18 de enero de 2016

Uzbekistán - Kokand - Palacio del kan Khudayar - Museo Regional de Kokand


En el palacio turquesa

Tras nuestro curioso e interesante viaje por carretera desde Tashkent llegamos a Kokand, ciudad que existe al menos desde el siglo X con el nombre de Khavakend. Kokand está situada en la ruta de caravanas entre la India y China, y en el siglo XIII  fue destruida por los mongoles; entre los siglos XVIII y XIX fue la capital de un kanato independiente, que tenía sometida a Tashkent, situada a 230 km. En 1876 el ejército del zar conquistó Kokand y abolió el kanato.

En enero de 1918 los nacionalistas proclamaron el Gobernorato del Turkestán autónomo; la respuesta de los soviéticos fue un duro ataque, destruyendo mezquitas y madrazas, asesinando a 15.000 ciudadanos; así se terminó la corta historia de este pequeño país independiente, que tras la caída de la URSS continúo perteneciendo a la República de Uzbekistán. 


Atravesamos caminando un amplio parque, al que se accede por un arco que nos recuerda al de Mustaqillik Maydoni de Tashkent, aunque tienen poco que ver pero es un elemento arquitectónicamente recurrente en todas las ciudades, casi siempre cruzado por grandes avenidas peatonales (avenidas grandes para los coches, avenidas grandes para los peatones). 


Vamos a visitar el palacio del Kan Khudayar, un palacio de los más grandes y opulentos de Asia Central, una ciudadela que recibió el nombre de Umar y que ocupaba 4 hectáreas, con 138 m de longitud y 65 m de ancho, en el que había la friolera de 119 habitaciones. El exterior nos impacta, tanto por ese tamaño como por la preciosa fachada de mosaicos que presenta, y es que en su construcción trabajaron los más importantes artesanos del valle de Ferganá, y la cerámica provenía de Rihstan, centro ceramista por excelencia en el valle. 


El palacio se terminó de construir en 1871, pero el kan que lo ordenó construir, Muhammad Khudayar, sólo pudo disfrutarlo durante muy poco tiempo, hasta que en 1876 entró el ejército del zar que abolió el kanato. Khudayar había sido amigable con los rusos y convirtió el kanato en un vasallaje al Imperio Ruso, pero finalmente fue obligado al exilio por sus propios súbditos, ya que el despotismo y crueldad que ejerció sobre ellos y el que dejara de pagar a su ejército, le llevó a pasar a estar bajo protección rusa en Orenburg (ciudad rusa situada al sur del país), desde donde posteriormente emprendió un largo viaje a través de Asia Central para terminar muriendo en Herat (Afganistán).

La fachada presenta un arco de entrada, un pishtaq precioso (un pishtaq es una puerta o entrada monumental), decorado y con una torre tipo minarete a cada lado, así como una puerta de madera ricamente tallada. 




A cada lado de la fachada otras dos pequeñas torres tipo minarete, posiblemente no se les pueda llamar así arquitectónicamente hablando pero es lo que nos parecen. Los dos presentan formas diferentes, a la derecha uno redondo, a la izquierda, uno pentagonal.



Tras pasar el arco y la puerta, lo que sería una especie de vestíbulo que presenta una preciosa cúpula en tonos blancos y azules. Aquí Oyott entrega las entradas y nosotros pagamos por el acto de fotografiar (acto que realizaremos en casi todas las visitas y que llega a resultar agotador, no por el precio, que realmente no es caro, más bien es por el hecho que no esté incluido en el precio de la entrada, que sería más efectivo y menos dañino psicológicamente para el visitante). 


Entramos a un patio, de los siete con que contaba el palacio –uno de ellos era el del harén de 43 concubinas del kan- solo se han conservado seis y no todos visitables o interesantes de conocer –sólo dos-, rodeado parcialmente por un pórtico con columnas de madera talladas y techos interiores también ricamente decorados. Lástima de sol justiciero, fortuna de luz natural que hace brillar los colores.




Hacia detrás dejamos la puerta de entrada, y ahora tenemos la visión de la cúpula, así como de una nueva y pequeña torre minarete que desde el exterior no se ve. 


Antes de comenzar a explorar el palacio hacemos una visita técnica y necesaria a los servicios, para descubrir que hay muchas fuentes con mucha agua en las ciudades, pero luego las cadenas de los inodoros no funcionan; en ocasiones se llena una pequeña (y pequeña quiere decir pequeña) jarra de agua en el lavabo o en alguna pequeña fuente situada fuera del servicio para por lo menos aliviar algo la suciedad dejada y el olor…pero el resultado es mínimo.

