De
la iglesia al mercado, del mercado a la iglesia, y viceversa
Llegados hasta el Barrio Patronato
tomo la decisión que vamos a seguir conociendo este diferente y curioso barrio,
tan alejado de lo monumental pero tan cercano a la cotidianidad de la vida, por
lo que en lugar de volvernos hacia el centro de la ciudad continuamos por el barrio y giramos por la calle Santa Filomena,
donde comienzan a aparecer con asiduidad las tiendas de ropa. Llegamos hasta la
parroquia de Santa Filomena,
construida en 1894 en estilo neogótico. Fue declarada Monumento Nacional en
1995.
Si bien su exterior
no es muy llamativo, aunque sí que es un gran contraste en la arquitectura general del barrio, como nos ha ocurrido en otras ocasiones el interior nos
sorprende, es muy luminoso, entrando la luz por unos vitrales que fueron
traídos de Francia, y es luminoso a pesar de tener una decoración muy oscura en los materiales de construcción y en la propia decoración.
Más adelante, en el
mismo tramo de calle, se encuentra la catedral
ortodoxa de San Jorge.
Continuamos por la
calle Santa Filomena, en la que se suceden las tiendas y los puestos callejeros de ropa,
así como en las calles que la cortan, el cruce con la calle Patronato
está literalmente atestado de productos y de gente, en ocasiones se hace
difícil caminar porque el pasillo que queda entre las tiendas y los puestos es
muy pequeño, con lo que no puede absorber el flujo peatonal y de miradores o
compradores, con lo que si no se quiere comprar es mejor caminar por la calzada.
En este Chinatown
chileno, en el cruce de la calle Santa Filomena con la avenida Recoleta un
centro comercial chino a lo grande.
Frente al centro
comercial uno de esos edificios que llaman la atención porque desentona de la
arquitectura en general de la zona, una de las excepciones hasta en la limpieza de su fachada, pero claro se trata de las oficinas de un banco.
Hacemos un alto en nuestro paseo y
tras un pequeño consenso decidimos no tomar el metro en la estación de Patronato y continuar caminando
por la avenida Recoleta, atestada de tráfico y contaminación, de locales de
comida, de talleres o tiendas de reparaciones de autos, de colmados, y que cada vez se va haciendo menos
atractiva a los ojos, aunque siempre hay algo que los ojos descubren, aunque la
pregunta sería ¿qué hacemos aquí?
Seguimos caminando
por la avenida Recoleta, y podíamos haber tomado el metro para una estación, en
la que cada vez hay menos que ver o disfrutar visualmente, mientras mi marido lleva la
cara de interrogación ¿Dónde me lleva ésta loca esta vez? Finalmente llegamos al destino, la
iglesia de la Recoleta Dominica, que
en teoría, según nuestra información, tenía que estar abierta, pero sus puertas están cerradas.
La iglesia fue
construida en 1882 por el italiano Eusebio Celli y el chileno Manuel Aldunate,
siendo una réplica de la iglesia de San Pablo de Roma, y este dato fue lo que
me provocó la curiosidad de llegar, aunque nos quedamos con las ganas de conocerla. La
iglesia de Roma tampoco la conocemos (es una tarea laboriosa conocer todas las
iglesias romanas) así que no la podemos comparar ni en el exterior.
La iglesia la vimos
desde el Parque Metropolitano de Cerro San Cristóbal.
Esta es la iglesia de
San Pablo Extramuros de Roma.
Fuente: vatican.va
Antes de llegar a la
iglesia, en el convento dominico se ha instalado el Museo de Artes Decorativas,
que está abierto pero a punto de cerrar, con lo que decidimos no entrar ni
siquiera a dar una vuelta rápida, no por el museo en sí sino por la construcción conventual.
Frente a la iglesia
queda Cerro Blanco, al que también vimos desde el Cerro San Cristóbal, y detrás del cerro se encuentra el Cementerio General, una visita de
las que tenía apuntada en las futuribles, pero que no fue posible realizar, ni
siquiera acercarnos hasta su puerta.
Volvemos por la
avenida Recoleta hasta su cruce con la calle Antonia López de Bello, ya que
cuando subíamos por la avenida nos llamó la atención un campanario, que
pertenece a una iglesia que no tenía en las informaciones, tratándose de la iglesia y convento de la Recoleta
Franciscana, construido a mediados del siglo XVII y declarado Monumento
Nacional en 1973. Aparte de la bella portada de la iglesia y del tamaño en
general de la construcción, en la pequeña plaza llaman la atención dos palmeras
con una gran altura.
Entramos por la calle
Antonia López de Bello, con la mayoría de sus tiendas dedicadas a la
alimentación, ya sean colmados o tiendas de abarrotes, dedicadas exclusivamente
a productos encurtidos o de alimentos
preparados, donde vemos pero no probamos las sopaipilla, una torta frita de
harina de trigo, que pueden ser dulces o saladas, pero nos desquitaremos de esta cata en Machuca, un pueblo del altiplano chileno.
Continuamos por la
calle Antonia López de Bello para llegar hasta el grande Mercado de la Vega o Vega Central, que ocupa varias manzanas y que
es el principal mercado de frutas y verduras de Santiago.
Entrar y disfrutar de
los puestos y alimentos nos llevaría un largo tiempo, pero la hora vuelve a
estar en nuestra contra, es la hora de cerrar, y aunque todavía hay puestos
abiertos y gente comprando, lo que hacemos es entrar por uno de los pasillos
laterales para tener una pequeña visual del mercado.
Las calles alrededor
del mercado es un sinfín de tiendas, aparte de que a esta hora de la tarde
también es un sinfín de basuras y cajas en el suelo.
Seguimos por la calle
Antonia López de Bello.
Salimos a la calle
Independencia, donde nos encontramos con la parroquia Milagroso Niño Jesús de Praga, donde lo más llamativo de
la construcción de 1913 es la torre de estilo neogótico, que parece que le
faltan las paredes o que hubiera sufrido desperfectos, pero es que corresponde al llamado estilo calado.
El paseo no resultó especialmente monumental, aunque con las iglesias ya cubrimos expectativas, tanto las esperadas como con las que no contábamos, por lo que a pesar del cansancio que ya llevábamos por todo el día, nos resultó satisfactorio.
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