Un olímpico despilfarro
Después del corto
paseo por los arrabales de Saint Louis y Québec de nuevo hay que tomar
decisiones, y al igual que hicimos ayer a estas horas más o menos cuando fuimos
a los barrios de Plateau Mont Royal y Quartier Latin, decidimos que nos vamos a
una zona algo más lejana, el Parc
Olympique, parque diseñado para los Juegos Olímpicos de 1976, situado al
este de la ciudad. Para ello tomamos el metro en Champ de Mars hasta la
estación Pie IX. Al salir pedimos información en un pequeño stand junto a la
estación y nos dirigimos hacia nuestro objetivo.
Lo primero que nos
encontramos es una zona completamente en obras, con lo que lo que sería una
bonita visión del conjunto olímpico comienza a desmerecer, ya que los accesos
están cortados y seguimos las indicaciones, que afortunadamente existen,
caminando por la Avenue Pierre de Coubertin, y pasando de largo y por debajo
del Estadio Olímpico, sin una buena visión del mismo, es demasiado parcial.
Pasamos junto al
bonito edificio del Centre Sportif y
el del Biodôme, una concha de
hormigón con forma de casco de ciclista, tiene esta forma porque durante los Juegos Olímpicos
fue utilizado como velódromo. El Biodôme recibe un uso cultural, en él se recrean cuatro ecosistemas
característicos de América, y debe ser una visita muy interesante, pero
decidimos no hacerla.
Nuestro objetivo es
llegar a la Tour de Montréal.
Pasamos junto a los
dos cubos-torres del Planétarium Rio
Tinto Alcan, nueva instalación inaugurada en abril del 2013, pero
también declinamos visitarlo; está claro que la zona necesita de un día
completo para disfrutar de todas sus posibilidades, ya que además, aunque algo
más alejado, también se encuentra el Jardín Botánico.
La torre, a pesar de los vericuetos por los que nos hacen ir pasando por tanta obra, se va
haciendo más visible y cercana.
En el paso hacia la torre
tenemos una visión sobre las obras y parcialmente sobre el Biodôme, y ahora sí se distingue esa forma de casco de ciclista aunque sea muy parcialmente.
Y finalmente la
entrada a la torre, tras un rodeo que creo que no sería tal si no estuvieran en
obras, y posiblemente la visión del estadio olímpico hubiera sido mejor.
La Tour de Montréal (la estación más cercana a ella es Vieu) es la torre inclinada
más alta del mundo, con una altura de 175 m y con una inclinación de 45º (la inclinación de la
torre de Pisa es de 5º), y esta singularidad es una de las razones de haber
llegado hasta aquí. Está construida en hormigón concreto (parte inferior) y
acero (resto) y la relación entre estas masas es la explicación de que a
pesar de estar tan inclinada se mantenga en pie (a mí no me pidáis más datos técnicos o explicatorios porque me pierdo).
La torre se eleva en
arco sobre el estadio olímpico (Le Stade), y de ella parten los 26 cables que
sujetan su techo retráctil (me recuerda a la prueba indígena de colgar a un
hombre por dos cuerdas sujetas por dos ganchos en los pechos, como en la
película Un hombre llamado caballo).
Desde Rue Sherbrooke
Est se tiene otra visión, más despejada y con un marco de verde naturaleza en lugar de obras polvorientas, de la torre, del estadio y del
Biôdome.
Si estamos en la
torre es porque se puede subir por ella en funicular (22,50 $), que asciende por el
exterior para llegar a un mirador sobre la ciudad. Es el único funicular del mundo que
funciona en una estructura curva, y su sistema hidráulico permite que la cabina
siempre se encuentre en posición horizontal (todos estos datos también llamaron nuestra atención para venir hasta la torre).
Desde que comienza a
subir el funicular comienzan las vistas, del edificio que se construyó para alojar
a los deportistas de las olimpiadas (con forma de pirámide) y del Stade Saputo,
nombre dado por la familia propietaria del estadio y del equipo de fútbol
Montreal Impact que en él juega.
Desde la plataforma del mirador se obtienen
amplias vistas de los alrededores, del río Saint Laurent, con el puente Jacques Cartier sobre la isla Sainte Hèléne y la isla Notre Dame, así como de su frente de rascacielos, y de la zona portuaria.
Sobre todo hay buenas vistas sobre Le Stade, el estadio olímpico, diseñado por el arquitecto
francés Roger Taillibere, pero tanto la torre como el techo no se terminaron
hasta 1987 (recordemos que los juegos se celebraron en 1976), y la ciudad sigue
pagando todavía los costes, aunque en él se celebró la ceremonia de apertura.
También ha acogido conciertos y la visita del Papa Juan Pablo II en 1984.
Parece ser que el
proyecto se llevo a cabo con graves deficiencias en la ingeniería, con lo que
parecía condenado al desastre; el techo tenía que ser retráctil,
sujeto por los cables desde la torre, pero el sistema no funcionó y tuvo que
instalarse un techo estático. Además tuvieron que realizarse múltiples
reparaciones, sobre todo después del desprendimiento de una viga de hormigón
sobre el público asistente a un partido de fútbol americano (no hubo heridos).
El coste total de la
construcción y su reconstrucción asciende a aproximadamente dos millones de
dólares canadienses.
Vistas del Biodôme (el del
aspecto de casco de ciclista), a la izquierda, el Planetarium Rio Tinto Alcan,
y al fondo el Arena Maurice Richard,
que fue el hogar del equipo de hockey sobre hielo de los Montreal Rocket y que
en la actualidad es un espacio multiusos.
La valoración final
es que si la zona no hubiera estado patas arriba por las obras nuestras sensaciones hubieran
sido mejores, ya que el funicular lo que tiene curioso es subir por la torre
inclinada, pero quizás el precio es demasiado caro para las vistas que se obtienen (que no es que
no sean buenas, de la ciudad pero sobre todo de los edificios olímpicos), y es que los turistas tendremos
que contribuir a terminar de pagar las deudas de los Juegos Olímpicos de 1976.
Volvemos a la
estación de metro, y como ya habíamos visto un lugar que no nos pareció mal
para una comida de supervivencia, allí repusimos fuerzas y líquidos, que la
mañana estaba siendo calurosa a más no poder.
Mapa del parque olímpico:
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