Tras nuestra visita evacuatoria entramos a otro patio, donde en el espacio de lo que era utilizado como terraza exterior se ha instalado una exposición de carros, carruajes, puertas y columnas talladas. Esta terraza cuenta con sus propias columnas de madera tallada, su techo artesonado en vivos colores. Las columnas supongo que serán de otras terrazas en los patios del palacio, que no han sido restauradas pero se conservan.





Aproximadamente la mitad de la superficie que ocupaba el palacio era utilizado como harén, harén que los rusos demolieron en 1919. El Islam permite tener cuatro esposas, y las 43 concubinas del kan Khudayar esperaban ser elegidas como tales mientras hubiera cupo para ello, por lo que el kan contaba siempre a mano un mullah (persona versada en el Corán) para celebrar un rápido matrimonio (esto era Las Vegas pero con otro concepto).

De las 114 habitaciones con las que contaba el palacio solo se conservan 27, muchas de las cuales ahora albergan un museo regional, Museo Regional de Kokand, que comenzamos a visitar, y para el que se necesitaría más tiempo del que disponemos para ir leyendo los carteles explicativos que afortunadamente también están en inglés. Así conocemos a los artífices de la primera imprenta en Kokand, que además fueron los creadores de un periódico local. 


Pasamos de una habitación a otra, donde se exhiben fotografías, armas, puertas y ventanas del palacio, instrumentos musicales, vestidos, un abrigo realizado con 40 patas de zorros, mallas para los soldados… Durante esta parte de la visita una de las mujeres que cuidan el palacio (suele ser un empleo femenino, tanto para pagar los tickets como la custodia de museos) del museo nos acompaña y nos cuenta información que Oyott va traduciendo.




Una pieza a nuestros ojos destacada es el busto de un guerrero tallado en piedra, pieza del siglo VI. 


El orden en el que hemos comenzado a visitar el museo (no sé si por algún salto espacial nuestro o un salto espacial del propio museo) posiblemente no sea el mejor, ya que seguir la cronología es una ayuda para ir conociendo la historia, pero aun así entramos en la sala donde cuentan la historia de la región en los siglos I-VI, con vitrinas donde se exhiben hallazgos arqueológicos.

En la región de Pap, cerca de la ciudad de Namangan, en el valle de Ferganá, en 1987 se descubrieron enterramientos de los siglos V-VII, con ataúdes realizados con cañas. 


Hay habitaciones más oscuras y otras más luminosas, y sobre todo también hay que ir mirando la decoración de las paredes o los techos, aunque no siempre están restaurados o conservados. 


Una sala está dedicada a la cerámica del siglo XX, de origen chino, cerámica que destaca por su fineza y delicadeza.


Además de en las vitrinas hay que fijarse en la reluciente y bonita decoración de las paredes y de los techos. En esta habitación destaca el mihrab del fondo (el mihrab es un nicho u hornacina en la pared que en una mezquita marca la dirección de La Meca), el techo labrado y pintado, así como en la lámpara de araña que cuelga del techo. 



Entramos a la penúltima sala, también ricamente ornamentada que cuenta con un mihrab. Así podéis comparar la decoración similar pero diferente tanto en paredes como en techo. En esta sala se exhibe una maqueta del palacio original, de modo que se puede ver su gran extensión y sus patios.



En la última sala, una pequeña colección de muebles, mostrando el trabajo tallado de la madera, trabajo que también se puede apreciar en el techo. Sus paredes lucen blancas inmaculadas, no queda nada de la decoración de colores que un día tuvo y que posiblemente se restaurará.


Dentro del museo el calor ha sido a ratos realmente infernal, se estaba mejor al sol que dentro del edificio, ya que el aire acondicionado es un bien no necesario (según quien) y el abanico no era suficiente para ir aliviando el sofoco que padecíamos. 

El interior del palacio ha sido una agradable sorpresa, pero si solo se pudiera ver el exterior ya merecería la pena el viaje, por la avenida que conduce a él y por su espléndida fachada, aunque mejor poder entrar en él y mucho mejor que lo utilicen como museo.

Atravesamos el parque para reencontrarnos con nuestro transporte y continuar con las visitas. 


