Una visita que teníamos ganas de hacer, por el consejo de una amiga al que le puso mucho énfasis, y en la que yo tengo una total y plena confianza, era al parque madrileño de La Quinta de los Molinos, situado en la calle Alcalá 527 (metro Suanzes, parada justo a la entrada del parque, con lo que no hay pérdida ninguna).
Vamos a hacer esta visita con música acorde:
Aparte de su belleza como parque, como lugar de paseo, lo más característico de La Quinta de los Molinos son sus almendros, que en primavera florecen, inundándolo todo del bonito color blanco. A la entrada ya nos recibe un almendro, que está florido y hermoso... disfrutemos de su visión...
Para
hacer esta visita tuve que que mirar los árboles, pero miré los de
alrededor de nuestra casa, y cometí un error de una semana o algo más
para realizarla, con lo que entramos ya diciendo lo del conejo blanco en Alicia en el país de las maravillas, "Llego tarde, llego tarde". La fecha más idónea sería a finales de febrero o principios de marzo, y nosotros la realizamos el día 22 de marzo.
El terreno era propiedad del Conde de Torre Arias y en 1920 pasó formar parte del
patrimonio de César Cort Botí, profesor alicantino de Urbanismo en la Escuela de
Arquitectura de Madrid.
El objetivo de Don César fue recrear una finca de aspecto parecido a su lugar de origen, es decir, una finca agrícola del litoral mediterráneo, de ahí la presencia de olivos (primera fotografía, bien) y almendros (segunda fotografía, ya con sus hojas caídas en el suelo, donde incluso han sido barridas por el viento y no hay casi constancia de su existencia), así como de elementos arquitectónicos como molinos.
Algún almendro solitario quiso aguantar el tipo para deleitarnos un poco con su blancura.
Afortunadamente la primavera sigue su curso en otros especímenes vegetales.
Algunas visiones nos traen recuerdos australianos, de los Royal Botanic Gardens de Sydney, que aunque no tienen nada que ver ni en jardines ni en animales que lo habitan, las reminiscencias son eso, asociación de recuerdos fotográficos de la memoria.
El paseo por el parque puede ser todo lo extenso en espacio y tiempo como se desee, hay varios caminos por los que entrar y salir, nosotros hicimos un circuito clásico para encontrar los puntos principales, como esta fuente sin uso.
Encontrando nuestros ojos alguno de los almendros que han resistido con sus flores.
Llegamos hasta el bonito y tranquilo lago, donde se podría disfrutar de una buena lectura dejando que el tiempo pasase, tanto que realmente uno se olvidaría de mirar las manecillas del reloj.
Bordeando el lago, en la parte superior se encuentran los llamados Estanques Gemelos, donde hay una zona con mesa y bancos de piedra donde supongo que se realizarían meriendas, y que vuelvo a suponer que en ocasiones será utilizado con el mismo fin.
Subiendo unas escaleras, por detrás de este rincón de descanso, se encuentra el ahora abandonado invernadero, una estructura de hierro ya sin cristales, y cuyo estado de dejadez nos causa estupor y pena, ya que se puede entender que no se utilice con el fin para el que fue construido, pero una manita de pintura y otra manita de escoba le devolverían su aspecto.
El agua para regar la finca era extraída mediante los molinos de viento de pozos y manantiales subterráneos, que se almacenaba en albercas que también tenían una función decorativa. Por la finca circulaban dos modestos arroyos: el de Trancos, al norte, y el de la Quinta, al sur.
Al lado del invernadero ya se distingue la altiva silueta de uno de estos molinos, por los que recibe el nombre el parque. Y al lado de este molino se encuentra la Casa del Reloj, pero el paso estaba cortado, parece que el edificio lo utilicen para aperos de mantenimiento del jardín, porque se veía movimiento de trabajadores y "automóviles" en sus alrededores.
Hacia la izquierda del invernadero y la Casa del Reloj se encuentra un lugar curioso, las pistas de tenis, que en la actualidad más parece un pequeño anfiteatro donde realizar conciertos casi en familia.
Al fondo del parque se alza el segundo molino.
Cerca de él se encuentra un depósito de agua, una construcción de ladrillos de gran tamaño, algo así como un aljibe "a cielo abierto".
El núcleo inicial de la finca fue el entorno del palacete y la zona situada al norte del camino de Trancos, donada como regalo del conde de Torre Arias al Don César en 1920. En 1925 se inició la construcción del palacete con marcada influencia de la llamada Secesión Vienesa, y en especial de la obra de Hoffman.
A
partir de la zona del palacete, el parque fue ampliando su superficie mediante diversas
adquisiciones hasta los años setenta, en los que se llegó a alcanzar las
28,6 hectáreas de superficie.
Afortunadamente en la explanada frente al palacete se puede sentir la explosión colorida de la primavera.
Entre el palacete y la Casa del Reloj se encuentra la fuente principal del parque, con dos estanques; uno más limpio y claro que otro.
Emprendemos el camino de vuelta por el parque, que a pesar de la gente que se encuentra paseando por él, es un lugar lleno de calma y tranquilidad.
Con sus almendros limpios de flores, pero con unos senderos incitadores a caminar.
¿Un guiño a la pista de tenis?
Pasamos junto a la Rosaleda, pero si los almendros están
como están, de las rosas ni rastro, tiempo al tiempo...
Don César muere en 1978, llegando los herederos a un acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid en 1982 por el que 21 hectáreas de la finca pasan a ser zona verde de uso público y las 7 hectáreas restantes para construcción de viviendas. En 1997 fue declarado Parque Histórico.
Pensé en no contar esta visita hasta ver el parque en todo su esplendor pero me he decidido a relatarlo sin floración, porque el parque merece la pena ser conocido, y si a alguien le interesa, para que esté pendiente de la primavera del almendro y pueda llegar a tiempo para verlo en todo su esplendor.
Un mapa del parque, que podéis descargar en formato pdf de la página ¡Madrid!
Más floración, más paisajes, más letras, más información la podéis encontrar en el interesante blog de Isabel Alguacil, Paisaje Libre.
Descubrir los jardines y parques de Madrid, ¡tan cerca, tan lejos!, nos está resultado una bonita y gratificante experiencia, ya que no solo existe el imponente y majestuoso Retiro. De momento ya hemos conocido este, aunque como reza el título ¡Volveremos!, y el coqueto Jardín El Capricho 1 y Jardín El Capricho 2.