20 de noviembre de 2018

Myanmar - Lago Inle - Shwe Yaunghwe Paya - Shwe Yaunghwe Kyaung

Decoración shan

Desde Kalaw llegamos a la zona del lago Inle, pero antes de ir al hotel en el que nos alojaremos vamos a hacer una visita, ya que nos pilla de camino, al complejo Shwe Yaunghwe, antes de llegar a la ciudad de Nyaungshwe. Recordemos que shwe significa dorado, y aprendamos que yaunghwe significa no conflictos. 

Primero pasamos por la estupa dorada. 


Entramos al complejo de la estupa, en realidad a la construcción que la rodea, el típico pasillo con cuatro entradas por los puntos cardinales, y accedemos directamente a uno de los cuatro santuarios, que nos sorprende por sus imágenes y por su colocación, más como si fueran de juguete. 


El suelo es de mosaicos, unos preciosos mosaicos, aunque no se conservan en toda la zedi, se han perdido en bastantes tramos; nos recuerdan lejanamente a los mosaicos de los suelos que encontramos en algunas iglesias venecianas o irlandesas. 


Lo más llamativo a nuestros ojos son sus paredes, en las que destaca sorpresivamente el color rojo, y sobre todo la decoración con cristales pintados en ellas, de estilo shan, resultan impresionantes. Cuando parecía que nada podría superar a las anteriores visitas, ya sea pagodas o cuevas o paisajes, de nuevo Myanmar nos vuelve a sorprender gratamente. 


En las paredes se suceden los nichos en los que hay estatuas de Budas, que son donaciones de los fieles. 


De la decoración se han desprendido muchas piezas de cristal que no han sido repuestas, pero aún así, las partes en las que todavía quedan resultan sorprendentes, curiosas, diferentes y sobre todo preciosas. Y es que no es lo mismo ver columnas o paredes cubiertas con mosaicos relumbrantes, que ver figuras, que cuentan historias aunque como no las conocemos podemos jugar a inventarlas.


Llegamos al segundo santuario y su vestíbulo, pero la imagen de Buda de su interior está protegida por una verja, no sabemos si es por su valor artístico, cultural o sencillamente de fe. 



Continuamos el recorrido y es imposible fijarse en todos los detalles de la decoración, porque son muchos y muy variados. 



Tan ensimismados estamos recorriendo el pasillo que hasta que no ha pasado un tiempo no nos damos cuenta que desde el pasillo se puede acceder a pequeños patios interiores desde los que se puede ver la estupa dorada. 


En las paredes de estos patios, antaño blancas y hoy ennegrecidas por la humedad, también hay nichos con pequeñas estatuas de Buda. En la fotografía podéis ver la composición de pasillos y santuarios. 


Volvemos al interior. 


Llegamos al tercer santuario, de nuevo con una sucesión de figuras en la escalera de su interior. 


Recorremos otro tramo de pasillo para llegar al cuarto y último santuario. 




Volvemos a caminar por el pasillo para terminar en el primer santuario donde comenzamos la visita, con los ojos vidriosos por los cristales y la sorpresa.

Salimos al complejo del monasterio, donde también hay lo que nos parecen viviendas de los monjes. 


Finalmente vamos hacia la sala de oración u ordenamiento o thein construida en madera.




En el edificio destaca la forma ovalada de sus ventanas, otra novedad para nosotros. 



Un cartel con una prohibición nos da la bienvenida al subir por las escaleras, y es que el turismo, los viajeros, los visitantes… hemos llegado a unos límites inconcebibles, y esto hace quince años, cuando llegaban pocos podía resultar hasta simpático, pero ahora llegando autobuses completos puede resultar desquiciante y sobre todo abusivo, y todo por tener una foto, como si se tratara de un souvenir más pero no de un recuerdo real y efectivo. 


En el interior hay unos jóvenes monjes orando o meditando, con lo que haremos una visita corta y lo menos molesta posible. Hay una imagen dorada de Buda, a la que vemos mejor por detrás que por delante, precisamente por no estorbar.