El
enterramiento del rey
Nuevo día en la isla
de Pascua y nuevos lugares a descubrir, y con los que quedarnos con la boca y
los ojos abiertos.
En la costa este se
encuentra Ahu Akahanga (mirar mapa), en cuya
entrada nos recibe un desfile de puestos de venta de artesanías varias.
Se trata de una
extensa área con restos de ahus y moái desperdigados por el suelo, así como otros lugares de interés.
A la entrada hay vestigios de una aldea, con restos de
casas-bote o hare vaka, de forma elíptica y suelos realizados con bolones
marinos; su forma completa la vimos en la aldea ceremonial de Orongo.
Hoy vemos un antiguo
fogón rapanui, umu pae, un hoyo en el suelo en el que se colocaban piedras
calientes y sobre ellas la comida envuelta en hojas de plátano que luego se
cubría con tierra y pasto. La misma forma de cocción la utilizaban, y
afortunadamente la siguen utilizando, los polinesios en Nueva Zelanda, y el
resultado es el hangi, una mezcla de
pollo, ternera, cerdo, marisco, pan, con un sabor muy especial a ahumado, que
en Chiloé se llama curanto. Damos fe que el hangi
de Nueva Zelanda estaba riquísimo, y ha sido una pena no haber probado el
curanto chileno.
Primero nos dirigimos
hacia la derecha, donde hay una cueva natural.
La cueva se utilizaba
para guardar los utensilios de pesca o para sencillamente acampar. Se puede entrar en ella pero no hay nada especial, solo lo especial de pensar en las historias que se produjeron en ella, o las que se contaron.
De telón de fondo, el
océano, el infinito océano, que cada vez que nuestros ojos se encuentran con él, y es a todas horas dado lo pequeña que es la isla, nos quedamos enganchados a su visión, a su color azul.
Y el horizonte curvo,
sí, es un detalle importante que se me había pasado mencionar: el horizonte no se ve tan plano desde la isla como desde otros lugares de
nuestro planeta; y desde un lugar elevado se apreciaría aún más. Y no se trata de un efecto óptico o una sugestión, de repente, miramos, y lo notamos; y tampoco de un efecto producido por el objetivo de la cámara, que no lo capta del todo, es el ojo humano el que mejor lo percibe y no lo distorsiona con grandes objetivos angulares. ¡Que belleza!
Hacia la izquierda se
encuentran los restos de un ahu, un altar sobre el que se erigían varios moái,
al borde del océano.
Los investigadores no
saben mucho sobre los ahu y sus ceremonias. Se cree que los moái representaban
a los antepasados de los clanes, a los que se les ofrecía culto. Los ahu eran
monumentos funerarios y a veces se incineraban en ellos a los muertos,
guardando los restos en una cavidad de la parte trasera de los mismos.
Antes de llegar al
ahu, lo más cerca que se puede ya que se tratan de zonas protegidas, nos
encontramos con varios moái que yacen en el suelo, ya sean completos o partidos,
boca arriba o boca abajo. Es como una tortuga que se hubiera dado la vuelta y no pudiera volver a su posición normal, dan ganas de ayudar al moái, como las dan con la tortuga.
Un simple cerco de
piedras los protege de nosotros, ¿será suficiente? más cuando el turismo en la
isla está creciendo a un ritmo ya no de progresión geométrica, sino
exponencial.
El tamaño de la cabeza ya es grande como para pensar en el cuerpo del moaí, una increíble mole de piedra.
Es impresionante encontrarnos con nuestro primer moaí más completo (el primero fue en Ahu Vinapu pero no estaba tan completa su figura como la de este), que se encuentra tumbado en el suelo.
Caminamos hacia el ahu, y delante de él, en
el suelo se pueden ver los pukao, los sombreros realizados en piedra escoria de
color rojo.
El ahu está
semiderruido y sus cuatro moái tumbados boca abajo. Se cree que en este lugar
fue enterrado el rey Hotu Matu'a, el que llegó de una isla polinesia por una
inspiración de su sacerdote. Los hijos de Hotu Matu'a separaron la cabeza del
cuerpo y la ocultaron.
Otra teoría sobre la
razón de existencia de los ahu y los moái se refiere al rey Hotu Matu'a, que soñó con
su padre muerto, por lo que no conseguía descansar por las noches, causándole
un deterioro físico y mental (normal si estos sueños eran continuos), así que acudió al hechicero Haumaka, que le dijo
que tallase una piedra hasta conseguir el rostro de su padre, de este modo “el
fantasma” le dejaría en paz (en no pocas civilizaciones si poseemos la
figura de aquello que tememos o nos incordia, logramos dominarlo).
Hotu Matu'a labró el rostro de su padre en lava volcánica y lo colocó frente a la
puerta de su casa, a partir de este momento vivió y soñó con tranquilidad, con lo que sus
vecinos comenzaron a imitarle (una orgía de pesadillas tenían que tener los rapanui), construyendo estatuas de sus familiares para que
sus almas no les molestaran.
Sinceramente esta teoría es menos creíble, o por
lo menos eso me lo parece, porque aplicar la lógica no se puede en este caso; me parece mejor la de venerar a los ancestros, pero todo es posible en este mundo.
Desde este ahu, al
estar algo más elevado, podemos ver que hacia el otro lado hay otro ahu con
moái también tumbados y algunos pukao, lo que demuestra la importancia del
lugar, aunque no llegamos hasta él, pero no recuerdo si estaba el cartel de no
pasar, pero si nadie circulaba por allí así que supongo que sería la razón de que
Rosita no nos llevara ni nos lo indicara para acercarnos por nuestra cuenta.
Salimos de Akahanga y
poco a poco vamos conociendo más sobre estas piedras misteriosas, sobre su origen o su leyenda.
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