Desde los acantilados de parque Taejongdae decidimos que no subimos de nuevo a él, ya sabéis, las decisiones del turista sobre la marcha, ya que hay posibilidad de hacer una travesía por mar tomamos el barco que realiza el trayecto.
Al igual que la travesía por el río Baengmagang en Buyeo y alrededor de la roca Nakhwaan, no es que este viaje alrededor del parque Taejongae
sea mejor que caminar desde arriba o cerca de los acantilados, es que te da otra perspectiva de los
mismos.
El viaje comienza dejando atrás el
faro blanco, el edificio barco y los puestos-restaurantes en las rocas, una
bonita imagen sin lugar a dudas.
La visión del parque y de los acantilados es más completa, y desde aquí se pueden descubrir aberturas o cuevas entre las rocas.
Las gaviotas siguen la estela del barco, o eso parece, porque lo que
realmente hacen es lo que estáis suponiendo, comer los cachitos de pan que les
están tirando, y buenas peleas que tenían entre ellas para pillarlos. Hacia atrás dejamos la isla Saengdo o isla tetera.
El barco se sitúa enfrente (pero lejos, que el zoom de la cámara lo ha acercado) de un espigón de uno de los
puertos de la ciudad, ofreciendo una visión de bruma sobre ella, y eso que hacía una temperatura y un sol abrasador, pero el día había comenzado nublado a primera hora y las nubes no querían terminar de marcharse.
Al igual que ocurre en todo el país, el urbanismo de Busan también tiene la particularidad de los
“edificios en serie” en algunas zonas.
El barco se sitúa frente a los islotes de Oryukdo, los escurridizos que
no se dejaban contar desde la isla Dongbaek, y que aquí no nos dedicamos a contar,
estábamos más por la contemplación que por la numeración.
El barco no termina de acercarse a la ciudad y a la isla Dongbaek, en su lugar da media vuelta y al llegar al muelle donde lo hemos cogido continúa la ruta hacia el otro lado de Taejongdae, y ahora disfrutamos de la bonita escultura brújula, que nos sigue encantando desde todos sus ángulos.
Viéndose la roca del suicidio con los turistas paseando por ella.
Se llega hasta el edificio del observatorio, nuestra primera parada en el parque.
En la base del acantilado hay pescadores realizando su labor.
En el observatorio la gente hace lo que el propio nombre indica en una
perogrullada literaria, observar.
Sobre el acantilado nuestra vista se posa en una cabaña casi en
suspensión aérea, que suponemos de un pescador o de algún vigilante del parque.
Hacia este lado del acantilado aparece otra playa de más fácil acceso
que la anterior al lado del faro, por lo que hay gente en su orilla.
El acantilado también guarda sus secretos, aunque yo no entraría por ahí
ni a pie ni nado ni de ninguna manera.
En Taejongdae también hay espacio para un mini parque acuático.
Se acaba la travesía y llegamos a puerto.
Puerto en el que de nuevo hay puestos de venta de pescados y mariscos, así como
restaurantes donde comerlos, en muchas ocasiones el mismo negocio a la vez. En este caso se demuestra la teoría de las
palanganas comunicantes.
El viaje marítimo ha merecido la pena, y continuar el paseo por el parque Taejongdae también, pero ha sido un bonito y algo refrescante paseo con unas
bonitas vistas.
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