Desde el restaurante donde hemos comido nos llevan hasta el muelle de Tam Coc, para subirnos a un sampán manejado por mujeres en su mayor parte y navegar por el río Ngo Dong. La remadora va detrás, una señora (de la que no conoceremos su labor y misión hasta la vuelta) y yo en medio, y mi marido delante.
Nos adentramos en ese paisaje que veíamos desde el coche y rodeando la pagoda de Bich Dong.
Muchas de las conductoras manejan los remos del sampán con los pies.
Vamos completamente alucinados en este paisaje acuático de verde infinito, arrozales, farallones y lotos, descubriendo bueyes de agua en ellos. También continúan apareciendo tumbas, algunas realmente bonitas y con un halo muy especial por el lugar donde se encuentran.
Es un paisaje kárstico que hipnotiza y al que le llaman la Bahía de Ha Long del interior o de los arrozales, arrozales por los que te gustaría decirle a la remadora que se desviara. Algunos planos de la película Indochina se grabaron en este lugar.
Mi compañera de viaje nos señala hacia las montañas, ¡¡allí arriba, allí arriba!! y nosotros miramos para descubrir un dragón surcando la montaña. Estaría bien poder subir allí, porque al haber un santuario algún camino tendrá que existir, para tener las vistas del río y sus formaciones desde arriba.
Tam Coc significa Tres Cuevas y llegamos a la primera de ellas, Hang Ca, de 127 m de profundidad, llenos de expectación, con los ojos como platos y con una sonrisa imborrable.
Al principio la oscuridad y al poco tiempo la luz que guía hacia el exterior. En el techo se ven pequeñas formaciones rocosas, como estalactitas a medio formar.
Fuera el tráfico de sampanes que suben y bajan es continúo, todos en silencio sobrecogidos por este lugar mágico, parecemos más una procesión acuática extasiada por la belleza de estas rocas casi mágicas.
Lo que se nos escapa a nosotros y eso que estamos mirando a izquierda y derecha como para pillar tortícolis, no lo hace para nuestras compañeras de viaje que ya se las saben todas y nos vuelven a señalar a las rocas, ahora unas cabras equilibristas, a las que parecen que quieren proteger con redes.
Llegamos a la segunda cueva, Hang Hai, de menor recorrido que la anterior, 70 m. La salida ya se vislumbra sin entrar y no impacta como la oscuridad inicial de la primera cueva.
La siguiente y última cueva, Hang Ba o Hang Cuoi, de 45 m, está muy cerca de la segunda. En la entrada descansan sampanes de vendedoras, que en este momento no nos ofrecen nada.
Al salir de la cueva el atasco del sampán y el atraco al turista. Las vendedoras están a nuestra espera para vendernos refrescos y frutas, y al no picar con esto, nos los ofrecen para que se los compremos a nuestras compañeras que estarán agotadas del viaje (sobre todo la remadora). Aún sabiendo que es un engaño mi marido se deja hacer, les pregunta a ambas si quieren, por supuesto asienten y compra dos latas, que sigilosamente son devueltas al sampán de la vendedora. Mi marido y yo nos miramos, yo reconozco que un poco enfadada aunque enseguida le comprendo, esto es un juego y de vez en cuando se juega en contra, que no a perder, porque se puede ganar con el corazón sin pensar que se pierden dos dólares.
Un espectador de la escena cazado, supongo que a la espera de alguna fruta que se le despiste a alguien.
Emprendemos la vuelta hacia el muelle.
Lo hacemos con un juego nuevo. Se descubre la tarea de mi compañera de viaje, comienza a enseñarme el surtido de artículos varios que lleva en un cajón: bordados, camisetas, pinturas en papel de arroz….Fue simpático porque ella comprendió que con lo de los refrescos no nos había engañado y cuando le decíamos que no, porque de vez en cuando llamaba a mi marido para que se diera la vuelta, se reía. Después de enseñarnos el muestrario completo y sin atosigamientos, ya que mi marido cuando se giraba se reía y esto le hacía gracia, nos dejó tranquilos, y durante este juego seguíamos disfrutando del paisaje, ya se sabe que lo que no ve a la ida se puede descubrir a la vuelta.
Ha sido un viaje diferente por todo, que ha durado casi dos horas por un paisaje espectacular, aunque si esta vuelta en lugar de en sampán se hiciera en lancha rápida como en el Dart River de Nueva Zelanda la cosa en lugar de mística sería aventurera y perdería su magia especial y tranquila.
Nos despedimos de nuestras compañeras de viaje, y lo normal es darles una propina (suele ser 1 o 2$), aparte de los refrescos a elección del turista.
Al bajar del sampán buscamos a Huong pero no la vemos, me parece que hemos llegado antes de tiempo de lo que ella calculaba así que los tenemos que esperar, pero no demasiado. Como locos entramos en el coche en busca de frescor y de agua fresca que la que llevábamos se agotó. Es altamente recomendable llevar una gorra, protección solar si se es propenso a las quemaduras, y agua, porque entre el sol, la humedad y la temperatura la deshidratación es completa.
Nuestra guía dice que se va a quedar cerca de su casa si no nos importa, que el chófer nos acercará al hotel. Pues sin problemas, las actividades de hoy ya se han acabado y no es necesario que se pegue la paliza de ir y volver solo para dejarnos en el hotel.
Al alcanzar el lago vemos que la Torre de la Tortuga está iluminada ¡¡con colores!! Así que en inglés le decimos al conductor que por favor nos deje allí, que queremos hacer fotos y ya le avisamos que no hace falta que nos espere, aunque él insiste, que no le importa, “don´t worry, see you tomorrow”.
Del fucsia al naranja, verde, azul, lila…si ya nos gustaba el lago y su torre ahora lo hace mucho más.
Disfrutado el espectáculo nos dirigimos al hotel, y si no hiciera el bochorno que hace nos quedaríamos en la bonita terraza exterior, que no sé cómo aguantan con camisa de manga larga y corbata esos ejecutivos, menos mal que se quitaron por lo menos las chaquetas. Con imaginación nos podemos trasladar al corazón de lo que fue Indochina.
En la puerta del hotel, aparte de los conductores de ciclo de rigor, se encuentran estas dos joyas automovilistas que se pueden alquilar para recorrer la ciudad.
Lo primero como siempre al entrar en la habitación es tomar una buena ducha refrescante, luego a preparar maletas que mañana dejamos Hanoi, y hay que preparar una pequeña con ropa para unos días, ya que las maletas grandes se quedaran con nuestra guía y nuestro chófer. Esta noche volvemos al restaurante francés porque mi voto hacia el vietnamita fue rechazado totalmente.
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