Del emir y del pueblo
Frente a la mezquita Bolo Hauz, formando parte del conjunto histórico del Sharistan, se alza la plaza del Registan, plaza que estaba cubierta de arena, donde se realizaban las ejecuciones. Antaño estaba rodeada de bellos edificios, de los que solo se conserva la mezquita y el Ark, la residencia fortaleza del emir, cuyos cimientos se remontan al siglo V, siendo el conjunto habitado más antiguo de Bukhara. En 1920 fue destruido en gran parte por el Ejército Rojo.
La fortaleza se erige sobre una colina artificial, y está protegida por unas imponentes murallas, del estilo de las de Khiva, aunque le falta su adobe, su barro, su dorado… pero no faltan los travesaños de madera para asegurar la construcción en caso de terremotos.
Se accede a la fortaleza por una rampa por la que podían subir los caballos y carruajes.
Nada más entrar un atasco de personas, que están sacando los tickets de entrada o pagando el derecho de fotografía o esperando a sus guías, como es nuestro caso. La rampa continúa su ascenso bajo un pasaje techado donde se encuentran algunas habitaciones, que no parecen celdas sino más bien destinadas a los guardias (la cárcel, por la que no llegamos a pasar porque se me paso hacerlo finalmente, se encuentra detrás de la fortaleza).
Desde el pasaje techado se llega a un patio, donde a la izquierda se alza la Mezquita Juma o de los Viernes, construida en el siglo XVII.
El aiwan presenta la típica decoración: un techo artesonado y decorado y con columnas labradas.
En su interior, la mezquita aloja un pequeño museo, con libros del Corán y otros artículos, preservando el mihrab.
Salimos de nuevo al patio, y junto a la mezquita parte un corredor que se divide en tres patios. Primero entramos en el que se encuentra lo único que queda de la antigua residencia real, llamada slamhona, donde se desarrollaba el protocolo de la Corte. Hoy sus habitaciones albergan un Museo de Historia de Bukhara, con objetos, fotografías y documentos del kanato hasta la época zarista.
El trono de los emires de Bukhara. El último emir, Alim Khan, fue asediado por los bolcheviques y huyó a Afganistán, llevándose todo el oro que pudo en 40 camellos, pero solo llegó con dos, por lo que se dice que el tesoro está escondido en las montañas.
Los retratos de los oficiales británicos Stoddard y Conolly, que murieron ejecutados por orden del emir Nasrullah Khan, tras haber pasado penurias en el pozo de los bichos en el Zindon (la cárcel).
Desde el amplio patio se obtiene una buena visión, aunque tapada por los árboles, de la mezquita Bolo-Hauz.
Luego entramos en el patio de la coronación, la última de las cuales se celebró fue en 1910, con la del emir Alim Khan.
Este patio presenta un detalle curioso, ya que a la entrada hay un muro que entorpece la visión al tiempo que te hace dar un rodeo para poder acceder; su función era proteger al emir, además de que los delegados o visitantes al dar marcha atrás para salir, no podían darle la espalda al emir, por lo se topaban con él en esta marcha atrás.
En el patio también hay una puerta que conduce a la sala donde se guardaba el tesoro, custodiada por la figura de un león. Detrás de esta habitación se encontraba el harén.
El último patio de la fortaleza era donde se encontraban los establos.
En este patio se encuentra la habitación, llamada noghorahona, donde se guardaban los instrumentos musicales utilizados en los espectáculos públicos que se celebraban en la plaza. Ahora está ocupada por una tienda. A la izquierda se puede ver la torre de agua construida por los rusos.
Salimos del Ark a la plaza del Registan, donde un camello espera a ávidos turistas en busca de la foto exótica.
Desde la plaza se distinguen las cúpulas de la mezquita Kalon, de la madraza Abdul Aziz Khan y el minarete Kalon.
Llega la hora de comer y el lugar concertado era un restaurante italiano al lado del hotel, ¿italiano?, todavía es pronto para estar cansados de la comida uzbeka, aunque sí es cierto que su poca variedad no favorece demasiado, pero para pizza y pasta ya tendremos tiempo, bien aquí o bien en la próxima ciudad a visitar, así que le pedimos a Oyott antes de entrar al Ark que por favor nos llevara a cualquier restaurante en los que comieran ellos, y no en los destinados a los turistas, labor esta que dejo encargada al chófer. Así llegamos a una chaiyana, casa de té que sirve comida, o al revés, restaurante que sirve té porque creo que su actividad principal es la comida y no el té.
En el local no vemos turistas, allí somos los únicos y llamamos algo la atención, amortiguada por el hecho de ir acompañados de dos uzbekos. En las paredes y columnas cuelgan fotografías antiguas, alguna de las cuales las hemos visto en los museos, con lo que supongo que se habrán realizado copias a punta pala para todos, museos, organismos, restaurantes...
La mesa preparada, en la que yo espero mientras algunos de los comensales se van con la encargada a elegir la comida.
En la mesa no falta el pan y la cerveza.
Comenzamos con unas samsa, unas empanadillas contundentes para comenzar (creo que estaban rellenas de patata), que habían estado manteniéndose calientes al sol, aunque afortunadamente creo que hacía tanto calor que ni las moscas pululaban a su alrededor. Esto se llama tentar al diablo estomacal, y si bien uno ya ha caído, creo que piensa que mejor invocarle para que se canse, y la otra todavía resiste pero va a ser por poco tiempo.
De plato principal, los famosos pinchos de carne, que antes habían elegido de la mano del cocinero.
Para acompañar una salsa y una montaña de cebolla con hierbas.
Terminamos como casi siempre con una o más tazas de té, ya que como no todo el mundo lo bebe, yo aprovecho para servirme más.
Después de comer vamos al hotel a descansar un poco, no demasiado, en esta ocasión saldremos con el sol justiciero a caminar. En este intervalo uno descansa y se ducha, y otra se da un baño en la piscina y luego se ducha, no quiere entrar en la habitación por si se queda dormida, prefiere mantenerse tonificada y despierta.
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