El viaje a Dublín lo realizamos en enero
del 2009, que es bueno saber las fechas para contrastar datos que pueda
escribir, ya que no son del pasado lejano pero no es tan cercano, con lo que aconsejo contrastar la información .
Los horarios de apertura de los lugares que queríamos visitar nos trajeron y
llevaron por la calle del reloj arriba y abajo continuamente, pero
nos lo tomamos con calma y disfrutamos de esta encantadora ciudad.
Datos de estos horarios a tener en cuenta: el lunes los museos cerrados (este ya es un clásico de las ciudades, menos cuando te confías y cierran los martes); iglesias y edificios cierran
entre las 17 o 17.30 h pero casi todos ellos ya no admiten visitas una hora antes,
con lo que la cosa se ponía complicada para llegar a varios en el mismo día. Caminar a partir de las 17 h no tenía
mucho sentido, no se veía casi nada, ya era de noche, y el frío no era la mejor compañía
para pasear, un frío húmedo que traspasaba con fuerza las capas de ropa, con lo que entiendo perfectamente la vida de pub que se realiza
en la ciudad.
En esta ocasión viajamos con Aer Lingus, donde como equipaje de mano sólo nos permitieron 6 kg, y como ya he leído
que otros viajeros con Ryanair han tenido que sacar cosas de las maletas, nos
dedicamos a pesar las maletas para intentar no tener contratiempos, porque la
idea era no facturar. La mejor solución fue utilizar las dos maletas que
tuvimos que comprar en Japón ante la avalancha de compras que realizamos, que
son más pequeñas que cualquier trolley de cabina (medidas ideales para no ser echados en el control de maletas) pero que son muy ligeras y se
llenan bastante bien, así que su contenido es casi de esos 6 kg permitidos.
Hacemos el chek-in por internet, llegamos
al aeropuerto sobrados de tiempo por si acaso hay problemas con las maletas y
tenemos que jugar a vestirnos con varios jerseys y nos encontramos que la cola
de facturación es tremenda, así que decidimos saltarla (según su página web
había un mostrador para ir más rápidos si no hay facturación de equipaje pero
allí no estaba o no lo vimos) y pasar directamente a la puerta de embarque, que es lo que se hace normalmente cuando no se factura.
Desayunamos "de aeropuerto", o sea, café
malo, bollos malos, baguettes malas....pero por lo menos algo es algo. El vuelo
sale con algo más de media hora de retraso, supongo que esa cola de facturación
tuvo algo que ver. El avión va lleno hasta la bandera, y la gente no respeta las
medidas del equipaje de mano ni con total seguridad el peso, así que algo tontos
nos sentimos pero solo lo justo.
El vuelo muy bueno, tanto el despegue como
el aterrizaje. Disfruto de mi ventanilla, de las nubes y más nubes, pero no
tenemos turbulencias ni movimientos ni nada. El día estaba muy feo en Madrid,
con mucha niebla, y solo pienso en el tiempo que nos encontraremos, en internet
había visto mucho frío y lluvias diarias, para lo primero hay solución, para lo
segundo también pero es un incordio.
Llegamos al aeropuerto dublinés, Aerford Bhaile Átha Cliath, salimos
por una zona laberíntica y fea, me recuerda a la T1 y T2 de Barajas. No
encontramos a nuestro transporte, nadie lleva un cartelito con nuestro nombre o
con el de la agencia de viajes. Supongo que se fue a tomar un cafetín al ver
que llegábamos más tarde y se le hizo tarde a él, pero no tardó demasiado en aparecer. Nuestro inglés no está
desempolvado, así que el viaje lo hacemos en silencio, tenemos que ponernos las
neuronas pensantes inglesas y todavía no nos apetecía, nuestro chófer pensaría
si estos no “pitinglish” lo van a pasar mal, pero fue la falta de ganas, y que
tampoco él le puso empeño, si lo hubiera intentado habríamos puesto nuestro
granito para la conversación, al estilo "indio" pero con esfuerzo.
