Un récord Guinness
Terminada la visita al Templo Yonggungsa sobre las 17.30 h
podríamos pedir a Sonia y al chófer que nos acercaran hasta uno de los templos
más visitados en Busan que ya he mencionado, el templo Beomeosa, pero valoro
varios factores: el tráfico, llegar hasta aquí ha sido caótico; la hora, si
tardamos en llegar la visita será a la carrera porque cierra a las 19 h y es un templo algo extenso en terreno y edificios; que tendríamos que volver por nuestra cuenta, y si a la salida hay taxis disponibles bien, pero acercarse a la boca de metro más cercana parecía un gran y largo paseo que mis pies no soportarían, ya que esta
hora me los cortaría a hachazos para que me dejaran de doler. Así que decidimos volver al hotel, a recuperar fuerzas y luego veremos qué es lo que podemos o nos apetece
hacer.
El tráfico se ha relajado bastante, y es que supongo que al pasar el
camino de acceso al templo por la trasera de las playas de Haeundae y
Songjeong, éste estaba colapsado por la gente que accedía a él, y ahora ya se
han recogido en sus casas o sus hoteles.
En el camino vemos una marca conocida a nuestros ojos, y es que el
negocio de la moda en Asia tiene un movimiento espectacular, no hay nada más
que ver a los turistas, jóvenes y de mediana edad principalmente, vestidos en
las excursiones, ya sean de templos, museos, palacios o montañas, no precisamente vestidos de excursionistas o turistas mochileros, y ellas en muchas ocasiones con tacones imposibles.
Desde la ventana de la habitación del hotel vemos los últimos bañistas
disfrutando del mar y de los flotadores gigantes amarillos en la playa de Haeundae.
Tras recuperarnos en el lounge del hotel y en la habitación, a las siete
de la tarde decidimos salir a explorar algo más de Busan, y aunque la idea
original era ir a los 40 escalones -sin horario de visita-, lo descarto y vamos a un lugar más mundano,
más acorde con la ciudad de hoy y no con la de ayer, para lo que directamente
tomamos un taxi, ya que anoche comprobamos que la estación de metro no se
encuentra precisamente cerca y mis pocas fuerzas recuperadas se pueden consumir en llegar hasta
ella.
En el camino vemos una de las ciento de iglesias que pueblan este país,
como si fueran pocos los templos budistas, las iglesias se han reproducido como
champiñones, y que si no fuera por la cruz exterior jamás la hubiéramos
reconocido como tal edificio religioso.
El lugar elegido es un
¡centro comercial!, Shinsegae, y no es para hartarnos a comprar, es sólo para
verlo tras haber leído sobre él.
En el exterior una
bonita escultura curvilínea.
Este centro comercial tiene una particularidad, y es que posee el Récord
Guinness de ser el más grande del mundo, con lo que algo del frikismo turístico
asiático se nos debe estar pegando al llegar hasta él.
Consta de catorce plantas más otras cuatro subterráneas.
Cada planta es un mundo en el que perderse entre ropa, artículos
deportivos, calzado…En moda, y yo no estoy puesta en marcas, me llaman la
atención los bonitos diseños de la ropa femenina, que no tienen nada que
envidiar a la fashion de New York o Milán. No miré precios porque mi intención no era
comprar y no fuera a ocurrir que algo me gustará mucho y tuviera que cometer
una locura, pero por su diseño y la calidad de las prendas en general, no creo
que se pudiera utilizar el adjetivo barato. Los japoneses, principalmente
ellas, acuden a Corea, y específicamente a Busan por proximidad geográfica de turismo
consumista.
El centro comercial posee varias curiosidades, aparte de ser un Récord Guinness. En el piso 4, una pista
de patinaje sobre hielo, que no vimos y
el llamado Food Park: en la pared una relación de platos a elegir de
diversos locales que se encuentran en esta zona, con sus precios; se agradecen las fotos para ir sobre seguro.
