El templo del mar
Dicen que el templo de Yonggungsa (entrada
gratuita) es de obligada visita en Corea,
y por eso lo mantuvimos en el tour, porque tuve mis dudas entre visitar este
templo o el que visitan la mayoría de los turistas que llegan a Busan, el
templo de Beomeosa, uno de los más grandes del sureste y que también es de
visita obligada, pero al final posiblemente nos decantamos por el menos
arquitectónico pero con una característica especial que lo hace diferente; y es que de nuevo había que elegir.
El templo está situado en el extremo sur del Mar del Este, siendo
construido en 1376 con el nombre de Bomoon durante el reinado del rey Koming,
de la dinastía Goryeo, siguiendo las indicaciones de uno de sus asesores, el
venerable monje Naong, que cuando practicaba el ascetismo en el templo Bunhwang
una sequía brutal abrasaba los pastos y las cosechas por todo el país, lo que
hacía que la gente rogara la bendición de la lluvia a un Boddhisattva.
Un día, durante un sueño, el Divino Mar de los Mares del Este reveló a
Naong que si rezaba por la fundación de un templo en la cima del monte
Bongrage, la nación se haría más grande y estable, y además se recibiría la
bendición de la lluvia y el viento, y el monje buscó el lugar apropiado para su
construcción (y el lugar elegido por azar o por inspiración o por designio divino realmente es bueno).
El templo se incendió durante la ocupación japonesa de 1592 y a comienzos
de 1930 se comenzó la restauración y además se le cambió el nombre por el actual,
Hadong Yonggungsa.
En el camino de entrada, dos figuras de monjes, uno enfadado y otro con
cara triste piden limosna.
Tras ellos surge una calzada repleta de puestos de comida y de venta de
objetos budistas, para nosotros más souvenirs…si en España lo hacemos en las
plazas frente a las catedrales e iglesias ¿por qué no en Corea en los caminos de acceso a los templos?
Pasados los puestos a un lado del
camino se encuentran las doce estatuas de los doce signos zodiacales
orientales, y por supuesto los turistas buscamos el nuestro para hacernos la
foto. Se cree que estas figuras pertenecían a algún túmulo (tumba) -como la de Gwaerung en Gyeongu, aunque en esta los signos se encuentran en el muro que rodea la tumba- y que se
encontraban a su alrededor custodiándolo. Son bastante grandes de tamaño,
presentando cuerpo humano y cara de animal: rata, buey, tigre, dragón, conejo,
serpiente, caballo, carnero, mono, gallo, perro y cerdo. Este templo es el
primero en Corea en el que se sitúan estas figuras.
Estos doce signos son considerados como el origen de la filosofía
oriental y la verdad final del universo (lo que se aprende viajando, leyendo y escuchando, jamás pensé que el zodíaco tuviera tanta importancia, siempre me ha parecido un aspecto banal). Además son deidades guardianes que
están junto a nosotros. Hay pinturas budistas en las que se encuentran estos
signos zodiacales con el fin de evitar los malos espíritus y orar por la suerte
de los seres humanos.
Enfrente hay una hilera de esculturas de manos, que no sé si son manos
de Buda, esculturas sin significado definido o unos curiosos asientos, porque
parece que te van a masajear las posaderas si te sientas en ellas. No vimos a nadie jugar con ellas así que nosotros tampoco lo hicimos.
Se llega hasta un primer patio donde se alza una pagoda.
En este patio se abre una primera puerta custodiada por dos animales
dorados de gran tamaño, un león-dragón que evoca a China a primer golpe de vista.
Tras la puerta comienza un camino de descenso ligero pero bastante
estrecho para la cantidad de personas que subimos y bajamos al mismo tiempo.
Se pasa una especie de segunda puerta sin puerta, ya que tiene forma de arco de piedra.
Tras unos pasos, a la izquierda surge la figura de Yacksayeorae, un
estatua de Buda con capacidad para curar enfermedades mentales y físicas, que
debido a su gran sombrero tradicional coreano recibe el nombre de Buda in Gat,
y creo que no me equivoco al nombrarle, pero era y es raro que con sus poderes
no tuviera una multitud de gente a sus pies, a lo mejor éramos todos turistas y
ningún fiel.
