Un
vuelo espectacular
Hoy volamos al
aeropuerto de Calama, El Loa, el vuelo es a las 8 h y nos recogen a las 6 de la
mañana, seguimos con estos madrugones agotadores, y es que es la única forma de
aprovechar al máximo el tiempo.
Como no desayunamos
en el hotel lo hacemos en el aeropuerto, en el que será un sitio amigo para
nosotros, la Cafetería Tamarugo,
donde nos pedimos dos sándwiches de jamón (puede ser pavo también) y queso, que allí reciben el nombre
de sándwiches Barros Jarpa, por un político que siempre los pedía en el Club de la Unión de Santiago.
Todos los vuelos
internos chilenos los hemos realizado en un Airbus A-320, mientras que los
transcontinentales o los de Isla de Pascua han sido en Boeing 767. Todos ellos
siempre al completo de pasaje.
Volamos desde Santiago en dirección
norte y de nuevo vemos los valles que rodean Santiago, como en lo haremos en todos los vuelos desde o hacia Santiago.
En cuestión de menos
diez minutos el paisaje cambia, sobrevolamos la majestuosa y blanca cordillera
de los Andes, con lo que estoy pegada a la ventanilla y por supuesto se me quita hasta el sueño. Aviso
para navegantes aéreos, vamos sentados en el lado derecho del avión.
En LAN siguen
teniendo detalles alimentarios con los pasajeros, exentos de pago por supuesto. Viajamos en clase turista, creo que en vuelos internos la clase business no existe - aunque tampoco preguntamos por su existencia. Nos
dan un desayuno o mejor dicho un tentempié, consistente en una bolsa de almendras, un brownie de chocolate
y una galleta de frambuesa… no es un gran desayuno pero para glotonear nos
vale, ya que nosotros hemos subido al avión bien desayunados.
Según el avión se sitúa
más al norte la nieve comienza a ir desapareciendo del paisaje, aunque este
sigue siendo increíble y hermoso a partes iguales.
El paisaje que poco a
poco vamos viendo nos recuerda mucho al del vuelo de Sydney a Ayers Rock, sin la tonalidad rojiza de este, pero con la misma sensación de
sequedad y de cursos de agua que en algún momento fluirán por el terreno en época de lluvia.
Y de repente en la
tierra comienzan a verse unos grandiosos complejos industriales y con supuestamente una actividad frenética; todo ello en el
medio de la nada infinita.
Y lo que es más
sobrecogedor, unos agujeros profundos, llenos de surcos, son las famosas minas
de cobre de Norte Grande, que si desde esta altura nos parecen inmensas a pie
de mina la sensación debe ser aterradora, un viaje al centro de la tierra.
Algunas incluso parecen ciudades subterránea construidas por alienígenas de lo
alucinantes que son.
¿Marte? No, el
desierto.
Si en Marte parece ser que hubo agua en algún momento de su vida planetaria, en el desierto también, cargada de ricas
sales minerales.
La tierra sigue
mostrando sus heridas, realizadas por el hombre en busca del progreso y del bienestar, ¿cual será su coste para las generaciones futuras en el medio de vida?
La tierra parece
llorar por sus heridas y deja su marca, ya sé, es melodramático y todo lo que
queráis, pero estas letras son de sensaciones, y las visiones se acompañan de
ellas.
Si no estoy
equivocada (que es una posibilidad bastante grande), en primer término, la cordillera Domeyko, en segundo término, la
cordillera de la Sal, y al final, los Andes.
Impresionan las
quebradas, por donde circula el agua y por lo tanto son los oasis del desierto. Increíble, maravilloso y mágico a la vez.
Aterrizamos en el
aeropuerto de El Loa de Calama tras dos horas y diez minutos de vuelo y 1.229 kilómetros.
El aeropuerto
original se está quedando pequeño ante el tráfico comercial y turístico, con lo que se está construyendo un edificio nuevo de
mayor capacidad y más moderno.
El desembarque es
como al igual que en el aeropuerto de Mataveri de Isla de Pascua, directamente a
pista, y en este aeropuerto el tráfico es mucho mayor, hay una importante
densidad de tráfico aéreo, por lo que aquí no nos detenemos, aunque no hay
nadie que lo impida o lo indique.
Curiosa es la
decoración de la cinta transportadora de maletas, algo ajada pero muy
significativa del casino de Calama, una de las diversiones de la ciudad
industrial.
A la salida del
aeropuerto nos espera nuestro transfer a San Pedro de Atacama, el pueblo que
será nuestro centro de operaciones para el desierto de Atacama ya que Calama no es una ciudad para quedarse
a dormir y hacer turismo, es más una ciudad industrial de mineros y negocios.
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