En un mostrador central se realiza el pedido y el pago, que luego se
recoge en el local correspondiente. No lo probamos porque nos decantamos por un
restaurante clásico para cenar, pero parece ser que te dan un avisador del tipo
que nos dieron en Cairns, Australia, cuando el pedido está listo.
En el piso 5 un invento curioso, el Cine de Chef, donde se cena al tiempo que se ve
una película o viceversa, que esto sería como estar en casa pero sin preparar ni recoger
nada. Para ver una película de verdad no creo que sea el mejor modo, pero eso
de estar sentado en una mesa y no en una butaca con unos nachos o un bol
gigante de palomitas sino ante un plato de pasta por ejemplo, puede resultar una experiencia a probar...manteniendo mis dudas de si uno se entera de la película.
En la planta 7 hay un complejo de cines al estilo clásico, así que se puede
elegir el modo de visionar cine, al estilo clásico o al nuevo estilo.
En la planta 9 se sitúa el Sky Park.
Se trata de una terraza con un parque, donde hay muchas familias con niños
disfrutando de la noche.
Desde la terraza-parque se obtienen bonitas vistas de Busan nocturno.
Al fondo se distigue el puente Gwangan.
En esta planta 9 también hay restaurantes de diferentes estilos de
cocina para elegir, nosotros elegimos uno de comida italiana, Anna Bini, y es
que un plato de pasta a estas alturas del viaje puede resultar una alternativa
interesante y hasta necesaria.
De aperitivo nos ponen pan para mojar en aceite con un toque de vinagre
balsámico, demasiado toque quizás, pero que nuestros paladares agradecen. ¡¡Pan!!
Por supuesto los dos pedimos pasta, pero ninguno nos atrevemos en Corea
a pedir una pasta arrabbiata, da miedo pronunciar esta palabra en este país
donde el picante es la ley de la cocina. Nos preguntan de todas formas si nos
gusta con mucho o poco picante, y a pesar de decir poco, para ellos este poco
puede significar mucho para nosotros.
Subimos a las plantas 11 a 14 porque en teoría hay un campo de prácticas
de golf pero somos incapaces de encontrar la entrada, y era más una curiosidad
que una necesidad, así que tampoco le pusimos mucho énfasis a la búsqueda.
Bien alimentados decidimos que volvemos al hotel, y que a ser posible lo
haremos en taxi, que seguro que a la entrada/salida del centro comercial tiene
que haber, y si no hubiera siempre nos quedará el metro lejano al hotel. Lo que
también decidimos es no ejercer de frikis y no buscamos la reproducción de la
Fontana de Trevi que se encuentra en el centro, no tengo claro si en la primera
planta o en la segunda subterránea, pero es que Fontana sólo puede haber una
por muy bien que esté reproducida y no queremos desvirtuar su maravilloso
recuerdo aunque seguro que nos hubiéramos echado unas risas, y hasta es posible
que unas monedas -a la vuelta he encontrado en internet información de una réplica de la fontana en uno de los centros comerciales Lotte en Seúl-.
Efectivamente hay taxis a la salida del centro, y con el mapa en la mano
e intentando pronunciar el nombre del hotel señalamos y vocalizamos su nombre. Son
las 21.15 de la noche pero no entramos en el hotel, primero nos damos un paseo
por la todavía animada playa de Haeundae.
A la salida de la playa, al lado del hotel, hay uno de esas mangueras de aire comprimido para
limpiarse los pies, como las que vimos en Metasequoia Road en Damyang. Hoy utilizamos esta manguera pero que no le vimos la practicidad completa, demasiada arena para quitar, aunque ayudar ayuda bastante. Lo
mejor es primero limpiarse los pies con agua (de uso exclusivo de los clientes del hotel y parece ser que se respetaba la norma sin control de ningún trabajador) y luego secarlos y terminar de quitar la
arena que queda con esta manguera.
Mañana salimos de Busán hacia una nueva ciudad, y a pesar de mis reticencias cuando preparaba información del viaje, me ha encantado esta ciudad.
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