Comienzan a verse los edificios del templo, que a primera vista no presentan diferencias con los templos visitados hasta el momento en el país, quizás más concentrados si acaso.
Con unas diferentes pagodas o campanas de piedra al fondo.
Para finalmente descubrir que es lo que hace especial a este templo, su
situación en la costa rocosa frente al mar, ya que la regla general es que los
templos se ubican en las montañas, y la razón de ser el templo elegido para visitar.
A nuestra izquierda, frente a nosotros y de espaldas al mar se encuentra
la figura de Haesu Gwaneum Daebul, la Gran Diosa de la Misericordia del Mar.
Desde el puente de piedra que hemos visto desde arriba se pueden lanzar
monedas o bien a la figura con coletas tirantes, que ya vimos en el Templo Songgwansa en el Parque Provincial Maisan, o a la más cercana y fácil de atinar figura de una tortuga. Una
cesta de los deseos en las que no probamos nuestra suerte ni nuestros
deseos.
Se llega a la explanada donde se sitúa en un nivel superior el santuario
principal del templo, Daeungjeon.
En el altar, tres figuras de Buda, y en el techo, el colorismo aportado por
los farolillos con los nombres de sus donantes.
El templo Yonggungsa es el palacio del Rey Dragón y por ello las pinturas
exteriores de los edificios de los santuarios representan al mítico animal, este se encuentra en
Daeungjeon.
Estas pinturas de dragones se encuentran en el exterior del santuario Yongwangdang,
situado al lado del Daeungjeon. Tienen algo de cómic estas pinturas, o eso me parece.
Para rematar la fiesta del dragón, el mismísimo Rey Dragón custodiando
el templo, eso sí, con la particularidad de que le han adosado unos pequeños
Budas, que en esta ocasión son de colores, con túnicas azules y se me asemejan a “Buda
Barriguitas”. El dragón nos recuerda al que vimos a los pies de la Torre Busan.
El "Buda Barriguitas" mayor se encuentra a un lado del santuario principal,
es el Buda que nosotros llamamos Buda Feliz.
En la pequeña explanada que se extiende ante los santuarios hay dos
estatuas simpáticas, dos cerditos, dorados pero menos dorados que el Buda. Ante
estos cerditos los turistas asiáticos se hacen infinidad de fotos, pero no vemos a
ninguno dejar wons en el limosnero delante de ellos y es que claro, se supone
que los cerdos dorados atraen la fortuna, no que te la dejas en ellos.
A los cerditos (queda mejor aplicar el diminutivo a pesar de que no le corresponde por tamaño) no les falta detalle.
Tras los cerditos, a la derecha, se encuentra un altar que más parece un
tenderete y por detrás de él la entrada a la cueva del santuario Gulbeop, una
pequeña cueva iluminada o santificada o venerada con muchas velas.
Frente a los santuarios y de cara al mar se levanta una pagoda de tres
pisos, sobre una roca que se llamó Yongduam, que este nombre ya nos suena de la isla de Jeju-do, es decir, roca con forma de cabeza de dragón, que en el templo
del dragón no podía faltar, pero las rocas se desmoronaron durante la invasión japonesa y sólo queda su historia.
La pagoda se sustenta en cuatro leones, que son sus guardianes y
representan la tristeza, la ira, la alegría y la felicidad. En el interior de la
pagoda se conservan siete huesos de un monje de Sri Lanka.
Unas escaleras llevan hasta la parte superior del templo, donde se
encuentra la estatua del Boddhisattva de la Misericordia.
Como el camino de ascenso es estrecho se ha bifurcado en dos, uno de
subida y otro de bajada, así se evitan los atascos, para señalizarlos un cartel
de esos que me parecen tan simpáticos y tanto me gustan.
Al lado del Bodhisattva una estela de un monje como las que nos son tan familiares
en los templos, nos siguen admirando pero ya no nos producen tanta sorpresa
decorativa y de filigrana.
Y finalmente el Boddhisattva de la Misericordia.
