De piedra y sin fotos
Día 13 de estancia en Corea y de nuevo nos toca partir, con lo que la
noche anterior intentamos poner algo de orden en el caos maletero y de ropa que
llevamos, pero llega un momento en que es cansino ir separando ropa y colocando
compras, las primeras dan ganas de ir dejándola por los hoteles, las segundas
nunca serían abandonadas de esta cruel manera después de comprarlas con tanta
ilusión.
Por la mañana, desde la ventana del hotel nos despedimos de la playa de Haeundae, que para
ser casi las nueve de la mañana presenta un aspecto muy tranquilo, de
sombrillas, de tumbonas, de toallas, de flotadores amarillos y de bañistas.
Ayer era más temprano y la playa ya estaba recibiendo a sus visitantes, pero es
que ayer era domingo y por lo tanto los coreanos tenían el día festivo.
Hoy nos toca de nuevo un cambio de chófer, y descubriremos que seremos afortunados
con Lee Sok, aunque no será él el que termine el tour con nosotros
desgraciadamente, aunque con esto no nos quejamos del último conductor, pero
Lee Sok fue muy especial por su colaboración como veremos. Curiosamente en el camino de salida pasamos al lado
del centro comercial que visitamos la noche anterior, el Shinsegae, demostrando que el mundo es un pañuelo (algunos mal pensados dicen que lleno de mocos) y
salimos finalmente de la ciudad para reencontrarnos con el paisaje coreano de montañas, aunque el día ha salido gris y amenazante de lluvia.
Salimos de la provincia de Gyeongsangnam-do para entrar en la de Gyeongsangbuk-do (mirar mapa), que
alberga muchos de los tesoros más antiguos de Corea y donde los acontecimientos
históricos se hacen más cercanos. Esta zona fue la capital del imperio Shilla
(del 57 a.C. al 935 d.C.), con lo que fue muy importante a nivel de gobierno y
como centro de comercio.
Llegamos a Gyeongju, la
capital del reino de Shilla durante mil años, que se encuentra en las faldas
del monte Namsan (igual de nombre que el de Seúl, donde se encuentra la torre Namsan). En el siglo VII,
bajo el reinado del rey Munmu, Shilla conquistó los reinos de Baekjae y
Gogureyo, convirtiéndose en la capital de la península coreana y teniendo un
importante crecimiento de población, llegando hasta el millón de habitantes, pero el imperio fue
víctima de la división interna y de las invasiones exteriores, con lo que llegó a su fin.
Durante la Guerra de Corea, Gyeongju se salvó de los bombardeos y durante
el siglo XX comenzaron los trabajos de restauración de las zonas históricas
al tiempo que se producía un renacer cultural moderno.
Como ya va siendo costumbre, con las maletas en el coche comenzamos las
visitas, nuestra primera parada, bajo una lluvia no torrencial pero sí fuerte y
continua, con algo de neblina, paramos en la diferente e impresionante Gruta de Seokguram (4.000W), declarada
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.
La montaña donde se sitúa la gruta, y la puerta de entrada, a causa del día de niebla tiene cierto halo misterioso, pero también nos produce preocupación por las nulas vistas que tendremos y la incomodidad que puede representar si la lluvia en lugar de parar es cada vez más fuerte.
Compramos unos chubasqueros para protegernos de la
lluvia, aunque la humedad del ambiente hace que el plástico sea asfixiante, así
que puestos a mojarse es mejor hacerlo con agua de lluvia que con sudor. Y ya sabéis, en Corea para visitar hay que caminar, y
hoy nos toca por un camino bonito pero embarrado.
La gruta fue construida, con el nombre de
Seokbulsa, en el siglo VIII y está considerada como uno de los mejores
santuarios de Buda del mundo, situada en la cima de la montaña Tohamsan, en
teoría con vistas al Mar del Este o Mar de Japón, pero hoy el día no está para vistas.
Los farolillos de colores hoy no protegen del sol,
lo hacen de la lluvia, pero esta es imposible pararla.
En el suelo se puede ver el reflejo del
color de los farolillos en los pequeños charcos de agua que se forman…parece el
juego del twister a tamaño extra-grande.
La gruta es realmente una cueva artificial
realizada con grandes bloques de granito cuya construcción comenzó en el año
751 bajo la supervisión de Kim Dae-seong, que también se encargó de la supervisión
de la construcción del cercano templo de Bulguksa, terminándose en el año 774,
durante el apogeo cultural del periodo de Shilla Unificado. Según la historia,
o la leyenda, Kim Daeseong había construido el templo de Bulguksa para sus padres
que estaban vivos, y la gruta Seokguram para los padres de su vida pasada.
La gruta está cubierta de tierra, de manera que da
la sensación de estar cavada en la colina, y el pabellón por el que se accede
es de construcción posterior a la de la gruta.
Su pequeño tamaño sugiere que sólo era utilizada
por la familia real de Shilla aunque formaba y forma parte de un camino
espiritual al Nirvana, donde los peregrinos acudían después de visitar el
templo de Bulguksa.
El diseño geométrico, con estructuras de piedra en
forma circular, rectangular, hexagonal y octogonal requirieron avanzados conocimientos
matemáticos y de ingeniería, lo que hace de ella uno de los mayores logros
arquitectónicos de la antigua Corea y es considerada una maravilla por los
arquitectos, ya que las piezas de granito no están unidas con mortero, sino con
remaches en piedra.
