Por
tierra, aire y agua
Tras nuestra
excursión por los pasillos y restaurantes del Hotel Bellagio retrocedamos en el
tiempo: volvimos a Las Vegas el día 30 de diciembre desde el Gran Cañón, en el South Rim, haciendo la ruta 66 desde Williams a Oatman, y como el tiempo hay que
aprovecharlo de la mejor manera que nos sea posible, para el día 31 contratamos
una excursión al Grand Canyon West, y para ello tenemos que darnos un
importante madrugón, a las 5.30 pasan a recogernos,
con lo que hoy no hay desayuno.
Lo primero es
acercarnos al helipuerto de la empresa Papillon, ya que el helicóptero será
nuestro medio de transporte y con ellos sobrevolaremos la zona y el gran cañón.
La base está en Boulder City, y las caras de sueño que hay en el pequeño autocar es
abrumadora. El vuelo tendremos la fortuna de hacerlo solos, mientras que otros helicópteros han
salido completos, así que tres personas de la empresa vuelan con nosotros, que
vamos sentados junto al piloto y tenemos unas vistas estupendas.
Con el amanecer ya
despuntado sobrevolamos el lago Mead.
Y la presa Hoover,
construida entre 1931 y 1935 como un proyecto más del New Deal. Fue inaugurada
por el presidente Roosevelt y lleva el nombre del trigésimoprimero presidente
de los EEUU. Con la presa se proporcionó agua y electricidad a los estados de
Nevada, California y Arizona. Creo que una visita a esta presa puede resultar
sumamente interesante, pero en esta ocasión ya no nos quedaba mucho tiempo disponible.
Seguimos nuestro
vuelo sobre pequeños montículos de tierra y sobre el río Colorado.
Y finalmente nos
acercamos al magnífico gran cañón, que sigue resultando impresionante.
Vemos el mirador del
Skywalk, como sobresale del acantilado rocoso.
Y enfilamos el río
Colorado, acercándose a las rocas el helicóptero.
Hasta que aterriza en
mitad de la nada, y te sientes más pequeña aún, porque desde el aire y el helicóptero
hasta pareces alguien.
Va todo rápido,
bajamos del helicóptero, nos enseñan un camino, donde nos piden un voucher que
no tenemos, hemos llegado aquí porque nos han traído, pero no tenemos ningún
papel acreditativo, con lo que tememos que al final nos devuelvan en otro
helicóptero y nos dejen a medias. Pero tras las dudas, piensan que si estamos
allí es porque hemos pasado el control de la empresa de helicópteros, y está
todo incluido.
Bajamos junto al río,
donde nos toca esperar a que lleguen otros pasajeros, ya que vamos a realizar
una corta travesía por el río Colorado, guiados por un indio, ameno, divertido y amable. La travesía es muy corta pero merece la pena, así lo creemos.
Tras el paseo en la
barca volvemos al punto de origen, donde subimos de nuevo al helicóptero, vamos
a continuar con las vistas del gran cañón, que dan hasta ganas de intentar sacar
la mano y tocar las paredes.
Aterrizamos y en este
viaje tan organizado, ya nos está esperando nuestro próximo guía con una
furgoneta, que además nos hace entrega de una bolsa con aperitivos, al menos
tendremos algo para masticar.
Nos lleva al Skywalk,
un mirador situado en el Eagle Point, a 1.400 m de altura, en territorio
hualapai, con unas instalaciones de reciente construcción/ampliación e
inauguración. La pasarela de cristal fue inaugurada el 20 de marzo de 2007,
aunque para ser justos, no se encuentra en el gran cañón propiamente dicho,
sino en uno de los cañones laterales, pero no por ello es menos impresionante.
La visita a este
mirador tiene un gran inconveniente, que se puede tomar como ventaja si se es
positivo. No se puede entrar con cámaras ni mochilas, no se pueden hacer
fotografías; y aquí hay dos consideraciones, una el aspecto económico, si
quieres una foto la pagas, aunque tienes derecho a doce fotos con la entrada,
que te realiza un fotógrafo del lugar; la segunda, no hay “atocinamiento” en
la pasarela, porque si todos entramos con cámaras, teléfonos y tablets en la
mano, de allí no se mueve nadie.
Recientemente se han
renovado algunos cristales de la pasarela, y resulta que los que hay ahora son
de origen español. Para evitar rayar el cristal te dan unos patucos de
plástico, como los que nos ponemos en el hospital.
Fuente: grandcanyonwest.com
No tenemos ningún
problema en que nos hagan las fotografías personales un ajeno, lo que si nos da
algo de rabia es en no poder encuadrar el paisaje a nuestro modo. Para hacer esto de no realizar
fotografías por cuenta propia, se han inventado las fotografías payaso, así que el fotógrafo
te va sugiriendo posturas para que queden graciosas… entramos al juego sin
convicción al inicio y luego ya nos reímos bastante.
Hay un tiempo
establecido de permanencia con el fotógrafo en el mirador, aunque hoy no hay mucho público, se va entrando al mirador de manera organizada y sin atascos en él. Nosotros alargamos un poco este tiempo, nuestro acompañante se encarga del trámite para que nos
dejen, y es que el espectáculo es magnífico, las vistas a través del cristal,
de auténtico vértigo.
Después hay tiempo
libre para tener vistas y fotografías libres, ya no desde el mirador, sino en sus alrededores. El precipicio está a nuestros pies.
También se puede ver
el Skywalk, viendo como sobresale la pasarela.
Llegar hasta aquí ha
tenido lo suyo, pero ha merecido la pena.
Si no fuera invierno,
con un frío importante, supongo que las mesas estarían llenas de gente, tanto
tomando algo como sencillamente descansando, pero lo que apetecía era caminar y
no quedarte quieto.
En los alrededor de
la plataforma hay una colección de tiendas indias y viviendas de las diferentes
tribus, así que nos damos un paseo mientras llega la hora de reunirnos con
nuestro chófer. Por ejemplo, vivienda navajo,
hogan.
La más clásica de
todas, la tienda o vivienda tipi.
También nos da tiempo
a pasar por la tienda de recuerdos, pero finalmente salimos con las manos
vacías. Luego nos llevan a la base de helicópteros, donde nos toca esperar una
largo tiempo hasta que llega el que nos corresponde, o el que nos han asignado con
el movimiento de personas que tienen, llegando a pedirnos disculpas por la
tardanza, que no es lo malo en sí, sino el cansancio que llevamos en el cuerpo.
Para paliar la espera pasamos por una gran tienda, donde en esta ocasión si
utilizamos la cartera. Y de vuelta en helicóptero a Las Vegas, que en esta
ocasión el viaje es más directo, nada de rodeos para tener vistas.
En este viaje de
vuelta el helicóptero era más pequeño, pero también fuimos solos con el piloto,
en esta ocasión nada de pasajeros trabajadores con nosotros.
Ha sido una bonita experiencia por el majestuoso gran cañón.