Nuestra
Señora en azul
La primera gran
iglesia en Ville Marie fue construida en el siglo XVII en la Rue Notre Dame, gestionada
por los jesuitasl. Cuando esta iglesia fue sustituida por una basílica se
diseñó la Place d'Armes. En 1824, los señores de la Orden Sulpiciana,
que gobernaban Ville Marie, mandaron edificar una gran iglesia, y para ello
eligieron al arquitecto neoyorkino de ascendencia irlandesa James O’Donnell,
que curiosamente era protestante, y que tras la finalización de su obra, en
1830, se convirtió al catolicismo, aunque murió unos pocos meses antes de su
inauguración. Durante medio siglo fue la iglesia más grande de Norteamérica.
El estilo de la
Basilique Notre Dame es neogótico y sus torres tienen una altura de 69 m. La construcción
de las torres finalizó en 1843, la torre oeste alberga una gran campana de
10.900 kg, y la torre este un carillón de diez campanas.
Datos curiosos sobre
la basílica: uno de “corazón”, Céline Dion celebró su boda en el año 2000; y
otro político, Jimmy Carter y Fidel Castro sostuvieron el paño mortuorio en el
funeral del ex primer ministro canadiense Pierre Trudeau.
Para visitar la
basílica hay una pequeña cola, pero va fluida, y la entrada cuesta 5 $ sin
visitar la exposición del sótano, que durante nuestra visita era la interesante
Tesoros de Napoleón, pero decidimos que solo entraríamos en la basílica.
Si bien el exterior
no impresiona con esa sensación de piedra ruda (si es bella, pero no
increíblemente bella a nuestros ojos), entrar en ella es un auténtico espectáculo, casi como entrar
en una sala preparada para la magia, los ojos se llenan de semi oscuridad (creo
que medida al milímetro entre la natural y la artificial, pero este día la
natural no acompaña) entre azules infinitos, maderas doradas, columnas
decoradas en tonos brillantes. La oscuridad se debe a que el día está gris y a
pesar de los tres rosetones (o grandes claraboyas, no sé el nombre específico) en la
bóveda no entra la luz suficiente para que los colores y los dorados resalten
con más alegría y brillo.
Lástima que no
controlen la entrada y prefieran hacer caja, porque dentro había overbooking de
visitantes, sentados y de pie, por lo que la visita no termina de dejar el poso
que debería.
En el esplendoroso
interior se combinan elementos neoclásicos y neogóticos y directamente la
memoria nos lleva a la bonita Sainte Chapelle de París (eran otros tiempos y
las fotos de esta bonita capilla no salieron ni medio bien), en la que está inspirada su decoración, cuyo encargado fue Victor
Bourgeau, terminando el proyecto alrededor de 1880.
La bóveda imita el
cielo por lo que está pintada de azul, tachonada de infinitas estrellas
doradas; que podría ser tan válida para la basílica como para el decorado de un teatro, y que nos recuerda el techo estrellado de la bonita estación de trenes de New York, Grand Central Terminal.
La basílica cuenta con dos hileras de balcones superiores, desde los que casi podrás tocar las estrellas, pero su acceso estaba prohibido (bastante romería teníamos abajo como para además hacerla arriba).
La basílica cuenta con dos hileras de balcones superiores, desde los que casi podrás tocar las estrellas, pero su acceso estaba prohibido (bastante romería teníamos abajo como para además hacerla arriba).
El retablo del altar
mayor es una oda al dorado, los ojos son inundados por este tono, siendo
increíblemente atrayente, casi subyugante.
El retablo tiene un
fondo azul en el que por supuesto no faltan estrellas doradas; y además cuenta
con elaborados paneles tallados y un gran conjunto escultórico de gran
colorido que representan a San Pedro, San Pablo y los
cuatro Evangelistas.
Las vidrieras fueron
realizadas en 1929 en Limoges para conmemorar el centenario de su construcción
y cuentan la historia de la ciudad.
Los rosetones de la cúpula suplen la falta de un rosetón en la fachada (creo
que es la primera iglesia que nosotros vemos con esta configuración).
El órgano fue
construido por los Hermanos Casavant y cuenta con 7.000 tubos.
El púlpito de madera,
realizado por Henri Bouriché, es realmente impresionante, tanto en tamaño como
en el tallado y decoración; en su base los profetas Ezequiel y Jeremías,
esculturas de Louis Philippe Hébert.
Desde la nave
izquierda se accede a la Chapelle of
Notre Dame du Sacré Coeur, conocida como “la capilla de bodas”, porque es
donde se suelen casar los ciudadanos de Montréal, situada detrás del altar principal. La
capilla fue construida entre 1888 y 1891, pero sufrió un incendio en 1978 y fue
reconstruida en 1982, recuperando los elementos originales de 1888 y
restaurándolos. Otro derroche de madera tallada y dorado.
Las escaleras al piso
superior parecen serpientes enroscándose, o cintas de gimnasia en pleno vuelo.
El retablo en bronce
es obra del escultor Charles Daudelin, representando la marcha de la humanidad
hacia la Santísima Trinidad. Fue elaborado en Inglaterra con 32 paneles de
bronce.
En la nave derecha de la basílica se
sitúa la Chapelle Saint Sacrement,
el reducto que les queda a los fieles para sus oraciones, aunque no totalmente
en paz ni en anonimato.
En el interior de la
basílica se realiza un espectáculo de luz y sonido, pero al que nosotros no
acudimos porque hoy no nos iba bien, teníamos cita para cenar en el restaurante Toqué!, y mañana no
teníamos muy claro por dónde estaríamos, no sabíamos si nos cuadraría más mal que bien. El espectáculo se realiza de martes a jueves a
las 18.30 h, precio de la entrada, 10 $.
La basílica está
flanqueada por su lado derecho por el edificio más antiguo de la ciudad, el Vieux Séminaire Saint Sulpice, erigido
por la orden San Sulpicio en 1685 y modificado en varias ocasiones
posteriormente.
No se puede visitar
porque el edificio todavía es utilizado por la orden sulpiciana (creo que se
está acondicionando como residencia de ancianos), así que nos conformamos con
asomar las narices y la cámara por su verja cerrada.
Desde la Place d'Armes y frente al seminario y la basílica parten los circuitos en carruajes
tirados por caballos, actividad que dejamos pasar, aunque ver la ciudad desde
aquí tiene que acercarte más al ayer.
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