Los
siete exploradores
Hacia el interior de la isla
desde Ana Te Pahu se encuentra Ahu Akivi (mirar mapa),
construido en tres fases a partir del siglo XV (creo que es el único moái datado).
Se trata del
yacimiento que se restauró primero en la isla, por el antropólogo
norteamericano William Mulloy (cuya tumba se encuentra en la isla) y el arqueólogo chileno Gonzalo Figueroa en la
década de 1960.
Se ve la rampa
inclinada del ahu formada por piedras separadas y la plataforma sobre la que se alzan
los moái.
Como ya va siendo
costumbre, giramos alrededor del ahu y sus moái, descubriendo su característica
peculiar que lo diferencia de casi todos los demás, ¿la veis?
Antes de descubrirla,
si no lo habéis hecho ya, tengo que contar que se dice que estos siete moái
representan a los siete exploradores enviados por el rey Hotu Matu'a para
viajar a la isla soñada por el sacerdote Haumaka, y de la que volvieron contando su inhospitalidad.
La diferencia es que
los moái miran hacia el mar, se dice que probablemente mirando en la dirección
en la que llegó Hotu Matu'a, aunque él desembarcó en la playa de Anakena. Además miran directamente al sol durante los equinoccios, lo que
indica el importante significado astronómico que tenían (una visita durante un equinoccio los reviste aún más de magia y misterio).
Los moái erectos que hemos visto en Ahu Tongariki, Ahu Nau Nau y el solitario Hanga Kio'e miran hacia el interior de la isla y nunca hacia el mar.
Terminamos de darles
la vuelta completa, como intentamos en cada ahu y sus moái. Les hacemos una ficha policial: de perfil, de frente, de perfil, y si es posible, de espaldas.
Los ojos de los moái,
de los que emanaba el maná, están en paradero desconocido. Sobre los ojos seguiremos hablando más adelante, en la visita al Ahu Tahai. Así, parecen más calaveras que figuras humanas vivas.
Por un momento con la
emoción del momento y el lugar casi me subo al ahu para hacerme la foto, pero
afortunadamente me di cuenta de la barbaridad y me pare sin necesidad de ser
reprendida por mis acciones.
Aunque no se podían
abrazar volvemos a intentar a jugar con el efecto óptico (aunque me faltan brazos para que pudieran verse palmenados en sus espaldas), como en el Ahu Tongariki.
Desde Ahu Akivi se
emprende la ascensión al volcán Maunga Terevaka (mirar mapa), apagado hace 3.000 años, el
punto más alto de la isla, con 507 m de altura, a la que se puede ascender a
pie o a caballo -por lo menos lo divisamos a lo lejos desde Puna Pau-. Sus vistas panorámicas tienen que ser impresionantes, toda la
isla al alcance de la vista y el horizonte curvo en su totalidad. A nosotros
nos faltó tiempo material para hacerla, tendríamos que haber pasado un día más en la isla, ya que hay
informaciones contradictorias en cuanto a la tardanza de la excursión, pero no
creo que subir y bajar lleven menos de tres horas, teniendo en cuenta el
éxtasis que se tiene que tener en la cima y con él la pérdida de la noción del
tiempo, y además es preferible afrontar la caminata a primera hora de la mañana, y
nosotros sólo tenemos la tarde de hoy. En fin, habrá que volver a la isla de
Pascua Encantada.
¡Hasta siempre exploradores!
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