La belleza de la seda
Nuestro paso por Margilan no podía estar completo sin visitar una fábrica de seda, lo que hacemos tras habernos alimentado por los ojos en el Central Bazaar. La ciudad fue un importante enclave en la famosa Ruta de la Seda, y visitamos la fábrica Yodgorlik, fundada como empresa estatal en 1972, pasando a manos privadas en el año 2000, en donde trabajan alrededor de 450 personas, la mayor parte mujeres (mujeres trabajadores en todas partes, en el campo, en las tiendas, en las fábricas, en los mercados, en la carretera… un país femenino pero no feminista).
La visita se suele realizar en tour guiado, y como acaba de salir uno, nos toca esperar, acto que realizamos por supuesto en la tienda, que es por la que se pasa una vez conocido el proceso de fabricación, en la que vamos eligiendo lo que compraremos, y como son demasiadas cosas, preferimos comprarlas al final para no ir cargados durante la visita.
Tras un rato esperando (demasiado), hasta Oyott se desespera y nos pregunta si visitamos la fábrica por nuestra cuenta, pues vale, no nos contarán el proceso al detalle (que resultará interesante, pero algo recordamos de nuestra visita en Hoi An a un taller de seda), que cuenta con unas 40 fases, pero por lo menos comenzamos a hacer algo, que las esperas infructuosas (los "frutos" -compras- ya están en las bolsas) desesperan.
Allí está el árbol de la morera, que da cobijo y alimento a los gusanos de seda; en concreto este árbol es centenario.
Allí está el árbol de la morera, que da cobijo y alimento a los gusanos de seda; en concreto este árbol es centenario.
Entramos en la primera fase de producción, hervir los capullos para así poder ir sacando el hilo que lo forma, se pueden obtener hasta 1.000 metros de hilo de un solo capullo. La señora que está realizando la tarea nos avisa que tengamos mucho cuidado porque nos podemos quemar, de hecho, en un pequeño hueco la buena señora tiene colocada su tetera dispuesta al calor.
El hilo se va recogiendo en una rueca.
Entramos en una habitación donde realizan las pinturas de los dibujos de las telas en bastidores y donde van colocando los hilos de seda. Este proceso ya lo vimos en Rishtan, en la madraza Said Ahmad Khodja. Entre uno de los trabajadores y la traducción de Oyott nos van contando algo del proceso.
Nos despliegan una de las bonitas telas.
Entramos en las salas destinadas al tinte, que se realiza con tintes naturales: cortezas de granada, piel de cebolla, raíces, frutos, hojas... La primera zona de lavado bien podría ser la zona de despiece de un asesino en serie, con los calderos, las bañeras, los grifos…
Los hilos tintados se dejan escurrir y secar.
Más bonito nos resulta la mezcla de hilos, un arco iris precioso.
En una caja con compartimentos los diferentes productos naturales que se usan para el tinte.
Entramos en la sección del tejido de alfombras, donde las experimentadas tejedoras enseñan a las nuevas y trabajan a cuatro manos.
Las amplias salas dedicadas a los telares manuales, en los que parecen que han avisado a algunas trabajadoras para que los pongan en funcionamiento ante nuestra llegada.
Las también amplias salas de los telares mecánicos, que no dejan de ser manuales, ya que sin la mano de las mujeres que los manejan y controlan no sería posible su funcionamiento.
Una de las telas que se fabrican se llama khanatlas, y con ellas llega la hora de una leyenda. Se cuenta que un kan de Margilan se enamoró de la hija de un pobre tejedor y quiso casarse con ella, sería su quinta mujer. El padre fue a ver al kan, se arrodilló ante él y le pidió que no se casara con su hija. El kan aceptó con la condición de que al amanecer le presentara una tela tan bella que opacase la belleza de su hija. El tejedor se fue junto a una acequia para pensar, mientras la lluvia se mezclaba con sus lágrimas. Dejó de llover, y en el cielo aparecieron las nubes, cuyo reflejo vio en el agua, y las nubes se colorearon con los colores del arco iris; ¡gracias cielo por la idea! Trabajo toda la noche en su taller y al amanecer desplegó ante el kan una tela espectacular con todos los colores del arco iris, etérea como la nube y ligera como el aire. El kan cumplió su promesa y dejó en paz a la hija del tejedor.
Terminamos la visita a la fábrica por donde empezamos, en la tienda. Por supuesto adquirimos varias prendas, porque aunque el sentido común te dice ¡cuidado!, los demás sentidos se alían para decirte ¡compra! Intentamos ser comedidos y no comprar nada grande, solo aquello que comprimiendo entra bien la maleta. Pañuelos, tejidos, telas por metros, camisetas, gorros… bien 100% seda, bien con mezcla de algodón y por lo tanto más baratos (aunque el adjetivo caro no se podría utilizar, más si eres un buen negociador, que nosotros como ya he dicho no somos).
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