Salimos del complejo del Dublin Castle (que en la primera ocasión no pudimos entrar porque llegamos tarde al horario de visita) y nos
encaminamos hacia la Christ Church Cathedral, una de las dos catedrales
protestantes de Irlanda, la otra es St Patrick's Cathedral, siendo Christ Church la más antigua. ¿Y qué ocurre? volvemos a
toparnos con los dichosos horarios, hasta las 12.30 no comienza el horario de
visitas, así que hay que ir tirando de guía para ver por dónde podemos darnos
un paseo esperando que todo se ponga en funcionamiento y poder visitar algo; pero ya que hemos llegado hasta aquí entremos.
La catedral fue fundada por el rey Sitric,
primer rey cristiano de los vikingos de Dublín, y el primer obispo de Dublín,
siendo reconstruida por el arzobispo anglonormando John Culmin en 1168. En el
siglo XIX se encontraba en mal estado de conservación y el arquitecto George
Street la remodeló por completo en 1870.
En la entrada a la catedral se pueden ver los restos de la antigua sala
capitular, con el aviso de que no se pise por ellos por peligrosidad, aunque
supongo que más que nada por mantenimiento de estas piedras sacras.
Para visitar la catedral se paga entrada, su
interior es sencillo pero muy acogedor, llamándonos la atención el arco de piedra de
separación del altar. En la foto no se aprecia pero sí al natural, nuevamente ocurre lo del
desplazamiento de los muros, como en la iglesia del castillo, aquí unos 50 cm,
principalmente por el peso del tejado y por estar asentada en un terreno de
turberas (de esas que hemos visto en infinidad de películas y que me recuerdan la pobreza extrema, las duras condiciones, las hambrunas de los irlandeses).
La nave central tiene 25 m de altura y
presenta arcos góticos.
Lo más reluciente es el suelo de baldosas
originales, da hasta cosa pisarlo, de hacerlo de puntillas. El suelo es de gran belleza y colorida, que en esta ocasión nos recuerdan a los vistos en algunas iglesias venecianas, de tipo cosmatesco.
Destacables elementos en su interior es el
relicario con el corazón del arzobispo St Laurence O’Toole y la tumba de
Strongbow, que en realidad no es suya, sino una pequeña adosada a una grande, o
eso se supone). Strongbow era un normando que acudió en ayuda de uno de los
reyes vikingos de Irlanda, su nombre era Richard de Clare, duque de Pembroke, y
aunque se tenga la duda de si esta es su tumba, sobre lo que parece que no hay
duda es que contiene sus restos.
Se baja a la cripta, la parte más antigua de la catedral que se conserva, y que muestra su antigüedad en las piedras. Resulta ser una cripta sobria, no como en otras iglesias o catedrales que bien es coqueta por su decoración o realmente majestuosa o que incluye otra pequeña iglesia; aquí los muros están desnudos en la piedra, con algunas esculturas añadidas como piezas de museo y algunos sepulcros de familias nobles, como los del decimonovenao conde de Kildare.
Lo más
llamativo que se expone en la cripta es una pareja de un gato y un ratón
momificados, que parece que se quedaron atrapados entre los tubos del órgano,
aunque viendo el tamaño del gato es difícil de creer, por mucho que cuando se
doblan parecen de goma.
En la
cripta también hay un gran escudo en piedra del imperio británico, con el león y el unicornio (supongo
que parte de una tumba, aunque no recuerdo si era la del conde de Kildare).
Y lo que parece un cepo de castigo para
prisioneros.
Salimos de la catedral, y la vamos bordeando, viendo el puente que la une con el Salón del Sínodo, un añadido en la reconstrucción, que alberga
la exposición de Dublinia, un museo interactivo del Dublín medieval, pero
decidimos no entrar aunque podría estar interesante. El Synod Hall hasta 1983
albergaba la dirección de la Iglesia de Irlanda y sorprendentemente desde esta
fecha hasta 1993 albergó un club nocturno (ojos de asombro; primero pecas y luego te confiesas, todo a mano), a partir de esa fecha fue el
emplazamiento del museo actual.
Desde Dublinia se accede a St Michael’s
Tower, una torre de 60 m de altura que es uno de los miradores privilegiados de
la ciudad, pero de la que no puedo contar sus vistas porque no tuvimos tiempo
para entrar, y el tiempo metereológico que tuvimos no era el más idóneo para
tener buenas vistas.
El pequeño paseo entre el castillo y la catedral:
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