15 de enero de 2016

Uzbekistán - Viaje desde Tashkent al valle de Ferganá


La vida en la carretera

Hoy salimos de viaje desde Tashkent en dirección al valle de Ferganá (o Fergana) por la A-373, y en esta salida encontramos mucho más tráfico del que hasta el momento habíamos visto en la ciudad.  Además dejamos de ver los asépticos edificios de oficinas y gubernamentales de la plaza de Amir Timur y de la plaza de la Independencia para encontrarnos con los edificios de viviendas, muchos de ellos en un estado en un estado avanzado de deterioro, en algunos casos con una decoración algo islámica, y en otros yo diría que kitsch e incluso de pop art. 




Por delante una carretera recta, campos cultivos y árboles a los lados, tráfico continuo y un amuleto colgado del retrovisor del coche. 


Comenzamos a visionar la vida en la carretera: trabajadores que limpian la calzada, tanto de ramas y hojas de árboles como de arena; venta ambulante de comida y/o bebida, principalmente melones y sandías; gente que para a descansar; otros viajeros con transportes no tan cómodos… En Uzbekistán parece que se aplica la teoría keynesiana del pleno empleo, porque lo de limpiar a escobazos la carretera es impresionante (ojos civilizados y mecanizados los nuestros); solo faltaba el que por delante fuera colocando las ramas (la versión de la zanja y los que la cubren de Keynes). 







Durante el viaje creo que pasamos al menos tres controles policiales, y en cada uno de ellos tuvimos que enseñar el pasaporte, y cada uno con su idiosincrasia particular. En el primero, Oyott se baja del coche con nuestros pasaportes y nos quedemos con el conductor, recogiendo al guía a la salida del control –en medio no sabemos qué ha pasado si ha pasado algo-; en otro, enseñamos nuestros pasaportes directamente desde el coche; y en otro, enseñamos los pasaportes, pero el policía se los lleva y nos deja en la duda burocrática y funcionarial. Yo no puedo afirmar nada porque no lo he visto pero parece ser que en ocasiones la policía o el ejército acepta –más bien impone- dinero para que el trámite no se convierta en una locura. No solo había seguridad en los controles, también había controles de velocidad, un policía a pie de carretera con el aparato de control o radar en la mano. Todo nos parecía tremendamente surrealista.

Ante tanto control y tanta policía hay que señalar que el valle de Ferganá es la zona del país que más vive y siente el Islam, y que en el 2005 se vivió una manifestación que terminó en represión policial, desde entonces el valle vive bajo un estado de alerta.

A ambos lados de la carretera cultivos, en este caso una plantación de girasoles a la que dan ganas de atacar por sorpresa para darse un atracón de pipas, y formar parte de esta vida en la carretera. 


Al valle también se puede llegar en tren, pero se tiene que disponer de un visado tayiko, o por lo menos antes era así, ya que la línea ferroviaria pasa por Uzbekistán y Tayikistán, porque fue construida cuando las dos repúblicas formaban parte de la entonces URSS, y cuando se repartió el territorio se hizo en despachos moscovitas y no a pie de poblaciones y etnias, lo que aparte de provocar estos trámites para el viajero, también conllevó tensiones étnicas por quedarse la población en muchos casos en el “lado equivocado”. Parece ser que Uzbekistán está construyendo una línea alternativa de tren que solo discurra por el país para evitarse ente engorro burocrático. 


También puedes armarte de paciencia y protegerte con un paraguas del sol abrasador esperando un autobús. Atención a las bonitas paradas de autobús, decoradas la mayor parte con mosaicos o azulejos. 


Y por último, también puedes parar coches particulares, en los que negociarás el precio al destino, siendo este el medio más utilizado en el país y en las ciudades. 


Desde la carretera, a nuestra derecha, al fondo, en las montañas, Tayikistán. 


Al fondo, a nuestra izquierda, Kirguistán, tras la cordillera de Tian Shan. 


Uno de los recursos naturales de Uzbekistán es el gas, y en la carretera se pueden ver gaseoductos durante largos trayectos. 


Para amenizar el viaje Oyott nos propone escuchar música uzbeka, a lo que asentimos ya que no conocemos nada, ni de la folclórica ni de la actual, que en la mayoría de los casos tiene raíces folclóricas. La elección es una cantante famosa en el país, Dilnura, y así entramos en los sonidos uzbekos de los instrumentos musicales y las voces. 



