
En el corazón del cerezo 

Hoy comenzamos el relato con un haiku, una composición poética de tres versos que suele estar relacionada con la naturaleza, de Matsuo Basho, una de las grandes plumas de la poesía japonesa. Ya veremos la razón de este comienzo.

Caminando todo el mercado de Ameyoko se llega al Parque Ueno, situado en una colina, que se convirtió en el primer parque público de Tokio en 1873. Según entramos, entrada sur del parque, nos topamos con la estatua de Saigo Takamori, que fue el personaje que inspiró la película de El último samurai, y nada que ver con el actor bombón Ken Watanabe.


Saigo fue un famoso samurai de los últimos tiempos del shogunato Tokugawa y la restauración Meiji. Primero fue defensor de la restauración imperial y posteriormente se rebeló contra esta, la rebelión Satsuma, en defensa de la preservación de los valores esenciales japoneses que veía amenazados por la occidentalización que emprendió el emperador. Saigo fue derrotado y murió en 1877. 

Caminamos sin un rumbo fijo, según encontramos un camino por él vamos, y no muy lejos de la estatua se encuentra el templo Kanei-ji Kyomizu Kannon-do, construido para albergar la imagen de la divinidad budista de la compasión, Kannon, que toma como modelo el de Kiyomizu-dera de Kioto. El templo es uno de los dos edificios que sobrevivió a los incendios provocados por los samurais lealistas al shogun en la batalla que tuvo lugar en esta colina en 1867. 


Las mujeres con problemas de fertilidad acuden al templo. Las agraciadas por la diosa deben regresar al tempo y depositar una pequeña muñeca como ofrenda. El 25 de septiembre en una ceremonia se incineran las figurillas depositadas a lo largo del año.

En el lado oeste del parque se encuentra el estanque de Shinobazu, cubierto en gran parte por plantas de loto. El estanque fue diseñado en el siglo XVII, y está separado entre esta  parte de lotos y la parte acuática para navegar en botes.


En un islote en el estanque, unido por un puente de tierra, se halla el templo Benten-do, dedicado a Benten, diosa de la riqueza, musa de las artes y patrona de las parejas enamoradas. En los alrededores del templo hay varios puestos instalados de venta de artículos varios.


Paseamos por el borde del estanque y nos encontramos con bastantes vagabundos o personas sin techo, que hacen su colada en el estanque y no molestan nada. Sobre el tema de la seguridad tengo que comentar que en ningún país me he sentido tan tranquila como en Japón, hasta tal punto de despreocuparme de mi bolso, cosa que nunca hago y menos cuando paseo entre multitudes, pero aunque la guía nos comentó que la delincuencia se va incrementando por el paro que crece, en ningún momento tuve una sensación rara o de alguien con malas intenciones, su cultura de honor todavía es un grado y las imágenes recientes nos dan fe de ello . 


Sin darnos cuenta entramos en el complejo del templo de Gojo-Tenjinsha, al que los fieles suelen acudir a pedir por la salud.


Aunque hacemos el camino inverso, en lugar de entrar lo hacemos de salida por los toris naranjas que conducen a él desde el paseo principal. 

 
El parque es muy famoso por sus cerezos, y en la época de floración tiene que ser impresionante el espectáculo en blanco y rosa. Los japoneses celebran la fiesta del hanami, que consiste en observar los cerezos en flor mientras se realiza un picnic. Esta es la razón del haiku del título, un homenaje a esta floración, a esta fiesta y al poeta Basho.
 
  
Lo que sí buscamos y encontramos es el santuario Tosgho-gu, que es uno de los templos más antiguos y bonitos de Tokio, construido en 1651 fue dedicado al fundador del shogunato,Tokugawa Ieyasu, que fue enterrado aquí y posteriormente trasladado a Nikko. 

 
El acceso al santuario se realiza por un camino con linternas de piedra a ambos lados, por el que sobresale entre los árboles la pagoda Gojuno-to, de cinco pisos.. 




Dentro del parque se hallan varios museos: el Museo Nacional de Tokio, que acoge la mayor colección de arte japonés del mundo; el Museo Nacional de Arte Occidental, que alberga obras de maestros europeos de los siglos XVIII y XIX así como autores modernos; el Museo Metropolitano de Arte de Tokio: el Museo Ueno Mori; el Museo de Ciencias Naturales, y el Museo de Artes y Música de la Universidad de Tokio.

También otros templos pero no llegamos a acercarnos a ellos, como tampoco entramos en el Zoo de Ueno, que abrió en 1882, cuyos animales fueron sacrificados durante la Segunda Guerra Mundial por el peligro de que una bomba los liberara y andaran por la ciudad sin control; como dato curioso, tres elefantes, John, Tonky y Wanly se negaron a comer la comida envenenada y salvaron su vida.

En este parque nos hemos dejado muchos rincones por descubrir ya que hemos entrado tarde en él y no queremos que se nos haga muy de noche para salir.

Volvemos por el mercado de Ameyoko, y aprovechamos para refrescarnos con una brocheta de piña y otra de melón, a 100Y, muy refrescantes y dulces.

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