De
alma bohemia
Estamos en la bonita
estación de metro art noveau de
Montréal, en Square Victoria, así que aprovechamos para tomar este transporte; compramos
un billete de dos viajes a 5,50 $ por persona a utilizar en el plazo de dos horas desde su
primera validación (el billete sencillo cuesta 3 $ y el billete para todo el
día, 10 $) y desde Square Victoria vamos a la estación Sherbrooke.
Vamos a pasear por el
barrio de Plateau Mont Royal, no
será un gran paseo pero sí esperamos que una interesante toma de contacto. El
barrio, situado al este del Parc du Mount Royal, es un barrio animado, joven y
bohemio, que en sus orígenes fue un suburbio de la clase trabajadora, pero que
en las décadas de 1960 y 1970 empezó a ser ocupado por artistas, escritores,
cantantes.
Justo al lado de la
salida de metro se encuentra la concurrida, y larga, Rue St Dennis.
Desde esta calle llegamos a la que dicen una de las plazas más
bonitas de la ciudad, Carré Saint Louis; que como plaza central nos parece de lo
más normal, aunque con su ambiente coqueto por el cenador-cafetería que hay en
ella.
También hay una
refrescante fuente, en la que nadie tiene sus pies a remojo a pesar del calor
sofocante que estamos sufriendo.
Lo que realmente le
da a la plaza el título de más bonita son las casas articuladas alrededor de
ella, un auténtico dechado de coquetería, mansiones con sus tejados en pizarra,
sus escaleras exteriores, sus colores llamativos en algunos casos o su
decoración en otros (es fácil imaginarse en sus buhardillas atrincherados con un libro y un té).
Al oeste de la plaza
sale la Rue Prince Arthur, peatonal
hasta el Boulevard Saint Laurent, donde vamos tomando nota de posibles lugares
donde comer, pero ninguno nos llama la atención con demasía (algo muy feo es
fijarse en los platos de los comensales, pero es una forma efectiva de
elección) y eso que hasta vemos que sirven sangría en uno de ellos. Lo cierto es que una calle simpática, decorada con flores en las farolas, y que
nos produce la sensación de estar mucho más animada por la tarde-noche que a
estas horas de comer (tarde para los montrealenses, temprano para los turistas
españoles).
En el cruce de Rue
Prince Arthur con Rue de Bullion, aparte del bonito mural en la fachada, surge
una bella colección de casas con los marcos de ventanas y puertas pintadas de
alegres colores. No parecen casas muy grandes pero nos da la sensación de que
su precio sí lo puede ser.
Sin habernos decidido
por un restaurante volvemos por Carré Saint Louis para salir de nuevo a la
Rue St Dennis. Y allí está el restaurante en el que comeremos, en la esquina de
esta calle con la Rue Cherrier, Le Café Cherrier.
Nos llama la atención la esquina en la que se ubica, el verdor de su terraza,
su toldo en blanco y negro a rayas, y su ambiente, así que está decidido.
Las paredes del
restaurante están decoradas con fotografías de artistas (cuyas caras y nombres
desconocemos), así que parece que es un local frecuentado por ellos, que no
siempre es señal de buena comida, pero que en un principio ofrece cierta confianza.
A estas horas hay
pocos comensales, con lo que no curioseamos sus comidas (detalle que ellos
agradecerán sin saberlo).
Mientras esperamos la
comida, y es nuestro primer contacto con la tranquilidad a la hora de servir en
el país, cosa que hacemos con igual parsimonia y relax -que este viaje nos lo hemos
(principalmente me lo he) tomado con calma-, nos alimentamos del clásico pan con
mantequilla y probamos una buena cerveza canadiense (servida en vaso por lo que
no sabemos su nombre y origen).
Compartimos unos
riquísimos calamares fritos con tomates picantes (y sí, picaban).
Extrañamente, el se
pide un tartar dos salmones, y es que el salmón no es su pez ni su alimento,
pero le parece que está exquisito.
Y ella, a la que si
le gusta el salmón en todas sus variedades, unas salchichas de Toulouse, que
estaban estupendas (muy rica la salsa), aunque como era de suponer demasiada
grasa para el calor y mala compañía estomacal para pasear.
Por supuesto hubo intercambio de platos a mitad de la comida, que había que probarlo todo.
Intentamos pedir unos
cafés solos con hielo, pero o nuestro francés (el mío es inexistente) es malo y
la camarera que nos atendió no nos entendió o sencillamente le pareció una mala
elección, el caso es que tuvimos dos cafés con leche con hielo (café glace).
Para la cantidad,
calidad y servicio, la comida no resultó cara, aproximadamente 30€ por persona,
a los que hay que añadir entre el 10 y el 15% de propina. Un sitio que sin
lugar a dudas tendremos en cuenta en alguna posible futura visita a Montréal, y
que me arriesgo a recomendar.
Mapa de situación de Plateau Mont Royal, Quarter Latin -también marco las estaciones de metro- y el pequeño paseo por el primero de ellos.
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