Vida y fe de verano
Desde la terraza elevada de la madraza Mohammed Amin Khan, junto al minarete Kalta Minor vemos nuestra próxima visita en la ciudad, siguiendo el itinerario programado por nuestro guía Oyott, la fortaleza Kunha Ark.
Pasamos junto a la oficina de información de turismo, que siempre es bueno saber que existen estos centros.
Hacia atrás el minarete Kalta Minor con todo su esplendor en tamaño y color, y una de las torres de la madraza Mohammed Amin Khan; y es que en Khiva mires para donde mires, siempre encontrarás una visión especial, un ángulo diferente de un monumento, un detalle antes desapercibido, una tonalidad cambiante por la luz del sol...
Entramos en una gran plaza o explanada, presidida en uno de sus lados por la fortaleza Kunha Ark. Es la plaza del palacio y el lugar donde tenían lugar las ejecuciones públicas, que anteriormente se realizaban junto a la puerta Polvon Darvoza. Como en otros muchos lugares del mundo, las ejecuciones congregaban a multitudes, deseosas de presenciar actos realmente crueles y brutales. En la actualidad su uso es mucho más agradable, se realizan conciertos durante la celebración de festivales.
Kunha Ark era la residencia fortificada de los kan de Khiva, cuyos cimientos se remontan al siglo XII, reconstruyéndose y ampliándose en el siglo XVII por orden de Mohammed Erenk Khan, y luego decorada lujosamente por Alla Ulli Kan. El edificio fue destruido a mediados del siglo XVIII, cuando tropas iraníes invadieron el kanato, siendo reconstruido a principios del siglo XIX por Iltezer Khan. Su nombre significa “ciudadela original” o “fortaleza vieja”, ante cuya puerta, con un precioso y elaborado tallado, custodiada por dos torres unidas por un pasaje almenado, dan ganas de decir "Ábrete Sésamo".
La ciudadela, aparte de los aposentos del kan también alojaba el harén, la ceca, los establos, el arsenal, barracones, una mezquita, el tribunal supremo, y la cárcel.
Tras cruzar la puerta se entra a un gran patio, donde parece que hay un escenario en el suelo, cuya decoración en colores azules nos hace sonreír, ¡no podía ser otro color!, y donde también hay un pozo. Además desde el patio se tiene una visión parcial del minarete Kalta Minor y del pishtaq de la madraza Mohammed Amin Khan.
Tras cruzar la puerta se entra a un gran patio, donde parece que hay un escenario en el suelo, cuya decoración en colores azules nos hace sonreír, ¡no podía ser otro color!, y donde también hay un pozo. Además desde el patio se tiene una visión parcial del minarete Kalta Minor y del pishtaq de la madraza Mohammed Amin Khan.
Del patio anterior pasamos a otro patio, donde hay una construcción circular en el suelo, sobre la que se colocaba la yurta real, una tienda de campaña de origen mongol que a los kanes les gustaba utilizar. El patio está rodeado de salas y se pueden ver las terrazas del piso superior.
En este patio, donde todos los visitantes están concentrados, tanto los que viajan con guía como por su cuenta, es en la sala de recepción real, un iwán (terraza o pórtico abierto) orientado hacia Oriente (valga la redundancia) para que sea más fresca.
En el iwán destacan sus paredes cubiertas de azulejos blancos y azules, su techo artesonado y dos espléndidas columnas de madera tallada.
Oyott aprovecha para contarnos una leyenda. En el paraíso, un ángel femenino cometió un pecado, por lo que fue condenado al exilio, y para cumplir el castigo se le encargó a un genio que buscara un lugar donde el ángel muriera de hambre y sed. El genio buscó el lugar pero en este tiempo se enamoró del ángel, así que construyó una casa junto al río Amur Darya y así se creó la ciudad de Khiva.
