23 de julio de 2019

Botswana - Okavango - Xaranna Okavango Delta Camp

Un lodge tipo loft (para pronunciar bien el inglés)

Tras nuestro vuelo de Kasane al Okavango y nuestro maravilloso encuentro con el leopardo y su cría salvamos el último puente sobre un canal de agua que nos lleva hasta lo que será nuestra casa en los próximos tres días (tres noches para ser exactos), y desde él vemos una de las tiendas que alojan las habitaciones, aunque en este momento no sabemos que la que estamos viendo será precisamente la nuestra… 


En la entrada nos recibe parte del equipo que nos atenderá con un precioso cántico, que a mí, sentimental como yo sola, me hace emocionarme, es una grata bienvenida que además suena muy bien. 


A la entrada un claro aviso de que estamos en tierra salvaje, donde los animales viven porque es su casa y nosotros seguimos de okupas como en el Parque Nacional de Chobe y en nuestro alojamiento en Chobe under canvas, que al ser tiendas de campaña la sensación de naturaleza salvaje es más efectiva. 


Ya dentro del lodge, nos reciben con unas bebidas refrescantes, algo muy común en estos alojamientos incluso cuando vuelves de un safari, ya que además de una buena bienvenida el cuerpo lo agradece mucho. 


Nos quedamos en manos de Kay y todo se desarrolla muy rápidamente, hemos llegado muy tarde (no es culpa nuestra, es por el horario de la avioneta y de la fantástica sorpresa que nos tenían preparada para ver al leopardo y su cría, animales con los que no contábamos con seguridad, así que con él ya sólo nos falta el rinoceronte para tener a los cinco grandes). Firmamos el check-in, exonerándolos si nos pasa algo, ya que estamos en una reserva natural y con poco tiempo, ni de probar bocado y tenemos hambre ya que no hemos comido, comenzaremos una excursión, pero antes de ello conozcámos el lodge y nuestra habitación.

Nos alojaremos en una tienda fija, muy similar a  la que estuvimos en Elephant Camp en Cataratas Victoria, y diferente a la de Chobe under canvas que era móvil. De nuevo nos despertarán por la mañana para darnos tiempo a prepararnos, y si todavía hay oscuridad nos acompañarán a la zona central para los desayunos, y por las noches siempre seremos acompañados de vuelta; la seguridad es importante. De nuevo nos toca una tienda de las más alejadas, en este caso la última del lado derecho.



Es una tienda que llamo loft porque los espacios del interior son abiertos y comunicados, con un toque moderno de decoración a diferencia del Elephant Camp, que su decoración era más british. Al entrar hay un pasillo-recibidor que rodea la estancia, a cuya izquierda hay un mini bar, y en la pared una pizarra para solicitar aquello que necesitemos. 



Desde el pasillo se pasa a la amplia estancia, donde por un lado hay un salón con escritorio, sofás cómodos y en la mesa tenemos una tarjeta de bienvenida. 


En el centro de la estancia, la cómoda cama rodeada por una mosquitera, desde la que tenemos vistas al humedal del delta; aunque no era muy fácil levantarse de ella (por lo menos a mí). 



Otro pasillo recorre el fondo de la tienda, y todo está comunicado sin puertas, por eso eso lo llamo loft. 


A continuación, la zona del baño, que cuenta con dos lavabos, siempre muy útiles cuando se te pegan las sábanas y te tienes que casi pegar para utilizarlo si solo hay uno (¡organización!). 


También hay una bañera y una amplia ducha abierta. 


Una simpática figura de un hipopótamo sirve para colocar los botes de gel y champú, las sales o una vela romántica. 


La última noche de estancia nos llenaron la bañera para que nos relajáramos, aunque la verdad, el agua con cierto color marrón no era muy agradable, pero ya que estaba, hice uso de ella. Nuestra asistente Betty, además nos deja un sobre de despedida, con deseos de que disfrutemos de nuestro baño y de que tengamos un buen y seguro viaje de regreso. 


La única habitación con puerta es la del inodoro, la intimidad para ciertas necesidades es muy importante; aunque la compañía en ella no es muy agradable aunque se trate de una reproducción. Casi siempre había hormigas en el inodoro, y es que todo es comida. 


Un recorrido en vídeo, que se hace más rápido que en fotografías. 