El gobierno militar japonés hizo reparaciones en la
gruta en diferentes ocasiones y no precisamente con acierto: entre 1913 y 1915, en 1917, y entre 1920 y 1923. En la primera ocasión,
el templo se desmontó y luego se reconstruyó por completo, utilizándose
cemento, lo que generó filtraciones de agua que provocaron la erosión de
algunas esculturas del interior. En la segunda ocasión se colocaron tubos de
drenaje encima de la cúpula para canalizar el agua fuera de la gruta, pero como
continuaban las filtraciones se realizó la tercera reparación, aplicando asfalto
a la superficie de hormigón, pero esto solo logró empeorar aún más la
situación.
En 1964, con el presidente Park Chung Hee, se
desarrollaron los trabajos de restauración para solventar todos los errores
anteriores. El problema de control de temperatura y humedad se resolvió
utilizando sistemas mecánicos. La superestructura de madera construida sobre la
antecámara sigue siendo un tema de debate entre los historiadores y
arquitectos, ya que para los primeros la gruta no contaba con ella y para los segundos
corta el flujo de aire y tapa la vista de la salida del sol sobre el mar (hoy
tapada esta vista por la niebla).
El interior sólo puede verse actualmente a través
de un cristal que lo protege de la avalancha de turistas que visitan la gruta y para protegerla del cambio
de temperatura. Además no se pueden realizar fotos, y esto a pesar de este
cristal protector, razón por la que hay una persona encargada de evitar la realización de las
mismas, así que no tenemos fotos del interior, pero a la salida compramos unas
postales para por lo menos tener un recuerdo físico de la impresionante gruta.
En toda la gruta hay cuarenta figuras escultóricas
que representan principios y enseñanzas budistas.
Primero hay una antecámara rectangular que
representa la tierra, tras la cual hay un estrecho corredor decorado con bajorrelieves
que lo conecta con la cámara interior de planta circular y techo abovedado, que
representa el cielo.
En la antecámara están esculpidas ocho divinidades
tutelares (Dharmapalas), cuatro a cada lado. En la entrada al corredor hay dos
reyes-guardianes (Deva-Kings).
Fuente: asdfpostcrossing.blogspot.com
En el corredor hay cuatro figuras de los Reyes
Celestiales (Lokapalas) de los cuatro puntos cardinales.
Fuente: visitkorea.or.kr
En el centro de la cámara, bajo la cúpula de 6,58 m
de diámetro, se encuentra la imagen de Buda Sakyamuni, que está considerada una
pieza maestra de las esculturas de Buda en Corea. Mide 3,5 m de altura, se
encuentra elevada sobre un pedestal circular en forma de loto de 1,34 m de
altura, y está esculpida en un solo bloque de granito. Sobre la cabeza tiene la
usnisa, que es el símbolo de la
sabiduría de Buda.
A diferencia de otros Budas que tienen un halo en
la parte trasera de la cabeza, en esta estatua se crea la ilusión de un halo
por la colocación en el muro posterior de la cámara de una escarapela tallada
con pétalos de loto.
Buda está rodeado por diez discípulos o arhats, cinco a cada lado, tres
Boddhisattvas (números 15, 9 y 21) y dos dioses hindúes o Devas. Además hay
diez nichos en la pared en los que se alojan diez figuras de boddhisattvas no
identificados.
En la pared posterior de la rotonda se encuentra la
figura del Boddhisattva de la Compasión o Diosa de la Misericordia (número 15),
de 2,18 m de altura, la única de las figuras que mira hacia el frente, ya que
el resto mira hacia los lados. En su cabeza porta una corona con once cabezas.
Impresionados al tiempo que entristecidos por no haber podido ver y disfrutar de esta gruta y sus esculturas al natural (aunque lo entendemos perfectamente por su preservación), salimos al exterior, y desde aquí en teoría desde aquí se tendría que ver el Mar del Este.
En un santuario cercano a la gruta sí se puede
entrar para ver a un Buda en solitario y no en tríada como en los santuarios de otros templos (aunque esto es aleatorio, en el mismo templo al tener diferentes santuarios, tan pronto hay tres figuras como solo una).
No faltan las tejas de agradecimiento, que en este
caso muestran que el turismo no es sólo asiático, aunque a nosotros nos miren con extrañeza durante todo el viaje por todo el país.
Casi a la salida de la gruta, cercano a la puerta de entrada, ahora sí vemos, o mejor intuimos entre la
niebla el pabellón de la campana. Viendo así la foto parece un día de frío pero
todo lo contrario, un gran bochorno a pesar del agua. La campana se puede tocar
por 1.000W el toque.
Lo peor de no poder entrar en la gruta no es el no
poder hacer fotografías sino el no poder contemplar en todo su poderío,
esplendor, profundidad, cercanía y en todos sus ángulos la arquitectura de la
gruta y sus imponentes esculturas, por lo que a pesar de la impresión tan
magnífica que produce al tiempo te deja una impotencia visual al no haberla
visto de forma completa.
Una imagen de la gruta tal y como era sin levantar
el pabellón que la cobija, tomada en 1913 durante la primera rehabilitación
realizada por los japoneses.
Bajo la lluvia dejamos atrás la sorprendente gruta para ir hacia el templo de Bulguksa.
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