27 de febrero de 2014

España - Montblanc (Tarragona)



Medievo amurallado

Otro año más y otra calçotada más en compañía de amigos, y además hemos disfrutado de la divertida fiesta del Cos Blanc de Salou, pero este año estábamos más cansados para hacer una desviación de la carretera directa para volver a Madrid, como hicimos el año pasado en el Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, así que lo único que hicimos es una parada sin grandes pretensiones en Montblanc, que siempre me llama la atención cuando viajo en AVE a Barcelona. 


Montblanc fue fundada en 1155 por Ramón Berenguer IV con el nombre de Duesaigües, por encontrarse en la confluencia de los ríos Francolí y Anguera. Una década después, Alfons I la trasladó sobre el cerro que hoy ocupa con su nombre actual, manteniendo el aspecto de una magnífica villa medieval, que fue residencia real y donde se reunieron con frecuencia las costes de la corona catalano-aragonesa. 


Como ya he dicho, no teníamos grandes pretensiones en cuanto a sabiduría histórica y monumental, era más bien una pretensión de disfrutar de la villa, si encontrábamos información bien, si encontrábamos monumentos bien, y si no ocurría ninguna de las dos cosas (bastante improbable) pues también bien. 




Las murallas de Montblanc permanecen tal como fueron levantadas en el siglo XIV, y nosotros entramos a la población por el Portal del Castlà, al que también se le conoce como el portal de Barcelona, que fue abierto en la muralla para uso exclusivo del representante militar del rey (y lo hicimos por esta puerta por ser la más cercana al aparcamiento que encontramos). 




El portal da acceso a la Carrer Fusteria




La calle termina en una plaza abierta, donde al frente está una de las fachadas laterales de la Iglesia de Sant Miquel, del siglo XIII, con fachada románica, y a la izquierda, el palacio de Castlá, del siglo XV.  





Entre la plaza y el lateral de la iglesia un pequeño callejón con arcos bajos, uno de esos rincones con encanto, tanto para los ojos como para la cámara fotográfica. 




Desde la plaza de la calle Fusteria se accede a la plaza de Sant Miquel, donde se encuentra la entrada a la iglesia homónima, que da a la Carrer Major.





Nosotros giramos a la derecha, ya que unas torres, arcos y pináculos sobresalen al fondo y llaman nuestra atención. 




Por la calle Pere Berenguer de Vilafranca llegamos a la Plaça Major, donde en uno de sus lados se encuentra la Casa Desclergue, del siglo XVI, que presenta un soportal con arcos en su planta baja.  




En la plaza por supuesto se encuentra el edificio del Ayuntamiento, cuya construcción original era de los siglos XIII y XIV, pero la que se puede ver en la actualidad es una reconstrucción del 2001.




Tomamos la Carrer Hortolans, que presenta escaleras en su tramo final. 





Por las escaleras se accede a la Plaça Santa María, donde se encuentra la Iglesia de Santa María






La iglesia es típica del estilo gótico catalán, siendo construida entre los siglos XIV y XV pero la fachada fue destruida durante la Guerra de los Segadors y se reconstruyó en estilo barroco. 




Posee una única nave muy amplia, con capillas laterales entre los contrafuertes. 





En el interior, sobre la puerta de entrada hay un órgano barroco, que dicen que es de gran sonoridad. 




Detrás del altar, al que se sube por unas escalones de forma sinuosa y diferente, se encuentra la imagen de Santa María, del siglo XVI, tallada en madera policromada. 





Se puede subir a la terraza de la iglesia para tener unas buenas vistas de la ciudad, pero este día no era el día para hacerlo, y eso que el tiempo acompañaba, fresco pero soleado y sin nubes, pero era hora de volver hacia el coche. 


Las calles que salen desde la plaza de la iglesia son en cuesta al situarse ésta en el terreno más alto de la localidad (buen detalle la instalación de pasamanos). 





Lo que buscamos es salir a las murallas, y a partir de allí intentar volver al punto donde comenzamos este paseo. Salimos a la plaça de Sant Marçal, donde hay una fuente. 




Frente a la fuente, la iglesia de Sant Marçal, del siglo XIV. 




En lugar de salir al exterior de las murallas, decidimos caminar lo que podemos junto a ellas por el interior. 




Así podemos encontrarnos algunos detalles, como los llamadores en las puertas. 





Pasamos junto al edificio del Palau Reial, construido en estilo gótico para albergar a las visitas reales en los siglos XIII y XIV. 




Salimos de nuevo a la Carrer Major y ahora giramos a la izquierda para llegar a la Plaça de Sant Françesc, donde se alza la iglesia de Sant Francesc, cuya construcción se inició en el siglo XIII pero fue reformándose en los años sucesivos.  