En el exterior de la tienda también hay una ducha, con sus propios botes de gel para no tener que estar pendiente de cogerlos si queremos utilizarla, pero sinceramente, no apetecía demasiado, ya que la desconfianza hacia los animales no nos dejaría disfrutarla bien. 


Las vistas desde la terraza sin mosquitera, increíblemente hermosas. 


Disponemos de una pequeña piscina y una terraza cubierta para descansar. Al igual que en Elephant Camp me armé de valor para entrar en esa agua helada para hacer algunas fotografías, pero no era nada agradable. Hay fotos en internet de elefantes bebiendo de esas piscinas, pero nosotros no tuvimos visita (no sé si afortunada o desafortunadamente, porque por un lado la experiencia suena maravillosa, pero por otro lado, nunca sabes que puede pasar). Desde la piscina vemos el puente que hemos cruzado con el vehículo.



Vayamos a las zonas comunes, separadas en diferentes salones y ambientes, en los que disfrutar a cualquier hora del día del paisaje, del amanecer o del atardecer, de la compañía de otros viajeros, de nuestra compañia o de la soledad. 




La zona de comedor, con una mesa larga que nunca se utilizó, y con mesas de diferentes tamaños (según el número de familia o grupo). 





Durante el desayuno disfrutabas del bonito amanecer. 


Los desayunos podían ser como tú quisieras, frugales o más contundentes. 


Las comidas resultaron muy ricas y sabrosas, además de ser raciones generosas. 






Probamos el kudú, como una ternera más recia, y a mí no me dio sensación de saber a animal de caza (me suelen parecer muy sanguinolentos). 


Las cenas no eran tan contundentes como las comidas pero también tenían muy buen punto de cocina (hay que tener en cuenta que la comida se realizaba temprano, entre las 12 y las 13 h, y alrededor de las 15 h había un afternoon tea). 




Hay un embarcadero para poder surcar las aguas del delta en diferentes tipos de embarcación. 



En los alrededores del lodge todos los días veíamos a un pequeño bosbok o antílope jeroglífico, al que daban ganas de acercarse y acariciar, pero al menor movimiento siempre salía corriendo, le gustaba buscar comida y no le asustaba la presencia humana tan cercana, pero no que intentáramos acariciarle. 


La última zona por conocer es la situada al aire libre, donde hay sillones y mesas, donde cenaremos la última noche, lo que llaman cena boma estilo buffet, con una hoguera. En esta cena probamos las típicas gachas (que no nos gustaron) y un rico pescado, que no sé que era. 


La cena (fotos muy oscuras que desmerecen el bonito entorno y la comida) fue amenizada al final por los cánticos y bailes de los trabajadores, bonitas voces que incitaban a bailar con ellos, que además tenían un ritmo muy marchoso. 



Un auténtico lujo fue este lodge, que finalmente elegimos por seguir en la rutina de la tienda campamento, porque otra opción de la misma empresa era de estilo más occidental, en cabañas de madera, que tenían muy buena pinta, pero para ser nuestra primera vez en África, de alguna manera queríamos algo más genuino, pero sin perder la comodidad. 

17 de julio de 2019

Botswana - Delta del Okavango

Una increíble sorpresa

En Okavango desde la pista de aterrizaje nos adentramos en un mar pajizo, que en principio no tiene nada que ver con las imágenes de los documentales ni de lo que hemos ido viendo durante el vuelo en avioneta, donde el verde y el azul eran los colores predominantes, pero es un paisaje increíblemente hermoso, que suena a solitario, a aventura, a emociones… 



Por supuesto volvemos a los baches del camino, a los que te acostumbras porque tu mente está concentrada en lo que tus ojos ven alrededor, de modo que tu cuerpo hasta se aisla y lleva el compás con armonía. 


No faltan los termiteros gigantes, que sinceramente al principio dan algo de temor imaginar miles de hormigas en estas altas estructuras. 


