Dormir
en el desierto
El alojamiento en San Pedro de Atacama fue elegido, por su supuesta lejanía y proximidad al mismo tiempo del pueblo –ni lejos ni
cerca sino todo lo contrario podría escribir después de estar allí- y por su
construcción acorde con el desierto. Se trata del Hotel Altiplánico,
de la misma cadena en la que hemos estado alojados, increíblemente bien, en
Isla de Pascua. Había visto otros hoteles que no nos cuadraban del
todo, bien por su situación, demasiado alejados, bien por su precio, demasiado
elevado para el presupuesto total del viaje. Llegar hasta el hotel nos hace ver
que lo de la cercanía al pueblo era más utopía que realidad (aunque hay que dar vueltas por la dirección de las calles).
El hotel se compone
de cabañas individuales para las habitaciones, que están construidas en adobe,
paja y piedra, con lo que el entorno no puede estar mejor conseguido, ya que se
tiene tener la sensación de estar en un pueblo del altiplano.
En los muros
exteriores de las cabañas hay decoraciones atacameñas.
Llegar hasta nuestra
habitación con las maletas, y eso que llevamos ayuda, no es un paseo fácil,
porque aunque llevan ruedas van traqueteando por el camino,
“trocotrontrocotron”, y además no se encuentra precisamente cerca de la
recepción y zonas comunes, que es una ventaja para no sentir el ajetreo, en
caso de que lo haya.
La habitación vuelve
a ser amplia y agradable.
Según se entra, hacia la izquierda hay un pequeño pasillo, donde se encuentra el "vestidor": unas baldas abiertas y una
barra con perchas, también abierta. En esta zona dejamos las maletas para que no nos molesten. También se encuentra el
baño, que nuevamente nos vuelve a sorprender y de muchas maneras. Hay una ducha
en el interior, quizás algo oscura, tanto por la iluminación como por el color azul demasiado oscuro que la recubre.
Una puerta a la izquierda en el baño
conduce a la otra ducha, una ducha exterior, que en principio nos apetecía más
que la interna, pero es que en el desierto no hace calor todo el día, es más, de madrugada
hace demasiado frío como para pensar en ducharse al aire libre sin llevar un
traje de neopreno o el propio plumas.
En esta cabaña llena
de puertas nos queda una, ya que aparte de la puerta principal por la que hemos
entrado, hay otra que da a una pequeña terraza, en la que se puede estar
tranquilo, pero antes de sentarse hay que sacudir los cojines de la arena del desierto. Es un
rincón muy coqueto.
El hotel dispone de
una piscina, en la que no tuvimos la ocasión de refrescarnos, ya que a mediodía
hubiera apetecido un baño, con un agua seguramente demasiado fría. Hay
suficiente sitio para que los clientes puedan tumbarse y relajarse. Además hay una barra de bar que
supongo habilitarán en los días de verano, cuando la piscina esté realmente
solicitada.
En el hotel hay muchas zonas al
exterior o semi-exterior donde estar, y estar realmente a gusto. Para estar al fuego por
la noche con unas copas y el cielo estrellado del desierto es un buen lugar el
de la segunda fotografía.
Cuando realizamos el check-in en el hotel, preguntamos por algún sobre a nuestro nombre que hubieran dejado, y al contrario que en Isla de Pascua, no hay nada, y tenemos una excursión contratada para esta tarde, pero no sabemos el horario en el que nos recogerán, con lo que desconocemos la posibilidad de ir y volver a San Pedro (andando por supuesto, y hemos visto el largo camino hasta él), unos veinte-treinta minutos aproximadamente caminando, lo que nos daría solo la posibilidad de comer y no pasear por él, por lo que no tiene demasiado sentido esta pequeña acción.
En recepción se
portan genial, como ellos dicen para agradecer: ¡Te pasaste!, porque Pamela
comienza a llamar a las agencias (y hay una infinidad de ellas) de San Pedro de Atacama para saber
si nos tienen registrados en alguna (llama a las más solicitadas y no estamos… ¿con quién
vamos a ir?), ya que nosotros no tenemos el nombre de la agencia, solo de la
agencia de Madrid y la general en Chile. Tras varios intentos infructuosos,
ellos y nosotros intentamos llamar al corresponsal en Chile, tanto a un número
móvil como a un fijo, y nada, al hotel no le cogen el teléfono y nosotros no establecemos línea. Comenzamos a estar un poco nerviosos, tenemos todos los días
completos como para cambiar una excursión por otra o pagar la misma que tenemos contratada en esta agencia, gestionado a través del propio hotel –el precio pagado por
anticipado ya lo discutiríamos-. Estamos en el limbo turístico.
Finalmente decido
llamar de nuevo a la agencia de Madrid, si desde el año 2004 que contratamos
con ellos no hemos necesitado de hacer ninguna llamada ni reclamo, en este
viaje se pueden dar todas las llamadas que no hemos hecho si seguimos a este
ritmo -ya tuve que llamar desde el aeropuerto de Madrid. Desde Madrid solucionan el tema, ellos si hablan con el corresponsal en
Chile y finalmente llega un chico de la agencia para tranquilizarnos, aunque ya
veremos las tranquilidades que pasamos, y darnos la hora de recogida para la
excursión, en principio nos dice que nos acerquemos al pueblo, a lo que nos
negamos por la premura del tiempo, en esta espera se ha ido demasiado, y si esta opción hubiera sido la más acertada para todos, a esta hora no es aceptable. Así que queda en que nos pasarán a recoger y
nosotros nos quedamos con la mosca en la oreja.
