El
volcán grande
A las 15.30 h de la
tarde llega Rosita con una minivan que ya está llena de turistas ávidos por
conocer los secretos de la isla, somos los últimos en ser recogidos de sus hoteles, en nuestro caso del hotel Altiplánico.
Esta tarde vamos
hacia el sur, muy cerca de Hanga Roa, parando antes en una oficina del Conaf
para que aquellos que no tengan la entrada al Parque Nacional la puedan comprar, como es nuestro caso.
Nuestra primera parada es en el volcán Rano
Kau, el volcán grande, al que se también se puede llegar caminando por un sendero
desde Hanga Roa, son algo más de 5 km y seguro que merece la pena el paseo y el paisaje.
Como se lee en el
cártel, el cráter tiene un diámetro de 1.600 m y 200 m (según algunas fuentes
280 m) de profundidad. La cima del
volcán fue arrancada por una explosión.
Llegar hasta el
mirador nos deja sin palabras, solo podemos mirar hacia el cráter del volcán y
luego entre nosotros con una gran sonrisa en nuestros labios.
A Rano Kau subió Hotu Matu'a cuando sintió que le llegaba la muerte. Se puede realizar un paseo por el borde del cráter, aunque hay está prohibido (y aconsejado) no bajar a él; en cualquier caso hay que tener cuidado porque la pendiente de la ladera es fuerte.
En el cráter hay una
laguna de agua oscura, donde flota la totora, unos juncos acuáticos. Las
mujeres rapanui bajaban a la laguna a lavar la ropa, pero más que bajar andando
alguna lo haría rodando porque la pared es escarpada y el terreno parece
blando.
El borde del cráter
que da al océano presenta una depresión, que ha sido producida por la erosión
del viento y del agua, que en rapanui recibe el nombre de karikari. Parece una ventana al océano, sin esta depresión desde donde estamos no podríamos verle.
El cráter tiene algo
hipnótico y no puedes dejar de mirarlo y admirarlo, pero aún así, echar la
mirada hacia atrás tampoco tiene desperdicio. Estamos en la isla mágica,
magnética, misteriosa....y sobre todo inundada de azul, azul marino y azul cielo.
También se ve el
panorama costero, la ciudad de Hanga Roa y el aeropuerto de Mataveri.
A las espaldas de Hanga Roa hay un paisaje ondulante de pequeñas
colinas, volcanes apagados.
Cerca del cráter hay
una piedra con un petroglifo con la figura del hombre pájaro, del que en la
siguiente visita conoceremos su historia.
Hemos comenzado a explorar la isla de forma magnífica y continuamos el paseo junto al acantilado costero para llegar hasta Orongo.
Solo con el Hotel y sus paisajes, ya merece la pena llegar hasta aquellas lejanas tierras.
ResponderEliminarLa primera toma de contacto en el Ranu Kao, abre muy buenas expectativas para el resto de la isla.
Como siempre, muy interesante tus comentarios sobre los orígenes y leyendas.
Sí que merece la pena llegar a estas lejanas tierras Enrique, una pequeña isla que te ofrece todo. Y si no quieres darte una vuelta, te quedas en el hotel como decía la canción: "mirando al mar...".
ResponderEliminarGracias!