El conductor, Ancient o así le entendí porque no me dio tiempo a leer el cartel con su nombre, nos avisa que va a tomar un camino más incómodo, atravesando la vegetación pajiza, porque nos tienen preparada una sorpresa… ¿será un picnic?... porque la verdad tenemos hambre, ya que desistimos de comernos el wrap en el aeropuerto de Kasane. Nooooo, la sorpresa es aún mayor, tienen localizado un magnífico leopardo, y ante la posibilidad de que cambie su residencia y no podamos verle otro día, nos llevan hasta él, ¡¡magnífico ejemplar!! ¡¡que elegancia!! ¡¡que pose!! Mil gracias por este detalle, que podían haber obviado y nos hubiéramos quedado sin ver ningún ejemplar adulto. Si el león es el rey de la selva, esta mamá leopardo es la princesa, sentada en el trono gigante que le proporciona un árbol. 



Nuestro conductor otea los alrededores del árbol, sabe que hay dos cachorros de leopardo y los está buscando, hasta que finalmente da con uno de ellos escondido en un pequeño árbol, está dando cuenta de un pequeño impala, y la escena me impresiona, es la implacable ley de la naturaleza donde unos mueren para que otros vivan (hay una fotografía en la que se ve con claridad la cabeza del impala, pero no creo que haga falta verla). 



Continuamos camino hacia el lodge, y somos testigos de una preciosa escena semiacuática, nuestro conductor dice que es un waterbuck, yo no lo puedo asegurar, se parece mucho a otros antílopes y no se distinguen sus diferencias, la principal es una línea blanca semicircular en su parte trasera, que no se distingue bien aunque sí parece tenerla. Sea lo que sea, fue un momento hermoso, viendo como corría saltando este antílope africano entre las hierbas y sobre el agua, formando un chapoteo mágico. Los otros waterbuck que hemos visto eran hembras, en el Parque Nacional de Chobe, durante el safari fotográfico Pangolin, y no podemos comparar. 



Pasamos del agua y de la vegetación abundante a la sequedad del invierno y la hierba ya seca, y es que así es el delta, islas de tierra seca con gigantes termiteros entre mares de canales de agua y hierba fresca; increíblemente hermoso y hasta irreal. 



Estos paisajes se van alternando, y por ello es muy especial el delta del Okavango. 


Ahora nos posa un lechwe rojo, lo que puede parecer descaro es inseguridad y tener que estar alerta a ruidos y movimientos. 


A la carrera una manada de facoceros, animales que siempre van al trote, como si llegaran tarde a algún lado, se paran rápidamente a comer y continuan corriendo. 




En ocasiones para salvar el agua si es muy profunda se han instalado puentes de madera. 


Y si no hay puentes, se vadean los canales de agua, que para eso están preparados los vehículos, aunque con sus dificultades, precauciones e incluso riesgos. 


Tras esta pequeña (grande para nosotros) llegamos al lodge, pero esta parada nos ha retrasado más todavía de lo esperado y programado. 
 

10 de julio de 2019

Botswana - De Chobe a Okavango en avioneta

Del amarillo al verde

Innocent nos deja en el aeropuerto de Kasane, nos despedimos con cariño de él, ha sido un buen guía, y además nos ha emocionado su amor por la naturaleza y los animales, el respeto que les tiene, que además debe de ser alguien considerado "en grado" en el parque de Chobe, porque cuando ha visto que algunos coches privados se han saltado los caminos para acercarse a los animales les ha echado una buena regañina -cosa que no ocurría con otros guías o conductores de otros vehículos-, que seguramente no les haya sentado nada bien, pero es que además de no molestar a los animales, la seguridad personal no debe dejarse en segundo plano por una buena fotografía. 


El aeropuerto es muy nuevo, casi reluciente, pero por supuesto no es muy grande, así que las dos horas y media que pasaremos forzosamente en él se harán tediosas hasta el infinito. Y es que aquí hay un fallo de logística, ya que en previsión que pueda ocurrir cualquier imprevisto en esos caminos de tierra con el coche (como ocurrió con nuestros compañeros de safari cuando salieron ayer, que pincharon y tuvieron que poner rueda de repuesto y casi esperar a ayuda) te suelen dejar con tiempo, pero creo que nosotros pasamos, y desperdiciamos, demasiado en él. Innocent nos entrega dos bolsas de comida, que para nuestra tristeza vuelven a tener un wrap de pollo por persona. 