El valle de Ferganá tiene una extensión de unos 22.000 km2, con una población de unos 12.000.000 de habitantes, lo que representa un 35-40% de la población del país aproximadamente, dando una idea de su importancia económica, ya que el valle es la zona más industrial de Uzbekistán, y según nos adentramos en él vemos las fábricas, sus chimeneas y sus humos. 



Si hay industria, hay trabajo, y por lo tanto poblaciones, con casas dispares; de nuevo, como a la salida de Tashkent, muchos de los edificios se ven abandonados. La explicación que nos ofrecen: están construyendo nuevos edificios, mejores, y aparece la frase del viaje para todos los problemas del país, ya sea en viviendas, infraestructuras, alojamientos…”lo estamos arreglando”, frase que comprobaremos es utilizada como una retahíla por todos los guías (cosas de la política supongo). 



También hay nuevos edificios, que creo que en esta ocasión y asemejando a otros que veremos en ciudades y por la carretera, se trata de una sala de celebraciones (bodas y otras fiestas y fiestorros). 


Pasamos junto al embalse Akhangaran, cuya agua nos recuerda que el valle de Ferganá es una tierra fértil regada por los canales trazados desde el río Syr Darya, río cuya sobreutilización en la época soviética para los cultivos de algodón provocaron el desastre ecológico de la desecación del mar de Aral, ya que este río es una de las dos fuentes de alimentación del que fuera un gran mar interior. 


Nos acercamos más a las montañas, el paisaje deja de ser llano, al tiempo que la carretera deja de ser una línea recta casi infinita y las curvas hasta se agradecen, que tanta monotonía produce hasta sopor. Parte de la carretera está siendo ampliada y mejorada por una empresa española, Isolux, esto es Españoles por el Mundo



En la carretera sigue habiendo vida, mucha vida y mucho mercado, con seguridad sería junto a alguna población, pero estos puestos están puestos a pie de calzada, y nos recuerda a nuestro viaje por Vietnam, como la excursión desde Danang al complejo arqueológico de My Son


También hay lugar para la diversión de los niños, que supongo juntan el trabajo que les encomienden con ella. 


Hacemos una parada en un mirador sobre el valle, en el paso de Kamchik, con una amplia y bonita panorámica. 


El mirador está presidido por dos estatuas, de una cabra de montaña y de un águila, pero de animales reales no vemos ninguno. 



Como el mirador es un sitio concurrido por las vistas, hay diferentes puestos de venta de comida y bebidas, así como también consta de lavabos, lugar que declino utilizar. Jengibre, manzanas, hierbas, huevos de codorniz o de golondrina, y unas bolitas de queso que compra Oyott porque le encanta y que nos da a probar, siendo un queso muy pero que muy seco y muy pero que muy salado (queda claro que a mí no me gustó nada). 



Tras el mirador hay un túnel que atraviesa las montañas, donde el humo de los coches hace el ambiente irrespirable, no parece tener ventilación y si la tiene es completamente inadecuada, así que mejor no pensar en lo que pueda pasar y pasar cuanto antes el largo túnel, para lo cual subimos las ventanillas, de modo que no traguemos humo y disfrutemos del frescor del aire acondicionado. La fotografía la hacemos de lejos porque el túnel está custodiado por el ejército y no debemos ejercer el noble arte de la fotografía en carretera. Para entrar soportamos además un atasco.


La siguiente parada que realizamos es consensuada entre guía y chófer, los dos parecen estar hambrientos, así que deciden comprar un cargamento de panes, que luego comparten con nosotros y tengo que decir que estaba buenísimo, tierno y con excelente sabor, como nos parecerán todos los panes que comamos por el país, que a pesar de que puedan parecer iguales, no lo son, como ocurre con nuestros panes. 


Por supuesto también hay un puesto de melones, que creo que solo nos ha faltado verlos en los pasillos de los hoteles. 


Y algo que parece queso con hierbas, como las bolitas de antes pero ahora en cuadrados; también pudieran ser dulces pero me decanto más por la primera opción. 


Sin llegar a ser un viaje espectacular, no hay duda que es un viaje diferente y por ello resulta finalmente espectacular, lleno de sensaciones, de todo tipo, buenas y malas, y sobre todo te acerca mucho más a la vida real del país, vida que en Tashkent en nuestra primera parada no palpamos. Hemos llegado a Kokand.