Oyott aprovecha para contarnos una leyenda. En el paraíso, un ángel femenino cometió un pecado, por lo que fue condenado al exilio, y para cumplir el castigo se le encargó a un genio que buscara un lugar donde el ángel muriera de hambre y sed. El genio buscó el lugar pero en este tiempo se enamoró del ángel, así que construyó una casa junto al río Amur Darya y así se creó la ciudad de Khiva.
Desde el iwán se accede al Salón del Trono, donde el kan recibía las audiencias e impartía justicia (no siempre justa por cierto). La única puerta abierta de las tres es la central; y curiosamente no era la reservada para el kan, como suele pasar en los tres caminos a pagodas o templos o palacios en Asia; el orden sería: la de la derecha, para el kan; la del centro, para los consejeros; y la de la izquierda, para los viajeros.
Paredes blancas y labradas -trabajo que recibe el nombre de ghanch, sobre todo cuando se realiza en alabastro-, hornacinas, y por supuesto el techo de madera pintado con vivos y alegres colores. La sencillez del interior con la opulencia del exterior.
Desde el patio también vemos unos de esos llamados “objeto de deseo” en la ciudad por los visitantes, que curiosamente y supongo que por la hora de sol que es está vacío, la Torre del Vigía. No está incluido en las entradas que tenemos, su entrada se paga aparte, así que tendremos que esperar a tener tiempo libre para excursionar por nuestra cuenta.
Salimos de este patio y volvemos al patio de entrada, esto es como un laberinto fácil pero de grandes paseos. Entramos a otro patio, donde se encuentra la Mezquita de Verano, que esto ya nos parece el súmmun del frescor religioso, cuyas columnas parecen estar pendientes de restauración (más bien reconstrucción total), porque en el país parece que al final todo se termina, y las ciudades recuperan sus monumentos. La mezquita fue ordenada construir por Allah Kuli Khan.
Si no fuera por los elementos del mihrab y el minbar podría pasar por otra terraza de verano, porque presenta una decoración similar de azulejos blancos y azules, donde hay zonas también algo más dañadas, y que no tendrían porque restaurarse, no todo tiene que ser impoluto y perfecto, así se nota el paso del tiempo, la historia, y no por ello se pierde belleza, es más, en ocasiones hasta tiene más encanto.
El techo sí que se ha restaurado, supongo que también por una razón práctica, ante las lluvias sirve de protección y no hay goteras.
Al fondo del patio, una pequeña sala albergaba la ceca, y ahora es un museo que exhibe billetes y monedas, destacando sobre todo la impresa en seda.
También hay escenas con maniquíes del trabajo que se realizaba.
Si no recuerdo mal, la mezquita de invierno aloja un museo de historia del Khorezm, y aparte de su interés, lo que agradecimos fue el aire acondicionado, frente al que nos colocábamos sin ningún pudor. Ya que no iríamos a ver las fortalezas del desierto, no por falta de ganas, nos conformamos con una maqueta, en este caso, la de Toprak Qala.
También hay una maqueta de Itchan Qala de Khiva.
En el exterior de la fortaleza, adosada a la muralla, hay una construcción, el Zindon, la prisión, cuyo nombre significa “oscuridad” en persa. La mayoría de las prisiones de Asia Central eran pozos, pero esto en Khiva no era posible por su alto nivel freático.
Originalmente la cárcel constaba de tres habitaciones, de la que solo se conserva una. Las familias de los presos pagaban la multa para su liberación, y en caso de no hacerlo eran ejecutados.
En el interior de la celda, que es menos tétrico de lo que me esperaba, una recreación de presos, y algunas cadenas en las que eran colgados. Y es menos tétrico porque la crueldad de los gobernantes de Khiva es legendaria, como por ejemplo meter a los traidores al kanato en sacos cosidos llenos de gatos salvajes y hambrientos, cortar las manos a los ladrones, empalar a los violadores, cortar las orejas o la nariz… algunas torturas representadas en algunos cuadros y no tan lejanas en el tiempo.
Con la visita a la cárcel termina de momento nuestra visita a Kunha Ark, quedando pendiente la Torre del Vigía.
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