Por la visión de un monje
Sonia tras nuestro paseo por el acantilado Hajodae sigue
creyendo que vamos bien de tiempo y que por lo tanto podemos hacer otra visita
no prevista, lo que me alegra bastante, porque fue una de las sacrificadas por
visitar el templo Haeinsa y su famosa Tripitaka Koreana, y que pensaba intentar hacer la mañana
siguiente realizando un importante madrugón, que posiblemente nos hubiera
proporcionado una visita más tranquila, o no, porque es uno de esos lugares
escénicos recomendados para disfrutar de una bonita salida del sol.
Visitamos el Templo
Naksansa (mirar mapa, situado entre Yangyang y Sokcho), dicen que uno de los más bonitos de Corea, que fue fundado en el año
671 durante la dinastía Shilla, pero ha sido destruido desde entonces en varias
ocasines: invasiones mongolas, invasiones japonesas, invasión de Manchuria y
por supuesto por la Guerra de Corea. En abril de 2005 a causa de un incendio
en el bosque que le rodea fue devorado por las llamas, pero fue reconstruido
rápidamente gracias a las aportaciones tanto públicas como privadas, y en 2006
estaba nuevamente en pie.
En este puzzle-tour que planificamos la visita a este templo fue una de las piezas sacrificadas, con tristeza, pero dado que ya habríamos visitado el templo Yonggungsa en Busan, situado al lado del mar como este, fue una de esas decisiones que nunca apetece tomar cuando uno está de vacaciones y disfruta con lo que ve y con lo que aprende. Menos mal que Sonia estaba pendiente de horarios y visitas y nos pudo cuadrar la de este templo, que aunque se parece a todos es diferente por muchos detalles, cada templo de Corea presenta características comunes y características propias.
Entramos por la entrada posterior del templo, por lo que nos perdemos el
camino y la entrada bajo las tres consabidas puertas, y aparte de alguna razón
práctica de aparcamiento o logística, creo que la razón de hacerlo por aquí es
porque el templo está construido al lado del mar, y la entrada principal es la
más alejada a esta masa de agua.
No recuerdo su situación exacta dentro del complejo, un edificio, creo que cercano a esta entrada, exhibe restos del
tremendo incendio que asoló el templo en 2005, maderas, utensilios, tejas,
archivos…calcinados o deformados o en un estado pavoroso, aunque lo importante
siempre son las personas, porque como se ve todo lo demás es recuperable y
reconstruible.
En el camino hacia el templo comienzan a aparecer las estelas en homenaje a algún monje importante, con su tortuga pero en esta ocasión sin sus dragones.
El camino se bifurca, nosotros tomamos el de la izquierda, y además bordeamos por
este lado el estanque Gwaneumji.
Tras el estanque se alza el pabellón Botarak, y su derecha se puede ver el pabellón Jijangjeon.
Detrás de Botarak se encuentra el Salón Botajeon.
El interior de Botajeon es apabullante en número de esculturas, que nos evoca los
buenos recuerdos de Japón, con el impresionante templo de Sanjusangen-do en Kyoto, aunque no con la misma espectacularidad visual. Bodhisattavas por todos lados, y un guardian de ojos saltones y
mirada pícara detrás de un ventilador.
Por supuesto el pabellón presenta todos los típicos detalles de la
arquitectura coreana, los tejados que parecen casi infinitos las vigas llenas de color, las pinturas en el exterior
contando historias, ya sea de la vida de Buda, de los monjes del templo o del
paisaje que lo rodea, y las figuras de dragones de dientes afilados.
El templo está construido en una pequeña colina, Obongsan, y el camino
sigue en ascensión por ella, así que en esta subida se puede contemplar con una panorámica “aérea” los pabellones de
Botarak y Botajeon.
En el camino nos vamos encontrando los ya típicos y tópicos montones de piedras con las
peticiones de los fieles y de los turistas en general, que realmente en muchos de los casos son más
piedras amontonadas que pequeñas pagodas o torres.
Se continúa el camino en ascenso, se suben unas escaleras y se llega a
una explanada donde se encuentra la gran estatua de Haesu Gwaneumsang, el Buda de la Misericordia, de 15 m de altura,
al que suelen acudir a rezar los pescadores (podría clarear la fotografía con algún programa para que se viera con más nitidez pero es que así es cómo la veíamos nosotros más o menos por el día de lluvia con el que estábamos siendo recibidos).
Al estar en el punto más alto de la colina, y además junto al mar, se
obtienen buenas vistas del entorno, aunque algo empañadas por la niebla y el
agua de lluvia.
Desde esta posición se obtiene una bonita vista del pabellón Uisangdae, por el que pasaremos en nuestro camino de salida del templo.
Con esta poca visibilidad se intuye más que se ve la playa de Naksan, dicen que una de las mejores de la costa este, pero así no
parece ni mejor ni peor que cualquier otra playa.
En la especie de plaza donde se encuentra la estatua hay un santuario, Gwaneumjeon y una estela funeraria de
gran porte, con sus dragones enmarañados en lo alto.
Para descender de la colina y la plaza tomamos otro caminor, quedando la estatua y el pabellón
que aloja una campana difuminados en la neblina.
En el camino de nuevo montones de piedras, pero en esta ocasión con el
colorido de unas bayas rojas y de unas flores, más parece una escultura que la
suma de plegarias de almas desconocidas.
Llegamos hasta una de las puertas más diferentes y más simpáticas de las
que hemos visto en la infinidad de templos recorridos, supongo que tendrá
alguna significación especial para tener esta forma pero la desconozco, aunque
a este camino en el folleto que tomamos del templo le llaman “el camino a
nuestros sueños”, y algo de ensoñación o de entrada a una atracción de feria o parque de atracciones sí
que tiene.
