Dieciséis
más una
En el suroeste de la
península de Poike, y será el único tramo que visitemos de esta península, se encuentra Ahu Tongariki (mirar mapa), al que ya habíamos
visto, y nos había impresionado de sobre manera, desde la ladera del volcán Rano Raraku.
Su ubicación es
perfecta, tiene uno de esos llamados marcos incomparables, verde y azul, verde
pradera, azul océano.
Nada más entrar hay
un moái, no tiene nombre (o eso creo porque en la isla cada moái recibe el suyo), y fue llevado a Japón para una exhibición con el fin
de recaudar fondos para la restauración del Ahu Tongariki que se realizó entre
1992 y 1996. La destrucción de este ahu y sus moái ocurrió en 1960 por un maremoto
consecuencia de un terremoto cuyo epicentro se localizó entre la isla y el
continente sudamericano.
Nos sorprende
encontrarnos con un ave gallinácea por estos parajes tan transitados de
turistas, es un tráfico continuo de gente que llega y gente que se va, pero este ave andaba por allí con total tranquilidad.
Desde lejos el Ahu
Tongariki es espectacular, por sus estaturas, sus posiciones estilizadas y
altivas, y por supuesto por su número, quince, el mayor número de la isla en un
mismo ahu, aunque se cree que originalmente el número llegaba a las treinta (si
fuera así tuvo que haber sido impresionante). Parece una columna de un ejército dispuesto a marchar.
Se puede ver
perfectamente la construcción del ahu, el altar o plataforma sobre el que se
erigían los moái, es el que en mejor estado, supongo que debido en parte a la
reconstrucción con ayuda japonesa, hemos visto hasta el momento.
El ahu, de 100 m, y
por supuesto el mayor de la isla, está formado por un conjunto de piedras
sueltas que permanecen unidas por paredes de contención y cubiertas por encima
con losas más o menos lisas, con una pared vertical del lado del mar y en cada
extremo. Casi siempre, el lado de tierra de la plataforma está formado por una
suave rampa, junto a una gran plaza, rampa que está cubierta con cantos
rodados.
Si en Rano Raraku nos
sentimos impresionados, aquí nos sentimos sobrecogidos, es una sensación
indescriptible estar frente a estas estatuas, en las que se pueden distinguir
con claridad sus brazos y sus manos, que nos recuerdan en cierta manera a los
tótems que vimos en Nueva Zelanda - aunque los maoríes utilizaban la madera y
las manos solo tenían tres dedos- pero estos moái consiguen cautivarte y llenarte de miles de preguntas; ¡tanto trabajo de construcción y colocación!, para luego finalmente, tumbarles, destrozarles, dejarlos en el olvido, por lo menos esta historia es visible y se sabe con certeza.
A consecuencia del
maremoto los pukao (sombreros) de los moái fueron esparcidos a gran distancia, hacia el
interior de la isla, y fueron recuperados en las cercanías del ahu.
Sólo uno de estos
pukao se ha colocado sobre un moái, alcanzando con él una altura de 14 m, y dan
ganas de cuadrarse ante él. No he encontrado explicación (o teoría) totalmente cierta de la colocación del
pukao, supuestamente se ataría con cuerdas a la cabeza del moái y se alzarían
los dos juntos… un trabajo increíble, y que posiblemente fuera así, al ser la única explicación dada.
Nos tenemos que conformar
con verle solo por su parte delantera, ya que el acceso a la trasera está
prohibido; es posible que buscando un rodeo para llegar a la zona de mar y
desde allí acceder y verla sea factible, pero siempre respetando las piedras
colocadas para cerrar el paso. Así que le rodeamos por donde nos dejan con unas
grandes sonrisas en nuestros rostros.
Mientras admiramos
los moái hacemos fotografías entre nuestro grupo: nosotros te hacemos, tú nos
haces, con lo que finalmente casi todos hacemos el “moái”, con lo que ya no son
quince.
Espectacular el Ahu Tongariki, y quizás parte de su magia también sea su misterio.
El enigma de los moais y la belleza natural de la zona, convierte el paseo en unos de los más especiales de nuestro pequeño mundo.
ResponderEliminarHa sido fácil localizar el "souvenir" al lado de los moais.
Jajaja, ¡encontraste al mechero rechoncho!
ResponderEliminarLa isla de Pascua es increíblemente mágica, por su paisaje, su mar y sus moái misteriosos; uno de esos lugares a intentar conocer antes de que lo masifiquen más todavía.