Para dos (hablando de bicis)
En esta vorágine
gastronómica que afortunadamente estamos viviendo -¡maldito masterchef!, ¡maldito top chef!, que
nos están afilando los colmillos, ¡bendito masterchef!, ¡bendito top chef!, que nos están ampliando
las sensaciones y motivaciones-, hoy nos toca probar el restaurante Tandem,
una filial del exitoso Triciclo, pero aquí no tuvimos la suerte de encontrar
mesa.
Ambos restaurantes
están dirigidos por tres chefs: Javier Mayor, David Alfonso y Javier Goya.
El local no es
excesivamente grande, y afortunadamente nos dan a elegir entre una mesa baja,
con más estrechez y “apelotonamiento”, o una mesa alta con taburetes junto a la
ventana; no hay color, bueno sí, el de la luz natural, lo segundo sin dudarlo.
Para beber, un tinto
De Muerte, de Yecla, mitad uva monestrell, mitad uva syrah, que resulta bueno para el
picoteo que pensamos hacer, aunque lo mejor es la bonita botella, como muy mexicana, recuerda a las imágenes de La Catrina.
De aperitivo unas
perfectas aceitunas gordales aliñadas, de las que tintan los dedos al cogerlas,
por lo que terminas chupándolos sí o sí.
Pedimos varios platos
para compartir, y no los pedimos todos porque hubiéramos sido incapaces de
comerlos, pero la verdad es que tuvimos que ir haciendo descartes de la carta hasta llegar a un consenso.
Un buen surtido de
pan.
Comenzamos con unas
ricas croquetas de cocido, ¡ay ese
cocido, que bien aprovechado está!
Las bravas de Tándem, unas patatas en gajos
en lugar de en trozos, con la salsa separada: por una parte, la clásica
mayonesa, y por otra, una salsa picante, que yo diría se asemejaba algo a la
coreana salsa de gochujang. Muy ricas, sobre todo por las salsas, las patatas
llegaron algo templadas de temperatura.
Ensaladilla
rusa con sashimi de atún rojo, muy rica, quizás un
exceso de decoración vegetal, pero con apartarlo es suficiente.
Ceviche
nikkei, creo que se trataba de corvina, aliñada con
ponzu de yuzu y granizado de rocoto. Al final estos nombres serán para nosotros
como el ajo y la cebolla, de lo más normal. Un potente y siempre refrescante
sabor, y una bonita presentación.
Bocadillo
chino, un pan al vapor (en boga está el pan bao y sus
bocadillos, por lo que merecerá la pena hacer una excursión para descubrirlos por Madrid) con costilla de cerdo, pepino, cebolleta y hierbas. Espectacular, y menos mal
que pusieron dos, uno para cada uno, porque si no nos acabamos pegando por
él…upps. Si todo estaba muy rico hasta el momento, este plato nos encantó.
Terminamos con una carrillera de ternera al curry rojo,
acompañada de arroz integral (tenía yo la errónea creencia que este arroz era
oscuro, pero este debe ser el que llaman salvaje). Un fuerte sabor para
rematar.
En lugar de pedir
otro plato más, nos decidimos por un postre individual con derecho a meter la
cuchara en el otro. Una tarta de queso,
más ligera de lo que aparentemente parece ser.
Y un riquísimo
tiramisú de té verde (deberíamos intentar hacerlo en casa).
Un buen café para
terminar la buena comida.
Y a pagar, acto que
cuando has comido tan bien (tanto en calidad como en servicio, a pesar de estar
el local lleno y tener sus pequeñas lagunas temporales), se realiza contento.