El
ombligo del mundo
Tras nuestra visita, a la que es díficil encontrar adjetivo que no suene grandilocuente y exagerado pero son los que les corresponden, al Ahu Tongariki, nos dirigimos a la costa norte de
la isla, donde se encuentra el Ahu Te Pito Kura (mirar mapa),
en la bahía de La Pérouse, cerca de una pequeña caleta de pescadores.
El moái de este ahu, de nombre Paro, está tumbado boca abajo en el
suelo, frente a los restos del ahu. Paro mide 9,8 m de altura,
siendo el mayor moái transportado desde la cantera de Rano Raraku, y
pesa 80 toneladas. No le podemos ver o distinguir bien las orejas, que miden 2 m de largo.
A su lado está el
pukao, también uno de los más voluminosos tallados y trasladados, pesa unas 12
toneladas y es de forma oval en lugar de redonda.Todo a lo grande y lo más díficil de tallar, transportar y colocar.
Ahu Te Pito Kura fue
el último moái derribado en la isla.
Hacia la izquierda de Te Pito Te Kura, junto al mar, se sitúa Te Pito Te
Henua, el ombligo del mundo, cuyo significado real es donde termina la
tierra o donde la tierra comienza.
Se trata de una
piedra redonda, muy redonda y pulida, y no sé si de forma natural completamente o
ayudada por el hombre, con cuatro piedras redondas o semiredondas más pequeñas a su alrededor,
todo ello rodeado de un pequeño muro de piedras. La piedra central se cree que
fue traída por rey Hotu Matu'a en su embarcación, el último
vestigio del continente hundido Hiva.
Rosita, nuestra guía, comienza un
pequeño ritual: con una brújula frota la piedra durante un rato, mientras la
miramos expectantes.
Terminado el
frotamiento, nos hace colocar nuestras manos sobre la piedra, para descubrir
con ellas que emana calor, con ello muestra que es una piedra magnética y especial; pero antes ninguno de nosotros puso las manos sobre la piedra por lo que no tenemos temperatura de comparación (y no es escepticismo, bueno, un poco). Jaleo de manos y cabezas sobre la piedra.
Rosita nos dice que
tocar la piedra con las manos y la frente se utilizaba para sanar, así que
algunos de nosotros hacemos el ritual; si he hecho el “gamba” por esos mundos,
como pasar debajo de elefantes de piedra en el Bakong de Camboya, llenandome de
incienso en las entradas de templos en Japón, como en el de Asakusa, y algunos actos más
que ahora no recuerdo o que a lo mejor no quiero recordar en público, ¿por qué no hacer esto también?
Dicen que aquí está
el tercer chakra del planeta, el manipura,
el que rige el ego, la determinación, la fuerza; pero de este tema no sé absolutamente nada, supongo que la base fundamental es creer en ello.
Nos despedimos del
lugar mirando hacia el mar sin saber si el ritual ha tenido efecto sobre mi cuerpo o mi alma, aunque con toda seguridad más sobre la segunda que sobre el primero.
La verdad que a la vuelta del viaje note un cambio en ti, debió ser el cabezazo a la piedra.
ResponderEliminarPor cierto, el cambio fue un moratón en la frente.
Jajajajaja, ya sabía yo que me había pasado con el frotamiento.
ResponderEliminar¿El ego nos "manipura"? Será eso, jajaja... Qué gusto ver, y leerte mas, en tus viaje por ahí. Me encanta el destino. Un beso
ResponderEliminarHola Mamen! Jajajaja, el ego nos "manipura" todo lo que quiere.
ResponderEliminarA mí me encanta leerte y comerme la pantalla con tus recetas, aunque últimamente te prodigas poco.