Salud
de hierro
Terminado nuestro
paseo por el barrio Patronato, con sus iglesias y mercados, continuamos por la calle
Independencia para cruzar el río Mapocho, teniendo unas vistas rosadas de los
Andes por el tímido atardecer que asoma. Al fondo destaca el edificio de
Telefónica Chilena, en la plaza Baquedano.
Frente al puente se
encuentra la Estación Mapocho, de la
que no disponemos una mejor fotografía de su espléndida fachada, solo esta parcial que no dice todo lo espléndida que resulta, por una
cuestión de cámara guardada por si decidíamos tomar el metro.
La estación fue
construida en estilo Beaux Arts, que se ven en la fachada (sí, esa de la que
por lo menos en la fotografía se pueden apreciar algunos detalles), y en el vestíbulo del interior, en las columnas y cúpulas.
Se construyó de 1905 a 1912 para celebrar el centenario del país en 1910
(terminaron un poquito tarde según las fechas). Fue declarada Monumento Nacional en 1976.
Es un armazón de
hierro construido según un proyecto del arquitecto francés afincado en
Chile Èmile Jècquier. Una empresa belga fue la encargada de construir la gran
cubierta de acero y el esqueleto de la estructura, y otra empresa francesa
diseñó las bóvedas y marquesinas interiores. Todo ello fue embalado desde
Francia, enviado y ensamblado en Santiago.
No, no hay trenes en
la estación, y eso que es tan bonita que sería maravilloso poder viajar en tren
desde ella, pero es que el sistema ferroviario de Chile no es bueno, por no
decir malo o casi inexistente, principalmente debido a la orografía del terreno
que repercute en viajes largos y pesados frente a los del autobús (que no es
que sean cortos pero hay diferencia a su favor) y sobre todo frente a los
aviones (por supuesto aquí su inconveniente es el precio).
Dejó de funcionar
como estación en 1987, quedando el edificio abandonado y comenzando un proceso
de deterioro (incomprensible aunque hay que ponerse en la situación económica del país) hasta que el gobierno decidió restaurarla y
convertirla en el Centro Cultural
Estación Mapocho, un centro cultural y de exposiciones que se abrió en
1994.
Durante nuestra
visita se celebraba el Segundo Festival
de Desarrollo Humano, Mente, cuerpo y alma, y para acceder había que pagar
entrada, no es que nos interesara precisamente esta feria pero si queríamos ver
mejor la estación y no solo a través de los cristales, había que pagar (7.000
CLP).
El interior es una preciosidad, que nos recuerda en cierta manera a nuestra Estación de Atocha en Madrid por ese armazón de hierro, y también es un despliegue de puestos con información de todo tipo, tanto en el aspecto puramente médico, los menos, como en los esotéricos, los más, como tarot, uso de piedras curativas, yoga, reiki, acupuntura… Como no tenemos mucho interés en profundizar en estos temas damos una vuelta de curioseo y sobre todo admiramos la hermosa arquitectura de la estación y salimos, salida en la que vemos un círculo de personas practicando meditación en el suelo (con el bullicio el ambiente no era el más adecuado para meditar precisamente).
Teníamos la intención de coger el metro pero la afluencia de entrada y salida de gente de la estación y que tendríamos que hacer un transbordo nos hace desistir de nuestra idea, así que comenzamos a andar paralelos al río Mapocho, con la intención de coger un taxi, pero hoy es viernes tarde-noche, el tráfico caótico y los taxis estaban todos ocupados.
Subimos por la calle
Santa María, donde no muy lejos de la estación se encuentra un nuevo mercado,
inaugurado en 2011, el mercado Tirso de
Molina, con una arquitectura algo futurista, al que en esta ocasión no
entramos ni por el pasillo lateral, nos conformamos con ver los puestos desde
el exterior.
Y los taxis sin aparecer, con lo que continuábamos caminando, hasta que llegamos a la plaza Baquedano, donde ante la no aparición de un taxi decidimos coger el metro hasta la estación de Tobalaba para volver al hotel.
La intención de la mañana era salir a cenar en alguno de los restaurantes que vimos la noche anterior en la calle Isidora Goyenechea, pero cometimos el error -y el acierto- de ir al lounge para tomar un refresco y unos aperitivos al tiempo que para descansar un ratito, con lo que al final entre hambre, gula y cansancio comimos allí; la caminata del día -que ha sido importante, incluido el descenso a pie del Cerro San Cristóbal- nos pasó factura, de modo que no salimos a la calle ni para dar una pequeña vuelta, directos a la habitación, rehacer las maletas para el siguiente destino, mañana volamos a Calama, y descansar, viendo desde la ventana el tráfico y el atasco.
El recorrido a pie:
Tras nuestro paso por Atacama, la Región de los Lagos y La Patagonia, terminaremos de completar nuestros paseos por Santiago.
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