Los funambulistas de la madraza
Salimos de Kunha Ark a la plaza, donde destacan varias construcciones. Por un lado, el pequeño minarete Tura Mirad, que ante tanta grandeza que lo rodea se empequeñece aún más, pero que llama la atención. La mezquita a la que pertenecía fue destruida durante la época soviética, en la década de 1930. El minarete está cubierto parcialmente con azulejos verdes, lo que indica el uso de esclavos persas para su construcción, que a menudo incorporaban símbolos del zoroastrismo en sus diseños.
Hay una tienda de artesanías a la que no entramos, pero cuyo nombre nos resultó muy curioso, y de nuevo caigo en la redundancia, The Old Curiosity Shop, haciendo referencia al libro de Charles Dickens y a la tienda homónima de Londres, aunque en esta ciudad, la tienda está ocupada por una linda zapatería.
Cualquier lugar es bueno para instalar un puesto de venta de artículos, aunque se agradece que se trate de cuadros y no de variopintos.
Pero el lugar que ocupa todo un lateral de la plaza es la grandiosa madraza de Mohammed Rakhim Khan, construida en 1871, que recibe el nombre del kan que se rindió al ejército ruso en 1873 (hijo de Amin Khan, el kan que ordenó la construcción del minarete Kalta Minor). El kan era también conocido como Feruz, en su faceta de poeta.
La madraza, como ya se puede adivinar, es una de las más grandes de la ciudad. Tras pasar el muro y la puerta de entrada tallada con esmero se accede a un amplio patio, rodeado por las celdas, que en esta ocasión solo miran hacia el interior.
A la madraza se accede por un imponente pishtaq azul y blanco.
A ambos lados del pishtaq las celdas, que ahora sí presentan la típica decoración de azulejos. Las paredes solían ser de 1-1,5 m para mantener el fresco durante los meses calurosos del verano.
La mezquita de la madraza acoge un museo de la historia del país, y sobre todo de la historia de Khiva durante el mandato del kan Mohammed Rakhim. Es en estos detalles que nos encontramos en las ciudades uzbekas visitadas cuando tenemos constancia de que la religión fue tapada por los soviéticos, ya que sería impensable la cantidad de madrazas y mezquitas rehabilitadas como museos o tiendas en otra ciudad musulmana, y más en los tiempos convulsos que corren.
Hay una amplia exposición de columnas y puertas talladas, caligrafía, tumbas talladas, dinero impreso en seda y otros artículos.
También hay fotografías, con las que conocer la historia de Khiva, de sus kanes, de sus construcciones. Hay dos que nos llaman la atención, la del kan homónimo de la mezquita, Mohammed Rakhim.
Y la del pozo de Khiva, el pozo de Sem, y origen de la leyenda de establecimiento de la ciudad.
Finalmente accedemos al patio interno de la madraza.
Patio en el que volvemos a sorprendernos, porque es (o había sido) el escenario de una familia de equilibristas, que tenían sus aparejos instalados, así como carteles publicitarios. Aparte de la poca diferencia que puede haber en la decoración, estos pequeños detalles curiosos son los que hacen que entrar a los monumentos siempre resulte interesante.
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