Aparte de ver tan de cerca al Boddhisattva lo que se obtienen son vistas
sobre el templo y sobre su localización costera desde esta pequeña elevación de terreno.
Entre las piedras y la vegetación de la pequeña colina hay estatuas de
monjes en piedra y de nuevo más figuras coloridas de Buda en pequeño, parecen realmente juguetes, como
si fueran parte de una gran colección en la que cada uno de estos Budas
realizara una tarea o una actividad. Simpáticos son sin lugar a dudas. Impresionante el despliegue que hay de estas figuras tipo "muñecos" de Budas, no dejamos
de sonreír ante ellos, más que ante el Gordito Buda Feliz.
Sin haber escudriñado todos los rincones y sin haber descendido por las
rocas al lado del mar emprendemos el camino de vuelta, aunque yo me hubiera
dado un chapuzón como si me cayera al agua, por la humedad y el calor tan
tremendo que pasamos.
Este templo, con menos turistas pululando por él tendría un encanto
especial, porque su situación ya es especial, pero al amanecer o al atardecer
tiene que ganar puntos extra, precisamente por esa cercanía del mar, y a estas horas recomiendan su visita.
En el camino de vuelta nos fijamos en una figura que con la prisa al
entrar y seguir a Sonia no vimos, la de Deuknambul, con una panza bien sobada
ya que se le asocia la virtud de ayudar a tener descendencia.
Otro Buda con poderes, al que no le hicimos fotografía, es Hakeupbul,
que bendice con el éxito en los estudios, también sobadito él.
Volvemos a salir por la bulliciosa calle o camino comercial con más
bullicio y actividad que a la entrada; es increíble el ajetreo comercial a la entrada del templo...si Buda apareciese como Jesucristo...
En algunos puestos nos paramos con algo más de detenimiento a ver los productos
alimenticios que ofrecen, que personalmente en este caso no nos apetece nada,
visto así sea lo que sea en la salsa viscosa o con gochujang, que otra cosa es ver un platillo pequeño de banchan con estos alimentos.
Pero un puesto sí nos llama la atención, para ser sincera, me la llama
especialmente a mí, pero no consigo enterarme con el vendedor de lo que se
puede comprar y a qué precio, afortunadamente Sonia sale al rescate, ¿Vd.
Quiere?, pues sí, yo quiero probar, así que amablemente ella compra una docena
y nos invita a gukhwappang, unos
pequeños dulces con forma de flor de crisantemo (flor que nuestra mente asocia
a los cementerios pero que aquí es dulce) que son una herencia culinaria dejada
por los japoneses y aunque allí los llegué a probar no conseguí que me gustarán
ni mucho ni poco, indiferencia.
Una vez pedidos al ir a pagar se produce un momento desconcertante,
sobre todo porque se me hace inimaginable que esto pueda ocurrir aquí en
España: como la señora está cocinando y empaquetando los pedidos, no toma el
dinero, nos señala una caja y con la mirada dice que dejemos allí el dinero y
que tomemos el cambio…ante unos turistas occidentales aunque acompañados por
una coreana, pero me da que esto es normal entre ellos, la confianza del
negocio realizado y entre las personas.
El gukhwappang se realiza con
una masa de harina como la de las tortitas pero más espesa, que se coloca en
moldes con forma de crisantemo, se rellena con pasta de judía roja y se termina
de cerrar con más pasta. Tras hacer un “vuelta y vuelta” en el molde el dulce
ya está listo.
Resultó estar muy rico, a lo mejor fueron las ganas y la hora pero viajar y probar gastronomías varias me está despertando el paladar, aunque
después de la opípara comida con la barbacoa a la coreana lo que se dice hambre como que no había,
pero ciertamente son pesados como para comerse esa bolsa, con dos o tres se
tiene bastante. Entre Sonia y el chófer dieron buena cuenta en un mano a mano de gukhwappang.
Muy interesante este templo, pequeño en espacio, pero con gran profusión de esculturas, muchas de ellas, curiosas y agradables.
ResponderEliminarYo creo que lo mejor de este templo es su ubicación, un amanecer o un atardecer sobre las rocas y los tejados tiene que ser una bonita experiencia.
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