Comida y arquitectura isleña
Sonia nos está esperando a la bajada del pico Seonsang Ilchulbong, creo que no
tenía todas consigo que bajáramos rápidos, y no creo que fuéramos ni rápidos ni
lentos, sólo a nuestro ritmo disfrutando del paisaje. El caso es que para su
hora de comida es bastante tarde y está hambrienta, y nosotros también por
supuesto.
Ya que estamos en una isla ¿Qué mejor que comer pescado? Sonia, como
es la costumbre durante todo el viaje, el restaurante en el que saciaremos nuestro apetito; mira los precios y los
menús y luego decide, eso sí, siempre mirando bien el presupuesto, y al ser el
pez un alimento más caro sólo pide dos para compartir entre los tres. La
cuestión no es sólo poder pagarlo es no hacer ostentación de que se puede
pagar.
Este es el restaurante, y a la entrada se encuentran los acuarios para
elegir los pescados o los pulpos o mariscos.
El pescado elegido es okdomgui,
un pescado rosado que sólo se encuentra en el océano alrededor de la isla de
Jeju-do, está semiseco y luego se asa a la parrilla sobre carbón. El nombre que
recibe en español es blanquillo y la apariencia es de un lenguado más gordito,
aunque su carne en sabor me recordaba más a la del gallo que a la del lenguado. El caso final es que nos resultó exquisito.
La señora que nos atendió corto el pescado en trozos con unas tijeras
para que pudiéramos repartirlo mejor, ya que el pinchar la carne con los
palillos directamente resultaba algo dificultoso, sobre todo para mí que soy la
torpe de este trío.
En la mesa no faltan nuestros cuencos de arroz y de sopa; la sopa en
esta ocasión es de brotes de soja en un caldo de pescado, y por supuesto nos faltan nuestros adorados y sorprendentes banchan, que hoy tienen dos diferentes variedades de pescado: unos pequeños
chanquetes, por llamarles de alguna manera, muy fritos y crujientes, y como espinas
de pescados en salsa bastante picante, que era difícil de comer, era más bien para chupetear la
sabrosa salsa que lo bañaba y tener cuidado de no atragantarse, fue lo único
que dejamos en la mesa, el resto desapareció en nuestras bocas.
Al sur del pico Seonsang Ilchulbong se encuentra el Pueblo Folclórico Seongeup (entrada gratuita - mirar mapa-), un pueblo anclado en sus construcciones en el exterior, porque en el interior ya no les suele faltar ninguna comodidad.
Las casas son de muros realizados en piedra volcánica y los tejados de
paja.
En la entrada a las casas hay una puerta llamada jeongnang, que consta de
dos pilares de piedra que soportan tres postes de madera entre ellos. La colocación de estos postes tiene su significado particular: tres
postes rectos significan “no estamos en casa, por favor manténganse fuera”; dos
postes hacia abajo y uno cruzado significan “no estamos en casa pero estamos
cerca”; si todos los postes están en la tierra significan “estamos en casa, por
favor entren”.
Con estas claras indicaciones en España, sobre todo con la de "por favor, entren", no quedaba ni una sola casa sin
desvalijar, pero dicen que en la isla no hay ni mendigos ni ladrones, sólo
viento y rocas.
Las casas son al tiempo granjas, y por lo tanto suele haber huerto y en algunas un habitáculo especial para los
cerdos, para los cerdos negros autóctonos de la isla, aunque no en todas hay inquilinos (¿habrán pasado a las mesas de ansiosos comensales?).
La mayoría de las casas del pueblo que dan a la carretera que lo cruza están
dedicadas al comercio, bien como tiendas de alimentación, ropa o restaurantes,
y precisamente, estos restaurantes me dieron buen feeling, pero no llegamos a probarlos y no siempre los feelings acaban siendo positivos, pero no creo que en Corea se pueda comer mal, se podrá hacer algo mejor o algo peor, algo más caro o algo más barato, pero mal lo dudo mucho.
La villa, que consta de más de 480 casas, ha sido designada como Zona de
Conservación del Folclore.
Nos reencontramos con el ya conocido árbol zelkova, de la familia de los olmos, que
en Jeju-do reciben el nombre de goolmooguinang. Su madera es dura y se utiliza
para la construcción de casas y muebles. La que vemos tiene aproximadamente
1.000 años, 30 m de altura y un tronco con 5 m de circunferencia.
Se puede pasear por el pueblo y entrar en los recintos de las casas si está abierto su paso,
pero en cierto modo es como pasear por un pueblo fantasma, sin habitantes y sin
turistas, parece que a éstos últimos no les llama la atención realizar esta visita y les gusta más ir a los curiosos museos que pueblan la isla, a cada cual más extraño; y los habitantes, supongo que algunos estarán dentro, otros mantendrán la casa por tradición y para que el pueblo sobreviva, otros atenderán sus negocios...esto como en cualquiera de nuestros pequeños pueblos que han ido perdiendo sus habitantes, y que ahora con la crisis que nos fustiga muchos de ellos han recuperado población.
Si algo hemos comprado durante el viaje continuamente ha sido bebida, normalmente mucha mul (agua), pero también té helado o con
hielo y en ocasiones hemos probado cafés fríos en lata...cualquier elemento líquido bien frío para recuperar el líquido que perdemos por nuestros cuerpos debido al intenso calor, bochorno y humedad.
El conjunto de edificios más importante del pueblo Seongeup es el Santuario Confuciano de Jeongeui, que
fue construido dentro de la fortaleza de Jinsa-ri, que pasó a llamarse Seongeup en 1423,
durante el quinto año del reinado del rey Sejong. Seongup se reubicó en varias localizaciones durante varias
ocasiones hasta quedar instalado en el lugar actual en 1849, y realizándose una rehabilitación importante en
1967.
La mayoría de los santuarios confucianos se orientan hacia el sur pero
curisamente Jeongeui lo hace hacia el este.
El santuario presenta la arquitectura típica de estas construcciones,
piedra, madera y cerámica en el tejado, y tampoco faltan las estelas de los
monjes que han sido importantes en el santuario, más sencillas que las que
hemos visto en otros templos y santuarios.
El patio está perfectamente cubierto de hierba arreglada que al salir el
sol, después de un día nublado y amenazante de lluvia, le confiere un color muy especial al verde del césped y al rojo de la madera.
En el patio hay una puerta que conduce a otro pequeño patio donde se
encuentra el edificio que aloja la escuela confuciana.
Al lado del santuario se encuentra la casa de Yi Young-sook, construida
en el siglo XIX, que era a principios del siglo XX lo que se conoce actualmente
como una posada, pero hoy parece una casa tradicional, aunque muchas de estas casas actualmente son guesthouses.
Pasear por Seongeup es encontrarse con la tranquilidad, no sólo porque
muchas de sus casas parecen estar deshabitadas sino porque que los turistas no
paran aquí.
Nosotros nos vamos con la misma tranquilidad y paz que hemos encontrado
en este lugar, y es que hay sitios que ofrecen más que una arquitectura
grandiosa e imponente, aunque parezca a primera vista que no hay nada, ni
habitantes.
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