Lo primero es facturar las maletas (más que maletas, bolsas de deporte para ser exactos), pero no nos dan ninguna tarjeta de embarque, nos avisan que cuando llegue la hora de embarcar ya nos las darán. Pues bueno, si es así no hay nada que decir, mientras no se olviden de nosotros. Aprovechamos la espera para cambiar moneda, no porque sea necesario disponer de pulas, la moneda nacional de Botswana, sino para nuestra colección. Y ya está, nada más que hacer, solo pasear para no estar sentada y esperar (aburrimiento y cansancio total). Nos ofrecieron pagar por pasar a una especie de sala VIP, pero no preguntamos ni el precio, que a lo mejor hubiera compensando. 


Finalmente, una persona de la compañía se acerca y nos entrega nuestras tarjetas de embarque, hay una pantalla electrónica para los vuelos, pero allí nunca salió el nuestro, aunque si lo hicieron otros vuelos (la logística sin lógica). En realidad, la tarjeta de embarque es un combinado de este vuelo y el vuelo que haremos el día de salida, en el que además se refleja el avión de conexión (organizado al menos parece). Pasamos el control de bolsos de mano, pasaportes y billete, tras lo cual entramos en una sala donde de nuevo toca esperar; al menos hay una tienda donde curiosear y comprar. Llegada la hora nos hacen salir al exterior y volver a esperar ordenadamente. 


¡Y allá vamos!, volaremos con la compañía Mack Air, a bordo de una avioneta Cessna Gran Caravan. Antes de subir nos piden que comprobemos que nuestras maletas están junto a la avioneta para ser introducidas con total seguridad (un buen detalle). 

Si ya habíamos tenido nuestros más y nuestros menos con las maletas en este viaje (que fueran blandas y no muy grandes, nosotros optamos por medida de equipaje de mano  permitido en los aviones, así no teníamos que facturar), con el equipaje permitido en las avionetas fue un auténtico calvario, porque en sus condiciones pone que además no lleven ruedas (que sería una ventaja para no tener que cargar con este peso, que eso sí, en la avioneta dejaban que fuera de hasta 20 kg, pero ¿sin ruedas quién carga con esto?, el único modo es la facturación en el país de origen, así no se tienen que cargar y arrastrar, pero decidimos saltarnos este engorroso trámite). Además decían que nada de equipaje de mano, lo que incluía que nada de bolsas con cámaras de fotografía o mochilas o bolsos de mano…, afortunadamente en la parte trasera de la avioneta han dejado un espacio para que allí amontonemos estas pertenencias que nunca meteríamos en las maletas; una cuestión de seguridad y de espacio el no dejarlas a los pies como hacemos en los aviones convencionales.

Despegamos con algo de retraso porque una pareja no vio sus maletas, así que tuvieron que volver dentro del aeropuerto a buscarlas. En el avión vamos algo apretados, una fila de dos asientos y otra de uno, en total 12 o 13 asientos. 


Comenzamos a volar, y al poco de despegar, el paisaje árido de tierra ocre pero lleno de árboles se transforma en un laberinto acuático, sobrevolamos el magnífico delta del Okavango, y nos quedamos maravillados ante su esplendor y fuerza, que una cosa es verlo en los documentales y otra tenerlo tan cerca. 


El vuelo en avioneta es como un autobús de línea con paradas, ya que va parando en diferentes pistas de aterrizaje en el delta, desde las que se llega a los lodges, y nuestra parada será la penúltima, así que paciencia. Antes de volar el piloto nos dice las paradas que haremos, con los nombres de los lodges y la hora prevista de llegada a cada uno de ellos, por supuesto en inglés. 



El delta es impresionante, no te dan ganas de que termine el vuelo, bueno sí, porque sabes que sí desde el aire es tan bello, el poder disfrutarlo bajo tus pies (o las ruedas del coche) tiene que ser una auténtica experiencia y una magnífica e inolvidable aventura. 






El río Okavango, de 1.430 km, nace en el centro de Angola y fluye en dirección sudeste por la región namibia de Caprivi antes de entrar en Botswana, donde el agua se dispersa por el llano paisaje, perdiéndose el río en un laberinto de 16.000 km2 de lagunas, canales e islas, formando lo que se conoce como delta del Okavango. 








Llegamos a nuestra pista de aterrizaje, la del lodge Xaranna Okavango Delta Camp a las 14.45 h aproximadamente, casi dos horas de vuelo, casi dos horas de espera en el aeropuerto...



Un trabajador del lodge nos está esperando con un vehículo para comenzar nuestro periplo por este maravilloso destino.