La iglesia tiene una sola nave con cabeza pentagonal, bóvedas de crucería y capillas entre los contrafuertes, pero está completamente vacía en decoración u ornamentos (creo que entramos porque estaba abierta al haber dos grupos de visita en ella). 






Terminamos de recorrer parte del lienzo de las murallas para llegar al principio de nuestro paseo. La muralla se comenzó a construir en 1367 por Pere el Cerimoniós, y cubren un perímetros de 1.500 m, alcanzando una media de 4,20 m de altura y 1,5 m de anchura, contando en sus tiempos con unas 30 torres. 





Montblanc tiene dos paseos, uno por el exterior, junto a la muralla, el camino de ronda, y otro por el interior, descubriendo sus edificios históricos; nosotros desafortunadamente hemos hecho los dos bastante incompletos, pero nos ha merecido la pena la parada y el pequeño paseo. 


25 de febrero de 2014

España - Cos Blanc de Salou (Tarragona)

Papelillos de colores

Un año más hemos disfrutado de una buena calçotada en compañía de amigos, pero este año en lugar de quedarnos a dormir el calçot y la butifarra nos han llevado a Salou porque este evento se ha coordinado para disfrutar de uno de los actos más multitudinarios de la Fiesta Mayor de Invierno de Salou, que este año ha sido el sábado 1 de febrero. 

La fiesta tiene sus raíces en las celebraciones en honor a Sant Antoni, y desde el año 1981 la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento le dio el actual formato, con la creación de un pequeño pasacalle que con los años se convirtió en el Cos Blanc, y durante el cual se lanzaban pequeños recortes de periódicos. 

Parece ser que el acto más emblemático de la fiesta, el Cos Blanc, empezó como una broma entre amigos que en un momento comenzaron a tirarse trozos de papel, y poco a poco la broma y este momento se han convertido en un acto consolidado y organizado desde el Ayuntamiento.

Nosotros nos perdemos todas las fiestas y actividades que se celebran durante la semana y solo asistimos al pasacalle del Cos Blanc.


En el pasacalles hay un desfile de carrozas, cada una con una temática (como en todas partes), lo que viene a ser un Carnaval; algunas con mejor acierto (o presupuesto) que otras en decoración o vestuario o imaginación; algunas pueden parecernos más simpáticas que otras, pero lo que no hay duda que producen es un completo aroma a fiesta, y no sólo por la música de fondo que hace que nuestros pies y nuestros cuerpos se muevan sin parar (el frío de ese fin de semana también ayudaba a bailar para entrar en calor). 
















Una de las carrozas (colla es el nombre que reciben los componentes de la misma) tiene un divertido nombre, Bandarra, que nos lleva al genial y único Eugenio, un contador de chistes muy especial. 


Pero seamos sinceros, no hemos venido a ver el desfile de collas y carrozas, que ya que están ahí las vemos, hemos venido a disfrutar de la ¡¡¡fiestaaaaaa!!!, ya que lo más característico de este Cos Blanc es el lanzamiento de más de 22 toneladas de confeti de colores (no solo blanco) con 20 cañones que lo disparan hacia la calle y los callejeros. Todo ello por supuesto amenizado por un locutor, luces y música de todos los estilos, aunque la música ochentera sonaba muy a menudo, afortunadamente para estos "carrozas" de a pie.













El día de viento no favorece la concentración de confeti, ya que éste se dispersa por la ciudad y no se crea una capa que puede llegar hasta las rodillas como nos comentaron nuestros amigos, pero aún así el momento es muy divertido, y como no vale sólo con recibir lluvia de confeti desde los cañones, se coge el confeti del suelo y se lanza a manos llenas sobre todos, que no hace falta ser amigos ni conocidos para tener estas confianzas. ¡Confeti va!



Algunas directamente quieren ser casi sepultadas por el confeti (el cansancio de los jóvenes contra la dureza de los mayores que aguantamos estoicamente de pie).





El aire y el movimiento de gente hace que las calles aledañas a la central también estén llenas de confeti (no me quiero imaginar el estado de las casas desde cuyas terrazas la gente disfrutaba de la fiesta...). 






Lo que puedo decir es que nosotros nos quitamos confeti hasta de la ropa interior (upppsss), que en algunos casos es fácil imaginar cómo había llegado hasta allí (si tú me tiras, atente a las consecuencias), pero en otros (cubiertos hasta las orejas) era bastante extraño el camino. 

Más de veinte almas nos reunimos para disfrutar del Cos Blanc, y es que si se corre la buena voz, no sólo los de Salou disfrutan de esta fiesta.