Un
festín carnívoro
Después de conocer
las instalaciones de La Finca de Jiménez Barbero en una entretenida e interesante visita guiada entramos en el
restaurante, donde las mesas ya están preparadas y distribuidas.
Esta es la que nos
corresponde.
Acompañamos la comida
con un vino madrileño de uva garnacha, de Cadalso de los Vidrios, La mujer
cañón, cuyo título y etiqueta nos gusta, divertida y creativa, como todo en
esta Bodega de nombre Uvas Felices. Otros vinos de la bodega, y elaborados por el llamado Comando G -todo suena a cómic- llevan por nombre La bruja avería o El hombre bala, aunque parece que
esta mujer cañón es la más rica del trío.
Se puede pedir un
menú de degustación, pero como estos menús suelen ser para toda la mesa,
preferimos hacer una selección más amplia y probar más platos.
De aperitivo un paté
de hígado de ternera, que personalmente a mí me sorprende por su ligereza (es un decir, porque el hígado nunca es ligero, pero estaba bien tratado para reducir su fuerza), ya
que no me suelo llevar especialmente bien con los patés o foie de buena calidad
(cada uno con sus rarezas y manías aunque suenen mal a los gourmets).
Comenzamos con unos huevos de La Finca
con alcachofas crujientes y cecina. Lo simple que son unos huevos fritos y lo
ricos que están (aunque también hay que tener maña y suerte para que queden bien hechos, y aquí había un poco de todo, pero en general, aprobados). La cecina sabrosa y
tierna, pero para mí el punto especial lo daban las alcachofas fritas, que
nunca había comido de esta manera, sí a la brasa pero no fritas, y tienen un
crujiente muy especial.
Mollejas de ternera
escalopadas muy crujientes con alioli de aceitunas verdes. Ricas y crujientes
mollejas, que de nuevo me sorprenden, yo y mi problema con la casquería
en general. La salsa muy rica, y como yo no leí el menú no sabía lo de las
aceitunas, noté un sabor especial que no lo relacioné con este ingrediente; aparte de que sólo me comí una molleja con un poquito de salsa.
Si se comparte mesa no se puede pedir lo que a uno le gusta solamente, se trata de eso, de compartir, y además es una excusa para probar, que en alguna ocasión nos podemos llevar una sorpresa gustativa.
Rabo de ternera
estofado con vino tinto y cebollitas. Suave y fuerte a la vez, muy fina su
textura y muy sabrosa la salsa. Para mojar pan, ¿no hay mejor definición para un buen plato?
De platos
principales, nuevamente para compartir y así degustar, comparar, valorar y posicionarse,
varios platos de cortes de vacuno: entrecot de ternera (edad, 13 meses),
entrecot de buey (edad, cinco años) y entrecot de buey castrado (este por la novedad, porque con conocimiento de causa nunca lo hemos comido). Nos
equivocamos al pedir dos entrecot de ternera, ya que finalmente fue el que
menos se votó, pero esto no quiere decir que estuviera malo, porque era
espléndido, pero es que los de buey y buey castrado le superaban, el primero
por sabor y el segundo por su originalidad en boca, con un sabor especial.
La mesa era la fiesta
de la carne, de la que dimos buena cuenta.
Los acompañamientos
de la carne fueron unos pimientos rojos asados, las clásicas patatas fritas, y
una ensalada con mini rúcula (se puede plantar en casa, aunque para conseguir
la suficiente cantidad para una ensalada hay que plantar muchas semillas) y mini tomates rojos secos
(impresionantes estos tomates).
Nos quedaba un hueco
para compartir el postre; y si no quedaba hueco se le hacía.
Natillas especiales
con huevos de La Finca y helado de cacao. Ricas, formidable el helado.
Flan de queso, mosto
fresco y helado de romero. Suave y refrescante. Este fue del plato del que menos caté.
Mousse de chocolate
con helado de cardamomo y teja de cítricos. Para chuparse los dedos, si me dejan sola me lo como entero y pido segunda ración (en esta segunda hubiera podido prescindir de la teja, como detalle de que no soy golosa...)
El día resultó perfecto, por la visita a La Finca, la comida, la compañía y el resto de la tarde con esta compañía.
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