Tres santos y un patrón
Una vez terminada la visita al Monasterio de la Hoz volvemos al coche para continuar motorizados hasta nuestro próximo lugar, tenemos que volver a Sebúlcor y seguir las indicaciones hacia la Ermita de San Frutos. Primero por carretera en dirección a Villaseca y después de nuevo por un camino de tierra, que es una auténtica romería de coches de ida y de vuelta hasta llegar al parking habilitado, donde nos reciben los buitres sobrevolando en el cielo amenazador de lluvia.
El trayecto andando será de nuevo más o menos de 1 km. A lo lejos se divisa la ermita y como hormiguitas la gente que se dirige a ella, muchas familias con carritos de niños a los que llevan en un continuo traqueteo.
Las hoces hacen una bonita curva con una pequeña isla en el río.
La ermita está situada sobre una península rocosa asomada a uno de los meandros del Duratón, y se cruza un pequeño puente de piedra.
Y por fin la ermita, levantada en honor de San Frutos, patrón de Segovia, que en el siglo VII se retiró a estas tierras junto con sus hermanos mártires Valentín y Engracia, para hacer vida eremita.
Los monjes de Silos se hicieron cargo del lugar en el siglo XI, construyéndose la iglesia románica y un monasterio. A la entrada las tumbas en piedra de los monjes.
La entrada a la ermita está cerrada pero se puede pasear por su recinto, donde hay un lápida que recuerda la donación de bienes hecha al santuario por una mujer que fue despeñada por su marido y no murió.
Se nota que está muy restaurado el conjunto pero es bello, ya no solo por el paraje donde se levanta sino por la sencillez del propio lugar.
Saliendo hacia el otro lado de la ermita la hoz rodea la península, además hay un cementerio más nuevo y vallado, así como las tumbas de los santos, Frutos, Valentín y Engracia.
Cada 25 de octubre se celebra una romería en conmemoración de los milagros del santo, siendo el más popular, "el de la cuchillada": con su báculo trazó una raya sobre el suelo en el extremo más extrecho de la península para impedir el paso de los moros y, al intentar éstos atravesarla, se abrió en la roca un tajo profundo , conocido como "la cuchillada", por el que algunos de los infieles cayeron.
Y nos volvemos hacia el coche, disfrutando del paisaje de las hoces.
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