Lo curioso es que
tanto los transfers del aeropuerto como las excursiones están realizados por la
misma agencia, por lo que el conductor que nos había traído esta mañana nos
podía haber dicho algo, y si bien es cierto que no le preguntamos, fue porque
en Isla de Pascua el transfer era de una agencia y las excursiones de otra, por
lo que no me pareció un detalle bonito precisamente (habrá que dejar de ser tan
respetuosa). Creo que estos problemas se evitarían si en el momento de entregar
la documentación se entregara completa, no solo con el teléfono de un
corresponsal.
Con todo el tiempo
perdido, y ganado por supuesto al haber salido del limbo turístico, en encontrar la agencia de excursiones, tenemos
el tiempo justo para comer en el hotel.
Al lado de recepción
hay una pequeña sala con dos ordenadores que ofrecen conexión de internet gratuita para los
clientes. Bien, nos valdrá para hacer el siguiente check-in de vuelo, que no
queremos jugar con LAN, hemos aprendido la lección. También hay un salón
interior, que no todo va a ser al exterior, donde normalmente se esperan los
transfers y las excursiones (no siempre, que algunas se esperan en la puerta del hotel para
ahorrar tiempo).
Y por supuesto el restaurante, una amplia sala que también sirve para alojar la tienda de artesanías y souvenirs, que se exhiben en una gran vitrina.
Vayamos a comer. Para acompañar la comida nos sirven de aperitivo chancho en piedra, una salsa parecida al pebre, pero sus ingredientes están molidos en mortero (puede que ahora directamente en batidora), cuyos ingredientes son cebolla, tomate, ajo, cilantro y chile, y curiosamente no hay chancho (como se le suele llamar al cerdo) en la salsa. No, no se ve en la foto mucha salsa, la que ha quedado pegada en la cuchara… ya os podéis suponer la razón. El pan tiene bastante más masa, es más pesado, para mi gusto me habían gustado más todos los "pancitos" que habíamos comido hasta el momento.
Decidimos no comer demasiado, seguimos manteniendo la compostura por aquello de aguantar bien las excursiones, además tenemos que evitar el mal de altura, que de momento no sentimos nada, pero las digestiones pesadas lo pueden hacer salir, así como la ingesta de alcohol, por lo que yo me decanto por un fresco jugo de frutillas (fresas). Desconocida, este viaje he sido una persona desconocida; pero él se tomo su cerveza chilena, que el mal de altura no le impresiona.
Para él, un sándwich Barros Luco, con carne de res y queso chanco (un queso graso que derrite muy bien, de muy buen sabor pero ligero). Para ella, una ensalada de jamón de llamo con dressing de mango que va acompañada de un timbal de maíz con porotos (judías). Ambos muy ricos, y es raro lo del jamón de llamo y no de llama, nunca había pensado si nuestros jamones son de cerdo o cerda ¿?, pero tiene sentido que ellas se utilicen para reproducir y ellos para ser comidos.
Para una valoración
total del hotel, diría que se queda en un “casi”, y es que un poco más cerca del pueblo,
diez minutos menos de camino, y algo mejor de gastronomía y el resultado
hubiera sido óptimo. Segundas partes no fueron buenas, y si el orden de los
hoteles Altiplánico hubiera sido al contrario, primero este y luego el de Isla de PascuaI creo que las valoraciones no hubieran resultado con tanto
agravio entre ambos.
Lo que tengo que
decir es que en recepción se portaron de maravilla con nosotros, y no sólo
porque nos intentaran solucionar nuestro problema con las excursiones, que nos
podían haber dejado a nosotros buscarnos la vida, sino porque por la noche en
la habitación hacía un frío tremendo, y eso que según llegamos al hotel en la mañana encendimos la
calefacción a gas de la habitación, en previsión de lo que pudiéramos encontrar
a la vuelta de la excursión ya que se notaba en el ambiente poco a poco un aire gélido , pero al volver de la excursión si bien la habitación
estaba templada, que no caliente, el baño era un congelador, hasta allí no
llega el calor y no hay radiador o estufa, y sólo de pensar en una ducha a las siete de la mañana (o antes) se me
ponían los pelos de punta y me veía lavándome estilo gato, así que pedimos un
calefactor, que tras una deliberación interna de los recepcionistas nos llevaron a la habitación.
Gracias, lo encendimos primero en la habitación para ayudar a calentarla más, lástima que a la mañana siguiente saltaron los plomos y no nos ayudó en la ducha matutina, aparte de causarnos algo de temor por si volvían a saltar. Durante la mañana arreglaron los plomos y volvimos a tener luz en la habitación, y sobre todo enchufes listos para cargar las baterías de las cámaras. De nuevo, gracias, ¡os pasasteis!
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