12 de marzo de 2018

España - Santiago de Compostela - Hotel Quinta da Auga


La fábrica de papel

Para la escapada navideña elegimos de nuevo un hotel con spa, como lo hicimos el año anterior en Puebloastur Eco-Resort, en el pueblo asturiano de Cofiño, y en esta ocasión el destino ha sido Galicia, haciendo una parada de avituallamiento en Verín, con la intención de comer en su parador, pero estaba cerrado por obras, así que nos conformamos con ver el exterior del Castillo de Monterrey, que es visitable, pero como la hora no estaba a nuestro favor, lo dejamos pasar. 


Llegamos a Santiago de Compostela, directos al hotel, Quinta da Auga, que forma parte de la compañía Relais & Chateaux, instalado en una antigua fábrica de papel del siglo XVIII que ha sido rehabilitada por dos madrileñas. Es Navidad así que el edificio está iluminado y una pareja de ciervos nos da la bienvenida. 


En un edificio añadido, que se ha intentado que no desentone con el edificio original,al que se encuentra unido por un pasillo, se ha instalado el spa, que visitamos solo por curiosidad informativa, pero que no utilizamos ningún día; tengo que mencionar que existe una habitación con jacuzzi grande que se puede reservar para una pareja durante una hora, con lo que está pensado para el romanticismo...


En el tercer piso, donde estaba situada nuestra habitación, había una maqueta del complejo del hotel, y así lo podéis ver mejor en su conjunto. 


Junto a la entrada al hotel hay una terraza del café, pero no está el tiempo como para disfrutar de ella, que en otros momentos sería un buen lugar, pero hemos llegado a Galicia y nos hemos traído lluvia abundante de regalo, que estaban necesitados. 


Junto a la recepción, siempre amablemente atendida por un equipo de profesionales estupendos, con una sonrisa y dispuestos a ayudarte en todo, desde que nos pusimos en contacto para hacer la reserva hasta nuestra despedida (¡gracias!), hay una zona de sofá y sillas donde descansar, esperar un taxi o transfer, leer el periódico… 


En esta planta también está el restaurante Filigrana, donde cenamos varias noches, destacando el menú degustación por su relación calidad-precio.

En el tercer piso entrando desde recepción, ya que en realidad es el quinto si miramos el desnivel del terreno sobre el que se alza una de las alas del edificios –en la maqueta se ve muy bien-, se sitúa nuestra habitación, una suite. Según se entra, un pasillo en el que hay un hueco para dejar las maletas (siempre muy útiles), un armario espacioso y el baño.

El baño es amplio, con un solo lavabo y en la encimera las amenities típicas, destacando la concha de vieira para dejar el jabón. Los productos son de la marca Sundari (en sánscrito significa mujer bella), cuya fabricación se basa en la medicina ayurvédica –ideales para el spa-; la marca es propiedad de las modelos Christy Turlington, Ayla Hussain y Cavan Mahony. 



Hay una amplia ducha y una estupenda bañera redonda de hidromasaje, por lo que realmente tenemos nuestro pequeño mini spa privado, aunque no es lo mismo por supuesto. 


La habitación consta de un salón y el dormitorio, ambos de gran amplitud y decorados con mucho gusto, entre afrancesado y británico; destacando en las pareces el color lila, tanto en pintura como en papel pintado, así que nos sentimos como en casa, ya que este es nuestro color (color que hoy está de actualidad informativa y reivindicativa). 


En el salón, un sofá –no muy cómodo la verdad, aunque no era incómodo total-, dos butacas, una gran mesa, otra pequeña con una máquina de café, y una televisión. 


También hay una mesa de escritorio –una preciosidad- donde aparte de dejar cachivaches cuando volvemos de nuestros paseos, lo utilizo para programarlos, tomar notas e incluso trabajar si es necesario, a pesar de estar de vacaciones. 


La cama es tamaño king, el colchón es cómodo –aunque mejorable para el gusto de nuestros cuerpos- y el edredón una suave caricia acogedora y caliente, sobre todo en los días y noches de lluvia que vamos a tener. 


Como el espacio del dormitorio es grande, también hay un pequeño sofá, una mesa auxiliar, y una mesa velador grande con dos sillas. Muy acogedor en general, porque los muebles son los justos, incluso los utilizamos ocasionalmente, y no molestan ni visual ni físicamente. 


Lo que nos llama mucho la atención son los pequeños elementos decorativos que han colocado en las mesas, todo está bien elegido y colocado, incluso aportan sensación de hogar, de casa. 




Ya hemos tomado posesión de la habitación, hemos deshecho las maletas en su totalidad (esto nos produce auténtico placer, ya que normalmente durante las vacaciones pasamos como mucho tres días en una ciudad y las maletas se convierten en un caos y una pesadilla), y nos tomamos las ricas porciones de tarta de Santiago con las que nos han obsequiado para nuestra llegada. 


Exploremos un poco el resto del hotel y sus alrededores. Desde recepción se accede a una terraza que tiene que ser un buen lugar para tomarse un café en un día primaveral. 


Desde aquí parte un sendero de corto recorrido, que pasa junto a un pequeño bosque de bambú. 


El sendero termina junto al río Sar. 



Sobre el río hay una antigua pasarela de hormigón, cuya fotografía queda mejor en blanco y negro envejecido. 


Volvamos al hotel, junto a la entrada de recepción hay otro pequeño camino que pasa junto a la cafetería. 


El camino lleva hasta un pequeño salto de agua por el lateral de uno de los lados del edificio. 



El primer salto se puede ver desde el pasillo del primer piso del hotel. 


Volvamos sobre nuestros pasos, junto al aparcamiento, donde hay un hórreo, sale un nuevo camino que en esta ocasión lleva hasta Santiago, no muy lejano realmente. El sendero pasa junto a las modernas urbanizaciones cercanas, y es paralelo a un canal de agua y al río Sar. 



No hicimos el paseo completo ya que era por la tarde y se nos hubiera hecho de noche, cosa que no nos apetecía, así que lo terminamos en el Centro Sociocultural Vidán, que cuenta con pistas de tenis y una piscina. 



Nosotros hemos llegado por la parte trasera a este centro, pero su entrada principal, con una verja, tiene un ambiente bucólico, con un paseo flanqueado por árboles. 


El hotel ha sido catalogado como uno de los mejores del mundo en la publicación de Andrew Harper, una agencia especializada en complejos turísticos de lujo, siendo uno de los 17 mejores del 2017, y no diremos nosotros que no se merece esta distinción.

Quinta da Auga para nosotros ha sido una joya escondida, perfecto en casi todo: situación, decoración, profesionales, gastronomía… y solo he encontrado un pequeño punto grisáceo, más que nada en comparación con el hotel en el que nos alojamos el año pasado también por Navidad, que ya he mencionado, Puebloastur Eco-Resort. El tipo de hotel es similar, con spa los dos; la habitación contratada en ambos ha sido una suite; y las noches pasadas han sido las mismas; la diferencia es que en Puebloastur teníamos incluido el uso diario del spa durante una hora y media, y en Quinta da Auga teníamos que pagar el servicio (hay packs para hacerlo). Reflexionando sobre ello, posiblemente no les hubiera representado nada el incluir dos días por ejemplo (no es necesario todos los días), de acceso al spa, hubiera sido un detalle y no un gran coste para ellos. Las comparaciones y las diferencias son las que marcan nuestras elecciones futuras y preferencias.