En un viaje rápido llegamos al hotel, The Shelbourne, decimonónico
y bien situado, no en la zona de la movida pero si lo suficientemente cerca de
ella y estuvimos cómodos. Aquí ya comenzamos a utilizar el inglés en
la recepción, cuya señorita nos lo hace todo muy fácil, nos ofrecen ya unos
pastelitos y té o café caliente, de los que pasamos, también nos ofrece información
de la ciudad.
Deshacemos las maletas, nos refrescamos y
salimos a caminar, bien pertrechados de ropa protectora por todos los lados del
cuerpo que el frío parece marcar el ambiente.
La gran mayoría del Dublín antiguo se
construyó en madera, lo que explica la escasez de edificios previos al periodo
georgiano, el de mayor esplendor de la ciudad, cuando únicamente Londres la
superaba en tamaño dentro del imperio británico. La elite protestante se
desplazó al norte, alrededor de Mountjoy Square, Gardiner St y la actual
O'Connell St; luego el resto de la población se trasladó al norte, y los ricos volvieron
al sur, desde entonces la zona más adinerada de la capital.
Los siglos XIX y XX vieron la decadencia de
la ciudad, consecuencia de las graves dificultades económicas que atravesó la
isla. Dublín vivió sus peores momentos al inicio del siglo XX, en los años
previos e inmediatamente posteriores a la independencia. El levantamiento de 1916 y la Guerra Civill provocaron graves daños a edificios como la General Post Office o Four Courts, y las cosas no mejoraron con el cese de las
hostilidades. La ciudad antigua fue completamente abandonada a su suerte por
las autoridades irlandesas y la población se desplazó a zonas residenciales, lo
que explica los desórdenes urbanísticos que se produjeron.
Caminamos por St Stephen’s Green East y ya
nos van gustando sus casas georgianas o eduardianas o victorianas, porque esto
lo tengo liado y no conozco las diferencias entre ellas, "que haberlas haylas",
pero son bonitas incluso sin distinguirlas.
Estamos al lado del parque de St Stephen's GreenSt Stephen's
Green, pero de momento pasamos de él (o no pasamos por él). Lo vamos bordeando, ahora giramos por St
Stephen’s Green South y vemos una sucesión de edificios: Iveagh House, casa que perteneció a la
familia Guinness y ahora es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, fue
realizada por Richard Castle; Newman House (cerrada, solo abren en verano, actualmente
creo que con cita), también obra de Richard Castle, alberga la Universidad
Católica y en ella estudiaron el cabecilla del levantamiento de 1916, Patrick
Pearse, el primer ministro Eamon de Valera y James Joyce (se ha recreao el aula
en la que estudió entre 1899 y 1902), y la contigua iglesia Newman, de estilo bizantino.
Subiendo por St Stephen’s Green West se
halla primero la Uniting Church.
Más adelante se sitúa el Royal College of
Surgeons, construido en 1806 para la formación de los cirujanos y que fue
tomado en el levantamiento de 1916 por las tropas rebeldes de la condesa
Constanza Markievicz, y en sus columnas se observan las marcas de las balas
durante el asedio. En su interior se redactó la constitución del Estado Libre
Irlandés.
Volvemos sobre nuestros pasos, y al final
de la calle de St Stephen’s Green West tomamos Harcourt St y un poco más adelante Clonmel St, vamos en busca de un jardín
más pequeño y escondido, Iveagh Garden, que si no lo vas buscando lo más fácil
es saltártelo. El jardín fue planificado por Ninian Niven
en 1865 con un diseño intermedio entre el francés y el paisaje inglés.
Disfrutamos del paseo por él, pasando junto a La
Cascada, detrás de la cuál se encuentra la Gruta Rústica pero estaba cerrada, adjetivo este de
cerrado que nos encontraremos continuamente por la ciudad.
Entramos
al laberinto, pequeño y algo estropeado por la gente que en lugar de seguir el
camino entra atravesando los setos (no me pareció que fuera por la estación del año, sino resultado directo de la acción humana pero no civilizada), con este método siempre entras y sales bien pero el destrozo es total. En su centro
un reloj de sol.
También hay una rosaleda que dada la época estaba
más muerta que otra cosa, pero allá por el mes de mayo tiene que ser bien
bonita.
Corto pero interesante paseo por el jardín, habrá que hacer una escapada primaveral para volver a visitarle.
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