Por esta puerta se llega a un patio, en el que hacia la derecha se pasa una puerta con
los reyes guardianes pintados en ella.
La puerta conduce a un nuevo patio donde se levanta el pabellón Wontongbojeon, que fue uno de los santuarios principales del templo
y que fue destruido en el incendio de 2005, siendo reconstruido dos años más
tarde.
En el altar de este pabellón hay una estatua del Bodhisattva Avalokitesvara, el Bodhisattva
de la Compasión, que por el buen hacer de los monjes del templo se salvó del
incendio.
En el patio una pagoda siete pisos, Chilcheungseoktap,
reconstruida con este número de pisos en 1467, tiene una altura de 6,2 m y
presenta un estilo típico de la Dinastía Joseon, con una estructura simple.
El muro, Wonjang, que rodea
el patio del pabellón Wontongbojeon se cree que fue construido durante la
reconstrucción del templo realizada durante el reinado del rey Sejo, de la
dinastía Joseon, con una altura de 3,8 m y un perímetro de 220 m.
Se sale al patio por el que entramos, a nuestra izquierda queda
el pabellón Seolseondang, a nuestra
derecha el pabellón Jeongchuijeon, y
al frente otra bonita puerta, Eungyanggak,
de nuevo con un arco de entrada simpático y curioso, tras la cual se alza el
pabellón Beenilru.
Hacia atrás dejamos la superposición de tejados de Wontongbojeon y la
puerta de acceso adosada al muro que lo rodea. Si hay una estampa típica que se te queda en la retina en un viaje a Corea es la de estos tejados.
Según se sale de la puerta a la derecha el pabellón Beomjonru, que aloja los cuatro elementos del budismo, aunque con
una particularidad, hay dos campanas y no parece haber nube.
La campana original fue
realizada en 1469 pero fue reducida a cenizas en el incendio de 2005, siendo
reconstruida en 2006. Tiene 158 cm de altura y 98 cm de anchura; el gancho
tiene la típica figura de dos dragones enroscados y en su contorno hay grabadas
flores de loto y la figura de cuatro Bodhisattvas.
En el camino, hacia el frente se encuentra la puerta Sacheonwangmun, que sería la tercera
puerta de entrada por el camino principal y no entrando como nosotros por la
entrada trasera. Curiosamente la puerta se salvó del fuego del 2005, cuando el
pabellón de la campana fue completamente arrasado.
Nos llama poderosamente la atención la sucesión de
círculos concéntricos y casi simétricos que se producen en la tierra por el
goteo del agua de lluvia desde el tejado de esta puerta. Puede ser una
tontería, pero los detalles que parecen insignificantes son los que en muchas
ocasiones nos provocan una sonrisa, un pensamiento, un “algo”.
El interior de la puerta está custodiado por los
Cuatro Reyes Celestiales guardando los cuatro puntos cardinales, que más
parecen marionetas grandes a punto de ponerse en funcionamiento (sigo con la fe
descreída a pesar de las buenas sensaciones en general). El Rey del Este toca el laúd, el Rey del Sur porta
una larga espada, el Rey del Oeste sostiene un dragón, y el Rey del Norte una
estupa y una lanza.
Tras la puerta una fuente “muy animal”, que no está en funcionamiento, con lo que más parece un babeo que un goteo, efecto producido por la lluvia.
Al fondo divisamos la segunda puerta, Hongyemun, que nos recuerda más a las
puertas que hemos visto en palacios y fortalezas, que a las más o menos típicas
de los templos. Pero no nos acercamos a la puerta, por este camino saldríamos y
nos queda todavía un pequeño recorrido por el otro lado, que podríamos haber
hecho al comienzo, pero al seguir a Sonia y no consultar el mapa, es doble
trabajo para ella y para nosotros, ya que una vez consultada la guía y el mapa
del templo, está decidido que vamos a pasar por ellos; y además, nuestro conductor nos espera en
la otra entrada y no a la que conduce esta puerta.
Si continuaramos por este camino alcanzaríamos la
puerta Iljumun, pero no lo hacemos, y volvemos a la zona del estanque
Gwaneumji.
Ahora tomamos el sendero que nos saltamos al
comienzo, por la zona derecha del estanque y que conduce hasta el bonito pabellón Uisangdae, sobre el acantilado junto al mar, donde solía
sentarse a meditar el monje Uisang, que cuentan que vio al Bodhisattva de la
Compasión y por eso se construyó este templo. Bonito lugar para meditar sin duda.
El camino continúa junto a la costa y termina en el
pabellón Hongryeonam.
Se suben unas cuantas escaleras y se obtiene una
buena panorámica del paisaje costero, del pabellón Uisangdae y del tejado del pabellón Yeonghadang.
El pabellón Hongryeonam está construido en el
acantilado rocoso junto a una cueva, y también fue construido por el monje
Uisang.
En el interior del santuario una pequeña figura del
Bodhisattva Avalokitesvara, y un detalle pequeño pero importante que no se
puede fotografiar: en el suelo hay un agujero de unos 10 cm a través del cual se
ve el mar, se supone que como un vínculo más con el líquido elemento desde el
interior.
Ahora sí emprendemos el camino de salida, empapados
como sopas a pesar de llevar paraguas, porque las ráfagas de viento hacían que
el agua tomara la inclinación propicia para mojarnos el cuerpo como quería.
Un mapa del complejo del templo para pasear mejor
por él.
Posiblemente como lugar escénico, que no paisajístico en su conjunto, es más
sorprendente el del templo de Yonggungsa en Busan, pero es que son tan diferentes y ofrecen
paisajes tan cautivadores que sería imposible elegir uno u otro, en este hay
más arquitectura para contemplar y disfrutar, pero a ser posible recomiendo
visitar los dos.
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